Viaje al universo cinemático de Puerto Candelaria

La banda lanzará Cinema Trópico (2019), un disco que buscará, desde el sonido, pintar los paisajes que han ido creando en estos veinte años.
Viernes, 7 Diciembre, 2018 - 09:40

Por: Sebastián Martínez Pavas

A lo largo de su historia, Puerto Candelaria ha hecho lo que ha querido en la música. Ha transgredido fronteras, fusionado corrientes musicales (desde la música clásica, la académica, hasta la tropical) y se ha inventado un universo narrativo donde sus locuras tienen total cabida. Ese universo es el que abre cada concierto Juancho Valencia y su combo, y al que nos hace partícipes desde cada acorde, cada letra y cada baile.

En veinte años, hay muchos puntos de quiebre para entender cómo el camino trazado los trajo hasta aquí. Con Juancho Valencia, decidimos hacer ese recorrido que, como lo será Cinema Trópico (2019), el próximo disco en arribar desde este Puerto, vamos a tratar como una película.

Primer acto: lo recorrido hasta aquí

Resumir dos décadas de creatividad e irreverencia es realmente difícil pero, y asemejando a las elipsis (o saltos temporales a momentos pico de un relato), vamos a reconocer tres momentos dentro de ese viaje ya andado que ha sido Puerto Candelaria.

“La primera etapa, hace veinte años, se puede resumir en inocencia. Éramos un grupo totalmente inocente y curioso (curiosidad que, sin duda, se vio plasmada en la fusión de lo tropical con lo académico desde la música). La segunda época es la de internacionalización, cuando el grupo comienza a tener igualdad de conciertos en el exterior y a nivel nacional, entonces nuestra música comienza a fusionarse con sonidos muy lejanos a nuestra culutura como la música de los Balcanes, la música brasileña y otros sonidos que recogimos en esos años. Una tercera etapa sería la de canciones, donde entra Maga la Maga (Magaly Alzate) con todo su talento como cantante, y comenzamos a profundizar en el concepto de la canción, y nos preguntamos qué teníamos que decir que podía expresarse en canciones”.

Para ellos, la brújula durante estas décadas ha sido justamente la posibilidad de combinar universos sonoros diversos bajo sus propias reglas, que siguen construyéndose con los días. Todo este proceso parte de algo tan simple como reconocer la mezcla de cosas que son: “porque los colombianos somos unas combinaciones inverosímiles de gustos, de colores, de maneras de pensar tan diversas, a veces totalmente opuestas, y de eso se trata construir un sonido. Nosotros crecimos con el rock en español, pero también lo hicimos con la salsa, en nuestras casas sonaba vallenato y porro,  y luego en la universidad estudiábamos la música clásica y el jazz. Simplemente somos el resultado de una realidad cosmopolita”.

¿Y entonces cuál fue (y es) la clave para entender algo de cada cosa, tan diferentes algunas entre sí, y crear un sonido que tuviera de todo pero que, a la vez, fuera tan original? Podría sintetizarse en una palabra: deconstrucción: “la deconstrucción es construir con un interés más común. Es destruir con amor, con conocimiento y con respeto”.

Segundo acto: de películas y cuentos infantiles

Arribamos al presente de Puerto Candelaria, al proceso que, aparte de sus múltiples viajes por diferentes parajes (locales y lejanos) para presentar su música, los ha ocupado durante estos meses: la creación de Cinema Trópico (2019), el disco que será lanzado en 2019 y del que ya hemos conocido canciones como Con un minuto, Crazy party y Humo. Y para la creación de este álbum, han asumido el reto de crear una película con sonidos: “queremos llevar el carácter cinematográfico a la canción tropical. Es un viaje en el que cada canción está acompañada de un momento audiovisual mágico que cita a maestros del cine o momentos de la historia cinematográfica” Y se notan: desde los primeros acordes de Con un minuto nos podemos sentir en la Francia de Amélie, o con la densidad sonora de Humo experimentamos auditivamente la distopía de filmes como Blade Runner. 

El asumir un proyecto de esta complejidad no se hace a la ligera. Para subirse a este viaje, primero entendieron que, el presente, está marcado por la conquista de lo que Juancho Valencia considera la madurez de Puerto Candelaria: “nos sentimos en un momento muy personal, donde cada nota, cada canción se siente un conocimiento y una madurez musical”. Aunque, desde la mente creadora de Juancho, encontrar este estado no es más que alcanzar una cumbre para seguir escalando, “es como haber llegado a un lugar desde un viaje emprendido veinte años atrás, pero reconocer que tenemos que emprender otros viajes”.

Y esos viajes no pueden ser más que seguir creando, inventándose reglas para luego romperlas. Es así como, sin siquiera haber dado a conocer el metraje completo de su película sonora, ya andan pensando en lo que vendrá: “con Puerto hemos pasado por los lados en la intervención de la música infantil pero queremos profundizar en ella". Es así como están conceptualizando canciones para niños que, en palabras del Sargento Remolacha, "inviten a los niños a la locura, a desobedecer, al juego, a preguntarse, a cuestionarse, a no hacer la línea con los puntos, a que forjen su carácter y su criterio”.

Tercer acto: seguiremos siendo raros

Una de las definiciones de la palabra “raro” en el diccionario de la RAE habla de algo “extravagante de genio o de comportamiento, propenso a singularizarse”, y es posiblemente este sentido de la palabra el que permita entender por qué ellos mismos se consideran raros. Y es que esa singularidad, que incluso puede rayar en la extravagancia (entendida de buena manera, claro) es para ellos una filosofía de vida, enmarcada en la independencia:  “la música independiente, aquella que no se deja regir, callar, la música creativa, tiene que pelear a diario con unos kraken de miles de cabezas”. 

Y es justamente esa lucha constante la que los ha llevado a aprender a hacerle el juego al mercado, a lo mainstream para, desde la independencia, seguir comunicando esa visión particular de las cosas: “siempre y cuando crucemos la raya con la intención de invitar a la gente a escuchar otras músicas, de ver el mundo diferente, de atreverse a ser raro, de escoger cosas diferentes no solo en la música sino en el arte, en la comida, en los hábitos ambientales y hasta en los hábitos sociales, vale la pena el sacrificio”.