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Jorge Drexler y una noche para calentar el alma

El cantante uruguayo regresó a Bogotá para compartir la vida con un público conmovido y entregado a la música. 
Lunes, 3 Octubre, 2022 - 03:30

Por: Juan Sebastián Barriga Ossa

¿Existe una forma de estar entre seis mil personas y sentirse como en una sala, frente al fuego, cantando rodeado de amigos y compartiendo un momento íntimo de felicidad y amor? Sí, en un concierto de Jorge Drexler. Eso es lo que produce este cantautor uruguayo que con su carisma, humildad, talento y calidez, logra detener el tiempo y llevarnos a una especie de burbuja en la que solo hay bienestar y una que otra lágrima. 

El 30 de septiembre, en el Movistar Arena de Bogotá, Drexler le regaló al público de la capital una noche hermosa en la que se vivió una experiencia hipnótica que conectó al artista y su talentosa banda, con cada una de las almas que llegaron al recinto. Rostros sonrientes, ojos conmovidos, pieles erizadas marcaron este encuentro de música, cuentos y sorpresas. 

Briela Ojeda fue la encargada de ir calentando la fría noche bogotana, con su ensamble en el que esta vez cantó con arreglos de bajo y el acompañamiento de la voz de Lalo Cortés. Poco a poco la gente se fue acomodando en las sillas, mientras esta cantante pastusa compartía esa magia tan bella de tonos morados y verdes que siempre alegra los corazones que la escuchan. 

Ya con el lugar lleno, caliente y expectante, comenzó a sonar un audio de WhatsApp en el que una mujer de voz dulce hablaba sobre el Mesoproterozoico, que fue la introducción a la entrada de Jorge Drexler al escenario, que salió con una enorme sonrisa, saludó, se arrodilló, besó el suelo y comenzó la fiesta. 

Este músico tiene una conexión muy fuerte con Colombia, y entre sus múltiples historias contó que su abuelo vivió en Manizales, que antes de la cuarentena su último concierto fue en Bogotá y que esta fue la presentación más concurrida de la actual gira, por lo cual el cantante estuvo totalmente entregado a la gente. 

Siempre risueño y hablando con una calma reconfortante, Drexler eliminó cualquier barrera entre el escenario y el público. Cada canción se sentía como si no hubiera nadie más en el lugar, como si Drexler estuviera cantando solo para uno, mirándolo a los ojos, dedicándole cada acorde. Cómo no enamorarse de esa calidez, cómo no sucumbir ante esos ojos brillantes, esa enorme sonrisa y esa sencillez hipnótica.

Cada silencio entre canciones e historias era cortado con alguna voz que gritaba: “¡te amo!”. Es imposible no amar a Drexler y sus canciones tan cotidianas, poéticas, graciosas y reflexivas que se sienten como conversaciones con los amigos. Como una tarde fresca con un bello atardecer, unos tragos y buena onda. Como un abrazo con la persona amada o como un beso robado. 

Tal vez lo más impresionante de la presentación fue ver al público ensoñador perdido entre el sonido. Parejas abrazadas, ojos aguados, cuerpos que bailában eufóricos, palmas limpiandose las lágrimas que caían por las mejillas, todo el ambiente era un poema enorme al amor y a la vida. Seis mil cuerpos con todos sus órganos y toda la sangre de sus venas conectados a través de la voz de este cantante. 

En esta ocasión, Drexler presentó casi todo su nuevo álbum llamado Tinta y tiempo, el cual fue compuesto en pandemia y según contó fue muy complejo porque ante la ausencia de cuerpos y oídos con los cuales compartir, había un elemento que le impedía acabar con las canciones. Pero por fortuna estamos en el 2022 y ese elemento volvió, el calor humano, el cuerpo del otro, o de la otra o del otre, o mejor dicho del alma que posea ese saco de órganos que da tanto gusto tocar, oler, abrazar, besar. 

Pero a la par de las canciones nuevas, que para sorpresa y gusto del uruguayo fueron fuertemente coreadas, también cantó varios de sus clásicos como: “Movimiento”, “Silencio”, “Todo se transforma”, incluso una de las composiciones que lanzó hace 30 años, hecha con un homenaje a “Puente” de Cerati. Lo cual creó un viaje entre el tiempo y el espacio que celebró la amistad y el gozo de vivir. 

Uno de los grandes momentos de la noche fue cuando en “Tocarte” salió el ensamble femenino de tambores Iyatambor, que le dio euforia y cumbia a la noche. El toque perfecto para terminar de armar un momento único, el cual cerró con todas las artistas sobre el escenario, incluyendo a Briela y su equipo. 

Al final el único pesar fue que el concierto no durará más, pero la sensación se va a quedar dentro durante un tiempo largo. Salud por esa noche tan inesperada, por los amores del pasado, del presente y el futuro; por los corazones impares, la causas perdidas, las derrotas, las victorias, las islas de una casa, las palabra que se guardan y las que se comparte, las amistades, las tristezas y sobre todo, las alegrías.