PERROS: de la reserva de Harold Trompetero
'Perros' es lo nuevo del director colombiano, una película donde Trompetero vuelve a explorar el drama tras el estreno en 2008 de 'Riverside'.
Muchos son los términos despectivos que comúnmente se usan para referirse a los perros que carecen de algún tipo de abolengo: chandoso, canchoso, gozque, chanda, pulgoso. Los perros olvidados vagan por la vida, esculcan canecas, dejaron de velar porque velar es de perros consentidos, meten el hocico en lo que no les importa, se muestran los dientes por cualquier hueso poroso, se huelen entre ellos con desconfianza y muerden, muerden duro porque el descuido y el encierro acaban con los lengüetazos y las movidas de cola. Así son los perros olvidados, así son los perros de Harold Trompetero.
Ubíquense en esta cárcel: un criadero del mal, un lugar sórdido, sucio, con celdas de castigo oscuras y húmedas, con baños que hacen parecer al de Trainspotting como el privado de Isabel II, una cárcel llena de perros rabiosos y desbocados, una perrera a la que va a parar Misael (Jhon Leguizamo) acusado de un crimen pasional.
Todas las miradas son sospechosas, nadie confía en nadie, todos están al acecho esperando el mejor momento para morder, y a Misael le tocó la mordida de un perro grande, un pitbull mal educado, un personaje aterrador que esconde sus deseos más profundos y pasionales bajo una capa gruesa de maltrato y repugnancia. Misael se ganó al comandante de la guardia, al Sargento Cáceres (Álvaro Rodríguez), un personaje que los pondrá muy incómodos, tal vez ustedes no querrán presenciar sus abusos, se taparán la cara y harán trampa espiando entre los dedos índice y corazón. A muchos en el teatro les pasó.
A Misael le queda un poco de humanidad y luchará por mantenerla viva hasta el final, hay amor, porque sí, también es una película de amor. Su familia está afuera y hará lo que sea porque ese vínculo no se pudra como todo lo que lo rodea en la cárcel; seguirá respirando por eso mientras los juegos de ajedrez del patio se mezclan espontáneamente con la muerte. Su mirada se clava en la puerta los domingos de visita esperando ver algo que le active el diástole y el sístole, espera, como cuando un perro espera la llegada de su amo. Así.
Parece que no hay lealtad ni amor… y no hay, sépanlo, por lo menos entre tanto humano, pero verán a SARNA y se reconciliarán con la vida, una perra que deambula por el patio de la cárcel “humanizando” el ambiente entre tanto gozque. Sarna es detonante, es fidelidad, es compañía, es lo único que hay entre golpes y vejámenes que no vemos explícitamente pero que imaginamos como los seres viscerales y morbosos que somos.
“Perros es una historia de hombres escapando de muchas situaciones” dice Harold Trompetero. Es una muy buena película, directa, honesta con el carácter, y cómo éste puede ser volátil cuando nos arrincona. Trompetero es drama y aquí escarba profundo, tanto, que nos pone de puntas el pelaje, nos reseca el hocico y nos manda pal’ rincón con crudeza, porque nosotros también somos perros.