Sinéad O’Connor: una historia de lucha y tragedia
Sinéad O'Connor mira impávida a una multitud que la abuchea con rabia. Su cuerpo está erguido, su mirada es de piedra y la expresión de su rostro es serena. Está parada, recta, recibiendo un odio indescriptible. Sus compañeros de banda están nerviosos, esperan una señal para empezar a tocar. Pero ella, desafiante, no se mueve. El del piano, tímidamente empieza a tocar unos acordes. Sinéad lo manda a callar. Los abucheos siguen; ella toma el micrófono y con euforia comienza más que a cantar a gritar: “Until the philosophy
Which holds one race superior/ And another, inferior/ Is finally and permanently/ Discredited and abandoned/ Everywhere is war”.
El público quedó anonadado con los versos de Bob Marley que salen con furia de la garganta de esta irlandesa. Algunos todavía abuchean, el resto mira en silencio. Sinéad acaba la canción, da media vuelta y sale del escenario.
Diez días antes de este concierto, que fue un tributo al rey del reggae, esta cantante nacida en Dublín, Irlanda en 1966 vivió lo que para muchos fue el punto determinante de su carrera. Corría el año de 1992 y Sinéad era una estrella en ascenso. “Nothing Compares to You” ya era una de las canciones más coreadas de la década de los noventa y su tercer álbum Am I Not Your Girl? (1992), acababa de salir.
Ella fue invitada al famoso programa Saturday Night Live y en su segunda entrada, mientras también cantaba “War” de Bob Marley, sacó una foto del Papa Juan Pablo II que estuvo colgada muchos años en la pared del cuarto de su madre y la rompió enfrente de la cámara. El silencio invadió el estudio y Sinéad se convirtió en una paria de la industria musical.
Aunque nunca fue del todo aceptada. Su cabeza rapada, su turbulento pasado, su actitud desafiante, siempre marcaron la imagen de esta mujer que murió a los 56 años en Inglaterra. Pero su viaje comenzó en Irlanda, un país conservador marcado por la guerra, la pobreza y la violencia.
Criada en una familia católica y disfuncional, a los ocho años se fue a vivir con su madre, Marie, luego de que sus progenitores se divorciaron. Esto la marcó, porque Marie era violenta y abusó física y psicológicamente de sus hijos. Además, era cleptómana y le heredó este trastorno a Sinéad que también robaba cosas en tiendas.
En 1979, cansada de su madre, que murió en un accidente cuando Sinéad tenía 18 años, se fue con John O’Connor, su padre, pero la cosa no mejoró. Tenía problemas en el colegio y fue capturada robando. Por eso la internaron en un Asilo Magdalena, como se llama a unos centros de detención enfocados principalmente en mujeres jóvenes y “promiscuas”, que en verdad eran reformatorios similares al infierno.
En este traumático ambiente de hostilidad y abuso, Sinéad encontró un destello de luz. Una de las monjas que dirigen el lugar, le dio una guitarra. Así empezó a cantar. Desde muy joven deslumbró con su voz. La monja era hermana de Paul Byrne, baterista de la banda In Tua Nua, con quienes grabó su primera canción, pero la banda no la mantuvo porque solo tenía 15 años.
Eso no la desmotivó, siguió cantando y se unió a un grupo llamado Ton Ton Macoute. En ese entonces ella estaba estudiando pero decidió dejar el colegio para irse con la banda a Dublín y seguir el sueño de vivir de la música. Empezó a moverse en el mundo de la industria y en 1987 lanzó su álbum debut llamado The Lion and the Cobra, el cual no sólo fue su primer éxito, sino su primer desafío a lo establecido.
Este disco se grabó dos veces, porque en la primera ella tuvo muchos encuentros con el productor, que entre otras cosas, le dijo que se dejará crecer el pelo y luciera una apariencia “más femenina”. Pero Sinéad tenía claro qué clase de artista quería ser. Si bien el pop rock fue su marca, el punk fue su esencia y su respuesta fue raparse. Además en ese proceso vivió el embarazó de su primer hijo y cuando las canciones estuvieron listas no le gustó la masterización, por lo que se regrabó todo.
The Lion and the Cobra fue un éxito comercial y una condena para la irlandesa que siempre lidio con la bipolaridad y la depresión. Tanta exposición empezó a afectarla emocionalmente, pero también la fortaleció en lo político. Su vena punk la motivó a usar su fama para poner temas incómodos y polémicos sobre la mesa.
Por ejemplo, la primera vez que fue invitada a Saturday Night Live en 1990, no asistió porque el host iba a ser Andrew Dice Clay y a ella no le gustaban sus chistes por considerarlos misóginos y machistas. Ese mismo año rechazó su nominación a los Grammy y exigió que no se pasara el himno de los Estados Unidos antes de un concierto en Nueva Jersey.
Pero la acción de la foto del Papa fue lo que más impacto causó. Ella comentó que esto fue una protesta generada por las denuncias de pedofilia que ha recibido la iglesa católica durante décadas, las cuales en muchos casos han sido ciertas pero igniradas. Pero en ese momento nadie la escuchó. Desde Frank Sinatra hasta Madonna la criticaron, insultaron y humillaron.
La misma industria que la consagró, se dedicó a destruirla y eso sumado a su tema mental sólo agravó las cosas. "¿Por qué estamos solos? Los que sufrimos enfermedades mentales somos las personas más vulnerables de la tierra. Nos tendrían que cuidar. No somos como los demás”, dijo en un video.
Ella tuvo varios intento de suicidio, los más sonados fueron en 2015, cuando se encerró en un hotel de Irlanda y en Facebook publicó que consumió una sobredosis de pastillas. La policía la encontró y salvó. El siguiente año, fue reportada como desaparecida y encontrada al otro día también por las autoridades que actuaron rápido.
Sinéad tuvo cuatro hijos y cuatro esposos, el último solo estuvo con ella 16 días. En un momento se declaró lesbiana, pero luego afirmó que era “tres cuartos heterosexual y un cuarto gay”. Pero siempre se opuso a la cosificación y la sexualización de las mujeres en el entretenimiento. Esto incluso la llevó discutir por Twitter con Miley Cyrus, luego de que en una carta abierta le aconsejara no dejarse objetivar por la industria.
Su vida espiritual también fue muy compleja. A pesar de que le pidió al Vaticano ser excomulgada, durante mucho tiempo dijo que a pesar de estar en contra de la iglesia católica era una cristiana devota. En 1999 se volvió sacerdotisa de la iglesia latina tridentina, que se deriva del catolicismo pero no es reconocida; pero en 2018 adoptó el islam y se cambió el nombre a Shuhada' Davitt; antes de eso se había cambiado el nombre a Magda Davitt, para quitarse la influencia patriarcal de su nombre. Al final de su vida respondía al nombre de Shuhada' Sadaqat.
Lamentablemente después de los 90, sonó más su vida personal que su música. En total fueron diez álbumes de estudio, los primeros son fundamentales en la música noventera, los últimos pasaron sin pena ni gloria. Pero lo que más afectó su existencia fue el suicidio de hijo de 17 años en 2022.
Sinéad no se pudo recuperar de eso. La fuerza que mostró esa noche de 1992 en el escenario, se fue yendo con años de problemas, abusos, estigmas y críticas. Todavía no es clara la causa de su muerte, pero algo sí es claro, que nunca recibió justicia. Esta mujer irlandesa que sobrevivió a las calles, al abandono, a la violencia nunca encontró su refugió en el mundo. Fue aplastada por una industria indolente, ignorada por la opinión pública y silenciada. Tildada de loca e histérica, ella intentó poner el tema de la salud mental en la mesa muchas veces pero no fue tomado en cuenta.
Sin duda su lucha fue más importante que su música y su voz seguirá sonando con fuerza, a pesar de que tristemente tuvo que morir de forma prematura para que el mundo se atreviera a escuchar su mensaje, pero los desafiantes ojos de Sinéad O’Connor brillarán en la historia de la música.