
Galeras, el volcán de Pasto que forma parte de la identidad cultural de sus habitantes
Hay ciudades que tienen un río, un mar, una plaza central e incluso una edificación emblemática como parte fundante de su identidad local, pero en la ciudad de Pasto, ubicada en medio del nudo de los Pastos y el Valle de Atriz, rodeada por la cadena montañosa de la cordillera de los Andes un volcán ha influido en el significado que le damos a ser pastusos y pastusas, y ese es el Volcán Galeras.
Sin lugar a dudas, el Galeras hace parte de lo que somos, cómo nos vemos y cómo habitamos este territorio, existe una conexión profunda, casi espiritual, entre la gente y el volcán, es difícil de explicar, pero se siente es como una energía compartida.
Siempre me ha parecido fascinante esta relación entre el volcán y su gente, como lo ven algunas personas que, más allá de concebirlo como una estructura geológica, ven en él a un taita o a un guardián, digno de respeto más no de miedo, por eso cuando algo ocurre en sus adentros la gente no entra en pánico, tampoco ignora el riesgo, lo asume y sigue con la vida porque vivir cerca junto al Galeras es comprender que la tierra también tiene su carácter.
No es un adorno natural ni una postal para turistas, aunque está ahí dominando el paisaje desde lo alto, está metido en la vida diaria de la ciudad, en la manera en la que sus habitantes enfrentan la vida y la muerte, en las costumbres y la cosmovisión, e incluso, en el temperamento de la gente muy parecido a su accionar -calmados, resistentes y fuertes-. Es un vecino de toda la vida que a veces nos sorprende, nos asusta y nos espabila de la rutina cotidiana cuando sacude la tierra o se deja ver entre fumarolas.

Erupción del Volcán Galeras en 1932
Los pastusos hemos aprendido a vivir con él, adaptándonos a sus estados y algunos, incluso, comprendiendo su lenguaje, porque él está aquí desde antes de nuestra llegada, ya que su edad estimada es de 4.500 años. Siendo testigo de la vida de las comunidades indígenas, del arribo de los invasores y de la formación de una ciudad que casi 500 años después, emerge entre edificios, avenidas y calles por las que transitan sus habitantes, quienes buscan al Galeras en cada visita a la ventana.
Es una relación curiosa: peligrosa y cotidiana a la vez, muchas personas se adentran en su boscosa vegetación para caminarlo, para conectarse con él, para retarse físicamente o para superarse en sus taras mentales, porque para muchos, el Galeras se admira desde la distancia y también recorriéndolo, por eso les compartimos estas historias de personas que nos cuentan su experiencia sobre su ascenso al Urcunina:
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