
El jazz caribeño que suena al porro sabanero
Hemos escuchado tantas analogías alrededor de las sonoridades del Caribe que, para identificar nuestra propia sonoridad, encontramos las semejanzas con los sonidos del mundo. Finalmente, es la cultura la que une a los pueblos y en este caso, la música.
Una de las más grandes cercanías sonoras está en las que nacen en las sabanas de los departamentos de Córdoba y Sucre y que con los años se han extendido por toda la región Caribe.
Así, mientras el jazz que nacía a finales del siglo XIX, con la herencia de las migraciones afroamericanas por todo el delta del Misisipi, especialmente en Luisiana; encontraría un hermanazgo sonoro entre las riberas del Magdalena, el San Jorge y el Sinú, afluentes hídricos que a través de sus aguas transportan los ritmos del campo y la sabana caribeña.
Es en esta subregión caribeña donde también a finales del siglo XIX surgirían los sonidos de las bandas que le cantan a la naturaleza, al amor, a la fiesta y a la exaltación del campo y su vida tranquila, que invitan con los pitos y percusiones al baile y a la colectivización de la música por medio del disfrute sonoro.

Estas comparaciones entre una música y otra han tenido también trasfondos dentro de su interpretación. Comencemos por el principio: las bandas que nacerían en New Orleans se caracterizarían por la colectivización de la música.
Una de estas variantes, que se desprende desde la interpretación del jazz, es la que haría parte de los funerales y celebraciones donde se incluiría la second line, que tiene sus raíces en los desfiles de funerales de jazz, donde la “primera línea” era el cortejo fúnebre y la "segunda línea" eran los asistentes que acompañaban con música y baile.
La música de la “segunda línea” es generalmente jazz tradicional, rhythm and blues o música de banda con un fuerte ritmo que anima a bailar. Su instrumentación está basada en trompetas, saxofones, trombones, clarinetes, sousafones, tambores, bombos y platillos.
A su vez, en Colombia, más exactamente en las sabanas de Sucre y Córdoba, nos encontramos las papayeras que son agrupaciones callejeras conformadas por instrumentos percutivos como platillos, bombo, caja y guacharaca e instrumentos de viento-metal como el bombardino, el trombón y la trompeta.
Uno de sus ritmos interpretados por excelencia es el porro, cuya sonoridad nos transporta a la celebración, y de nuevo, a la colectivización de la música. La papayera, muy al estilo de la second line en New Orleans acompaña a la comunidad en sus celebraciones y sus duelos.
Por eso, desde Punto de Partida, ahondamos en esta analogía sonora que comparten el norte y el sur del continente.