Fotos cortesía del Grupo Apolo.

Astronomía, la bacanería de estudiar el cielo

“La luna de Barranquilla tiene una cosa de maravilla. Es mi luna bonita, chiquitín chiquitica, es mi luna bonita, morenin morenita…", Ester Forero.
Jueves, 7 Julio, 2022 - 03:22

Por: Adriana Díaz

El siglo pasado, la vanguardista cantante y compositora barranquillera Ester Forero le componía a la luna de Barranquilla, una canción que, desde lo poético, acercaría a su generación y a las siguientes a admirar el cielo atlanticense, cuyas condiciones climáticas permiten un cielo despejado durante casi todo el año, con lo que los cuerpos celestes son más fáciles de observar.

Con los años, en efecto, los jóvenes se han detenido a contemplar la inmensidad del cielo y desde distintas perspectivas, han comenzado a estudiarlo.

Si bien es cierto que las comunidades indígenas como los wayúu, los arhuacos o los embera poseen un conocimiento ancestral sobre los cuerpos celestes y gracias a ello se rigen algunas técnicas de sus cosechas y de su vida diaria; este entendimiento cosmogónico del universo se limita a su propia cultura. Pero es una referencia importante para comprender que los hallazgos científicos que comienzan a captar el interés de jóvenes en las regiones tienen un antecedente de nuestras culturas nativas. 

Hace falta llegar a más rincones del país con iniciativas que permitan a los niños, niñas y jóvenes acceder a las ciencias desde distintos frentes y de manera didáctica en la enseñanza. Por ello es destacable la labor titánica que realizan algunas instituciones, docentes, planetarios, observatorios y grupos de estudio, para permitirle a los menores descubrir en el cielo, en ocasiones, más preguntas que respuestas, pero que sea esta una alternativa para cuestionarse más sobre el principio de las cosas. 

De hecho, Diana Rojas, presidenta de la Asociación de Astronomía de Colombia expresó:  “en estos momentos, la astronomía se encuentra en una etapa de crecimiento, llevamos aproximadamente unos seis años desde que el gobierno y el público están viéndose interesados en aprender y difundir acerca de esta ciencia, sin duda es una buena noticia ya que este tema ha sido bastante renegado por muchos años”, indicó Rojas. Además, explicó la importancia de esta ciencia como asignatura pendiente en las escuelas. “La astronomía debería ser obligatoria como cátedra en la educación básica secundaria, ya que nosotros no podríamos vivir sin saber cómo funciona el sol, si no conocemos bien las condiciones climatológicas, no podríamos cultivar correctamente”.

De lo microscópico a lo grande 

Una de estos jóvenes que se abre paso en la astronomía es Nataly Solano, una aventajada atlanticense, estudiante de microbiología con énfasis en las ciencias astronómicas. A través de sus estudios está vinculada al programa Cubes in Space de la Nasa, cuyo embajador en Latinoamérica es el Grupo Apolo que permite a los niños y jóvenes enviar sus proyectos al espacio. Junto a varios estudiantes, Solano hizo parte del grupo que envió a un tardígrado y semillas de palma amarga al espacio en 2017 para posteriormente investigar los efectos de este experimento. 

Mauri, una semilla de Sabal mauritiiformis, mejor conocida como palma amarga fue la especie escogida para ser enviada al espacio. Este tipo de palmeras son comunes en la región Caribe, especialmente en el Atlántico, donde se encuentra uno de los municipios de mayor producción, Piojó. Por su parte, Yiya, un tardígrado de la Guajira de 0.5 milímetros, puede sobrevivir al frío extremo, aguantar hasta 10 años sin comer y no le afecta la radiación. Ambos fueron enviados en pequeños cubos a bordo de un cohete junto a proyectos de jóvenes de otras nacionalidades. 

Después de un par de semanas los cubos se encontraban en tierra nuevamente y tras un período de investigación encontraron el nivel de resistencia de ambas partículas. Nataly lidera el semillero de investigación infantil del grupo Apolo, mientras adelantaba la investigación de los efectos y transformaciones surtidos en las partículas enviadas al espacio desde Cubes in Space. Desde su experiencia y aprendizaje continúa incentivando su propio amor por las ciencias a los niños y jóvenes con los que trabaja y de esta manera continuar enviando proyectos a través de este programa internacional de estudio.

El “astrobacán”        

El grupo Apolo nace a partir de la necesidad de poder “contarles a los niños y jóvenes del barrio las curiosidades y datos de fenómenos que los vivíamos pero no comprendían. Hoy el grupo es una herramienta para reivindicar el papel de la ciencia en la sociedad”, comenta Jorge Salazar, más conocido como Tato o el “astrobacán”, director y fundador desde hace más de 10 años del Grupo Apolo, un colectivo que lidera proyectos como Cubes in Space desde el Atlántico y Estrellas en la playa.   

Jorge es un apasionado por el conocimiento científico y un gran admirador del espacio exterior, que ha llevado estas dos grandes aficiones a su campo profesional a través de la divulgación científica con el Grupo Apolo. “Con ‘Cubes in space’, somos los embajadores en Latinoamérica, esto ha permitido a estudiantes de nuestra región y a otros estudiantes del país, a enviar sus experimentos a bordo de un cohete de la Nasa, algunos de ellos no tienen la opción de una educación de calidad y a través de esta plataforma pueden no solo encontrar su vocación sino también pueden encontrar su vocación profesional, esta influencia que podamos ejercer sobre esta generación resulta muy gratificante”, apunta Salazar.  

Por su parte, ‘Estrellas en la playa’, dice, era “un parche que empezó con 10 personas que íbamos a la playa a observar las estrellas, luego, la siguiente vez fueron 50 y ahora es la congregación de entusiastas observadores del cielo más grande a nivel nacional, en ocasiones se reúnen cerca de 3.000 o 4.000 personas llegan a la playa con la excusa que puede suponer ese espectáculo natural sin que se les cobre un solo peso”.

A través de esta iniciativa, decenas de niños, niñas y jóvenes en el departamento del Atlántico se reúnen para experimentar e intercambiar conocimientos sobre los distintos frentes en las ciencias, acercándolos a las comunidades de los barrios, en proyectos en los que los niños son quienes se encargan de dar a conocer sus avances investigativos.  

La otra cara de las matemáticas 

Generalmente se asocia a las matemáticas y las ciencias exactas con fórmulas que no se usan nunca, pero resulta que la ciencia está en todos lados. Si comenzamos a comprender que distintos productos desarrollados desde la astronomía se han convertido en algo esencial en nuestra vida diaria, podríamos acercarnos más naturalmente a las ciencias. Algunas invenciones como los computadores, los satélites de comunicación, los teléfonos celulares, la tecnología Wi-Fi, los sistemas GPS, los paneles solares y los aparatos de resonancia magnética, entre muchos otros, sumados a su influencia en el desarrollo del pensamiento humano, han nacido precisamente en estos campos.

Pedro Bonilla, es un joven de Galapa, Atlántico que ganó una beca para estudiar en la NASA. El joven que está cursando la licenciatura de Matemáticas en la Universidad de Atlántico se ganó la beca, en 2021, con su proyecto Cloudcomputing el cual busca incentivar el aprendizaje matemático en estudiantes de bachillerato. En un inicio la Nasa preseleccionó a 4.000 personas alrededor del mundo para que entrara en la competencia rumbo al objetivo final. Para la segunda fase solo pasaron 60 personas, donde Pedro quedó en primer lugar.

Después de una prueba psicológica, la agencia aeroespacial lo escogió para poder cursar el IASP de manera presencial en Alabama, Estados Unidos. El Programa Internacional Aéreo y Espacial de la Nasa es un curso que envuelve el trabajo en equipo, la solución de problemas y la comunicación entre los estudiantes y los expertos de esa organización. Lo que se busca con esta formación es solucionar problemas inesperados o adaptarse a las nuevas realidades que pueden generar estos inconvenientes.

Entusiastas de la astronomía vs. institucionalidad científica

A pesar de las dificultades que se presentan en el territorio colombiano a nivel educativo, más aún cuando se trata de este tipo de actividades específicas, no deja de sorprendernos la capacidad de los niños, niñas y jóvenes para sobreponerse a situaciones como el difícil acceso a la educación de calidad, el bullying de los compañeros con intereses diferentes, la centralización de espacios científicos y metodologías de estudio que no concuerdan con la actualidad.
Precisamente, la presidenta de la Asociación de Astronomía de Colombia, Diana Rojas puntualizó: “si enseñáramos esto desde pequeños, probablemente tendríamos un país más desarrollado, con muchos más avances científicos y niños y jóvenes enamorados de esta ciencia”.

En Chévere Pensar en Voz Alta, conoceremos la historia de los tres jóvenes que desde sus enfoques diversos en las ciencias, nos muestran el creciente interés desarrollado hacia la astronomía y que, gracias a proyectos de divulgación científica, planetarios, observatorios, experimentación o intercambios, logran dar respuesta a algunas de sus preguntas surgidas en la inmensidad del universo celeste.