‘Tonta’, el insulto que convirtió a Fátima Bosch en Miss Universo y demostró que calladitas no nos vemos más bonitas
La coronación de Fátima Bosch como Miss Universo 2025 es el momento perfecto para decir que aunque históricamente los concursos de belleza y sus inalcanzables estándares han hecho un daño a las mujeres, hoy también van más allá de los vestidos de lentejuelas y son un espacio en el que hay lugar para la crítica y para aprender.
La victoria de la mexicana no fue solo el título y la corona; fue la validación global a una joven que no temió a perder el certamen con tal de no dejarse pisotear de un hombre que se sintió superior a ella y con algún derecho a insultarla.
Fátima, de 25 años, diseñadora y modelo, ha reescrito las reglas en la letra pequeña. Se alejó del estereotipo de modelo hueca (que tal vez nunca ha sido real y es incluso ofensivo) y dio una lección de empoderamiento que nos recuerda que tener voz es siempre más hermoso que fingir ser dócil y sonreír. Como decimos entre la generación Z y Alfa: sirvió, devoró y no dejó ni el plato.
Para entenderlo se necesita del famoso contexto.
¿Qué pasó entre Fátima Bosch y Nawat Itsaragrisil?
Todo ocurrió semanas antes de la final. Nawat Itsaragrisil, un ejecutivo del concurso, director del certamen en Tailandia, se pasó de la raya. Señaló a Fátima de desobedecer las reglas del concurso, y el lío no fue ese, sino que lo hizo levantándole la voz y con una actitud condescendiente, llegando incluso a ser grosero con ella.
La llamó tonta y no la dejaba hablar, sumado a que llamó a seguridad para que la retiraran de la reunión.
Lo que pasó después no fue un escándalo como muchos lo titularon; fue un acto de heroísmo cotidiano que se hizo viral. Es tal vez uno de los momentos más comentados en la historia reciente del Miss Universo.
Fátima Bosch se levantó y se fue. Y lo mejor no fue eso, sino que algunas de sus compañeras, en un acto de sororidad, también se levantaron y se retiraron con ella sin importar que esto les pudiera traer consecuencias. Entre las que abandonaron el evento se encontraba Victoria Kjaer Theilvig, ex Miss Universo Dinamarca: "Esto se trata de los derechos de las mujeres", declaró al salir. "Así no se deben manejar las cosas. Insultar a otra mujer es una falta de respeto enorme... Por eso tomo el abrigo y me voy".
Fátima Bosch dijo a la prensa posteriormente: "Lo que ha hecho su director es una falta de respeto”. En otra entrevista dejó su mensaje aún más claro: "Estamos en el siglo XXI, yo no soy una muñeca para estarla maquillando, peinándola o cambiándole la ropa, yo vine aquí a ser una voz para todas las mujeres y todas las niñas que luchan por causas”.
Este momento es clave. Demuestra que, incluso en un ambiente tan hiperreglamentado como un concurso de belleza, las mujeres de hoy no tragamos irrespeto. El gesto de Fátima es una brújula: la dignidad no se negocia aunque tu futuro esté en juego, y la respuesta al mansplaining es la acción firme, con altura, sin rebajarse a su nivel ni agachar la cabeza para que se te caiga la corona a sus pies.
La reacción no se quedó solo en el mundo de los certámenes. La ola de apoyo fue masiva, llegando hasta la mismísima presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Ella destacó a Fátima como el ejemplo perfecto de cómo las mujeres debemos actuar.
"Ella levanta la voz. Dice: 'hay una injusticia, no me parece'. Se levanta, se va, tienen que pedirle disculpas y acaba ganando", dijo la presidenta.
Este apoyo desde un puesto político refuerza lo que ya sabemos en la calle: la vieja idea de que "calladita te ves más bonita" está oficialmente destruida. Fátima Bosch es la prueba, desde un lugar poco convencional, de que nos vemos más bonitas, más fuertes y más ganadoras cuando hablamos y defendemos lo que es justo.
Ah, y también hay cómo sentir un fresquito. Forzar una disculpa a un ejecutivo poderoso fue la verdadera victoria antes de la corona, porque sí, Nawat se tuvo que disculpar públicamente.
Al final, cuando Fátima se coronó, su mensaje fue la cereza del pastel. Dijo que quería ser recordada como una Miss Universo que "no tuvo miedo de ser ella misma" y que "cambió, un poco, el prototipo de lo que es una Miss Universo."
¿Cuál era ese prototipo? La perfección, la sonrisa constante, reír tímidamente, asentir, callar. ¿Cuál nos encantaría que fuera el nuevo prototipo? La integridad, el carácter, la firmeza y la autenticidad.
Fátima Bosch nos enseñó que la belleza real de una Miss Universo (o de cualquier mujer) no está solo en su físico, sino en su fuerza para ser líder y en su valor para defender sus límites. La valentía es la corona más importante.
La discusión de si es un evento superficial o de si este año fue un concurso arreglado o no, puede quedar para otro momento.