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¡"Oiga Vea", la otra Cali para que vea!
¡"Oiga Vea", la otra Cali para que vea!
  1. Cine

¡"Oiga Vea", la otra Cali para que vea!

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En el libro Cali ciudad abierta: arte y cinefilia en los años setenta, Katia González hace un relato artístico de Cali a través de la vida y obra de Carlos Mayolo, Luis Ospina y Ever Astudillo. #LaRadioSeLee.

Jueves, 15 Mayo, 2014 - 02:44
Radiónica

Por: Radiónica

"Siendo los Juegos Panamericanos un certamen internacional, el Gobierno (de Cali) se considera en la obligación de agotar todos los esfuerzos para no permitir que la ciudad dé un aspecto de aldea en feria. (...). No se permitirá el funcionamiento de casetas, bailaderos, fritanguerías, circos, ni ciudades de hierro, castillos de monstruos, museos de fantasmas o palacios de espejos ...".

Este texto fue publicado originalmente el 6 de junio de 1971 en un aviso del diario El País de Cali. Fue parte de la campaña del Gobierno de la ciudad, "Cali con amor", para los XI Juegos Panamericanos que se llevaron a cabo ese año. 

Con el aviso, se recordaba a los habitantes de sitios populares de la ciudad las medidas que se tomarían antes de la realización del evento. Cali tenía que dar una imagen que la sacudiera de la provincia y el aislamiento, y escondiera lo que oliera a atraso. 

En otras palabras, la Cali "de verdad" no podía salir a la calle, o no debía ser vista en lo posible, evitando cambiar la percepción internacional de la ciudad. "La Sultana" tenía mucho que ocultar para que se asemejara a una ciudad en bonanza, alegre y salsera, pero ordenada, seria y cívica -casi higiénica-; la ciudad moderna que recibiría al mundo con los brazos abiertos.   

 


Detalle de Barrio Saavedra Galindo, de Ever Astudillo, 1979.
Grafito sobre papel. Foto: Otto Moll. Cortesía de Katia González.
 

Pero en tanto se "le prohibió" a sus habitantes ser ellos mismos, la ciudad construyó sus propias "ciudades de hierro" para los Juegos, luego de derribar edificios emblemáticos e históricos como el Palacio de San Francisco y el Hotel Alférez Real; de levantar "museos de fantasmas", como los escenarios que quedaron después del evento; y de erguir "palacios de espejos" como el documental del "Cine Oficial" Cali Ciudad América, que no reflejaba la realidad social y política de Cali.

Aquel es el documental oficial perdido de los Juegos, una producción que quiso emular la promoción audiovisual de los Olímpicos de México de 1968, trayendo cámaras, máquinas y equipos costosos a Cali, con la idea de mostrar lo bueno de un acontecimiento deportivo que terminó por visibilizar los problemas y brechas sociales de los caleños. 

En realidad, la capital del Valle llevaba años de protestas y de efervescencia política, canalizada por el cine, la pintura, el teatro, la plástica y la ilustración desde finales de los años sesenta. "1971 Era como un Mayo del 68 a posteriori", dice la historiadora Katia González, autora del libro Cali ciudad abierta: arte y cinefilia en los años setenta, lanzado en la pasada Feria del Libro de Bogotá.

Los estudiantes salían a las calles a protestar, las huelgas de trabajadores y movimientos urbanos por la tierra eran comunes; la inmigración de desplazados del campo, que huían de la violencia política de la época, era numerosa; y la izquierda y otras opciones políticas estaban excluídas por el Frente Nacional.   

Cali ciudad abierta: arte y cinefilia en los años setenta hace entonces un recuento de esa época inmensamente convulsionada de Cali, pero igualmente creativa, en la que los Juegos coincidieron con el florecimiento de una contracultura intelectual que en ese momento respondió a su manera al olvido de la ciudad, interesándose en ella, reconociendo una realidad política y social determinada. 

El Nadaismo de Gonzalo Arango, el cine de Carlos Mayolo, Luis Ospina, Andrés Caicedo, Lisandro Duque y Carlos Palau, y los dibujos y fotografías de Ever Astudillo, Fernell Franco y Óscar Muñoz, fueron parte activa de esa movida y son algunos de los protagonistas de Cali ciudad abierta: arte y cinefilia en los años setenta.

"Si algo muestra una investigación como la mía, es que en la región han pasado cosas aún más movilizadoras que en Bogotá, el problema es que la historia se escribe desde allí. Bogotá tiene un peso muy grande y la historiografía del país es muy centralista", dice Katia, barranquillera de nacimiento. 
 


Andrés Caicedo y Carlos Mayolo en el rodaje de Oiga vea.
Foto: archivo de Luis Ospina, cortesía de Katia González.

 

¡Oiga Vea, la otra Cali para que vea

Cali ciudad abierta: arte y cinefilia en los años setenta tiene su punto de partida en el documental original de Carlos Mayolo y Luis Ospina, Oiga Vea, filmado a contracorriente durante los Juegos Panamericanos.

"Oiga Vea dio en el punto, en un elemento bien critico, en un asunto político que fueron los VI Juegos Panamericanos en Cali en 1971", explica Katia. "Ahí es donde inicia la década. Es como el 68 que vivió Europa o México, en el que el movimiento estudiantil tiene gran influencia y repercusión en la ciudad". 

A partir de allí, el libro presenta un recorrido por los años setenta, un contexto artístico que podría decirse tuvo su germen años antes, con la recordada explosión de seis camiones con 42 toneladas de dinamita, el 7 de agosto de 1956, en la plazoleta de la calle 25 de Cali. 

Mayolo y Ospina se conocieron por culpa de esa tragedia, una de tantas de la violencia en Colombia, pero que causó una ruptura en la ciudad. De alguna forma incentivó la actividad artística que Cali viviría después. 

Los dos cineastas se vieron afectados, precisamente, y terminaron viviendo en el mismo vecindario luego del desastre. La onda explosiva destruyó la casa de Ospina en el barrio Versalles y se mudó al barrio Centenario, donde vivía el autor de Carne de tu carne (Mayolo). Se hicieron amigos de cuadra desde muy pequeños.

A partir de esa unión inesperada, Katia inicia un recuento biográfico que continúa con el análisis de Oiga Vea (ver vídeo), después indaga en la aparición de una casa de artistas y creadores independientes llamada Ciudad Solar (fundada por Hernando Guerrero y con Andrés Caicedo a bordo), y posteriormente profundiza en el trabajo del dibujante Ever Astudillo. 

Para lograr esta investigación, que comenzó como su tesis de maestría, y se transformó luego de recibir una beca del Ministerio de Cultura en 2012, Katia entrevistó a Carlos Mayolo antes de su muerte, así como a otros referentes de esa época como Pilar Villamizar, Hernán Nicholls (reconocido publicista caleño) y Nicolás Buenaventura (político de izquierda), entre otros.
 

 

Cali ciudad abierta: arte y cinefilia en los años setenta se esfuerza entonces por mostrar el retrato de artistas que como Ospina, Caicedo y Astudillo hicieron en su obra una representación paralela, subversiva o diferente del discurso oficial, y fundaron una corriente artística que surgió de una bonanza, esta vez real y vanguardista, al margen del centro del país. 
 
Cali era una provincia que quería atraer al  mundo desde el arte, no desde lo impuesto por el poder. "Cali, en vez de estar pensando en cómo conectarse con la capital, se quería conectar con los lenguages internacionales del arte a través de los eventos artisticos, como estrategia de circulación", explica Katia. 
 
Al mismo tiempo de los Juegos, La Tertulia seguía siendo un referente cultural, se inauguraban la Primera Bienal de Artes Gráficas y se gestaba la Ciudad Solar; además, Caicedo y Mayolo hacían la película Angelito y Miguelángel. 
 
El libro fue presentado el pasado jueves 8 de mayo en la Feria del Libro de Bogotá. 
 
 

Hernando Guerrero, Pakiko Ordóñez, Eduardo Carvajal y Carlos Mayolo en el laboratorio de fotografía de Ciudad Solar,
La Merced, ca. 1971-1972, Cali. Foto: Juan Fernando Ordóñez, Archivo de Pakiko Ordóñez. Cortesía de Katia González.
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