De “La Perra” a “Caperucita se come al lobo” con Pilar Quintana

Una charla con la escritora caleña sobre la novela, el cuento, el feminismo y sus más recientes libros.
Domingo, 16 Agosto, 2020 - 04:49

Por: Nadia Orozco Moncada

"Supe que de verdad había muerto porque sobreviví a un accidente de avión. Antes de eso pude morir en otras ocasiones, pues tuve, en este orden, malaria, un marido maltratador, un aborto retenido, un infarto, una cesárea de emergencia y una apendicitis de cinco días que por poco se convierte en peritonitis..”

Fragmento del cuento “Hasta el infinito” (Caperucita se come al lobo - 2020)

 

Pilar tuvo una cesárea de emergencia, sufrió la agresión de su ex marido, un infarto y también malaria. En cada uno de esos momentos se preguntó qué hubiera pasado si se hubiera muerto o, peor, qué tal si sí murió y nunca se dio cuenta. Desde el raigón de esos cuestionamientos, de esas fantasías retorcidas –como ella mismas las llama-, de su imaginación dando tumbos por un universo de mundos terribles, y de la misma crudeza de la realidad, nace “Hasta el infinito”, uno de los ocho cuentos que componen con solemnidad “Caperucita se come al lobo” (2020), el libro que la escritora caleña lanza por primera vez en Colombia.

La historia que atraviesa este libro es particular, si se quiere irónica. Primero hay que decir que es una obra donde el deseo y la violencia se suscriben como dos agentes importantes de las narraciones, a veces se entrelazan o a veces funcionan independientes; donde los personajes se ven pataleando en caudales briosos de deseo que desembocan -casi siempre- en impulsos sexuales que a veces no tienen explicación. Es, en resumen, un compendio de relatos cortos donde hasta lo que no se dice está cubierto con el manto de los instintos más animales.

La primera edición de este libro fue lanzada en el 2012, en Chile. Tres años después, fue incluido, por el Ministerio de Cultura de ese país, en un paquete de lecturas infantiles que fue a parar a más de 200 colegios. Cuando los niños se encontraron leyendo cuentos con un alto contenido sexual y lo comunicaron a sus padres y profesores, el escándalo no fue menor. “Niños de escuela básica recibieron libros con contenido pornográfico de parte del Mineduc”, eran algunos de los titulares que cubrían la escandalosa noticia, que tomó tintes políticos. [Encuentre toda la historia en este capítulo de Radio Ambulante].

Ocho años después, Quintana lanza, por primera vez en Colombia, una segunda edición del mismo libro, esta vez con la novedad de tener tres cuentos más que el original. Hablamos con ella sobre el lanzamiento, su novela “La Perra” (2017) que acaba de ser traducida al inglés y será lanzada en doce idiomas, el feminismo y los finales.
 

¿Cómo los lugares y la geografía que has recorrido han sido cruciales para tus relatos?

Yo creo que soy una escritora de atmósferas, de construirlas. Para mí el espacio literario es muy importante. Cali ha sido una gran protagonista de mis relatos y mis novelas, justo ahora estoy trabajando en una novela nueva que transcurre una parte en Cali y otra parte en el 18, en las montañas de la ciudad. “La perra” es en el Pacífico colombiano y también he venido escribiendo unos relatos en ese mismo escenario. La verdad no he escrito mucho de Bogotá, salvo un cuento que transcurre en la ciudad.

Viajé tres años por Sudamérica, Estados Unidos, India, Nepal y Australia, y luego regresé a Colombia a hacer mi propia casa con mi ex marido en un acantilado selvático del Pacífico colombiano frente al mar, fueron nueve años en los que viví ahí. Fue de las aventuras más grandes que he tenido en mi vida y uno de los lugares más impresionantes en los que haya vivido y que más me marcaron.

 

“La perra” se nutre de esa experiencia que tuviste en el Pacífico, pero al estar nueve años viviendo allá, ¿se quedaron por fuera otros relatos?

Yo creo que “la Perra” es un universo narrativo grande, en el lugar donde transcurre tenemos la historia de Damaris, la protagonista, esta es una historia pequeña dentro de un gran entramado. Para esa historia construí otros personajes, los creé con mucho detalle, pero al final no los metí, porque no hacían falta para contar la historia. Pero poco a poco he venido desarrollándolos y trabajándolos y, no sé si pronto, pero en algún momento va a salir un libro con esos cuentos que transcurren en ese universo narrativo. Yo soy una escritora muy lenta.

 

¿”La perra” iba a ser un cuento en principio?

Yo estaba planeando una serie de historias que ocurren a parejas que viven en lugares aislados. Pensé que "La Perra" iba a ser el cuento más largo de la serie, pero cuando terminé de escribirlo me di cuenta que se había independizado totalmente y que era una novela. Para mí como autora fue una gran sorpresa, porque yo escribo mucho, pero publico poco, me demoro trabajando una sola historia y muchas veces las abordo en la mitad del camino, entonces darme cuenta que había hecho una novela fue una sorpresa maravillosa.

 

¿Cómo cambió todo el panorama narrativo cuando te diste cuenta que ya no era un cuento lo que tenías?

Hay una línea clarísima que separa al cuento de la novela: cuando un relato tiene 200 páginas es innegablemente una novela, cuando tiene menos de 60 páginas es innegablemente un cuento. Las novelas de 200 páginas son novelas ambiciosas y no porque sean mejores, sino porque pretenden contar la vida de un personaje o un suceso largo; en cambio, los cuentos son de menor ambición porque no quieren contar el mundo entero, sino un momento pequeño o específico de ese personaje. “La perra” es un cuento, solo que se pasa del número de páginas que debería tener y eso se llama novela corta. Ahí hay una franja extraña, de novelas cortas o nouvelles, que hace que la gente se pregunte si es un cuento o una novela.

Pasa por ejemplo con “La metamorfosis” (Kafka), que a veces la venden como novela o a veces la encuentras en libros titulados “La metamorfosis y otros cuentos”; o “El viejo y el mar” que tiene una estructura de cuento, pero por el número de páginas se vuelve novela; y lo mismo con “El coronel no tiene quien le escriba”.  Yo creo que “La perra” se inscribe ahí, en esas historias con estructura de cuentos, pero que son demasiado largas para llamarse cuentos, entonces pasan a ser nouvelle.

 

¿Cómo manejas los finales? ¿Es distinto el final cuando haces el cuento que cuando haces una novela?

Yo creo que los finales son una marca muy personal. A mí siempre me gusta traer el final un poquito hacia atrás y no dejarlo en el final, dejarlo un poco abierto; hago eso tanto en los cuentos como en las novelas. Hay una impostura muy harta y es la idea de un final definitivo porque en la vida no lo hay, el único final definitivo es cuando uno se muere, pero igual la vida continúa para los demás. Como las telenovelas que terminan cuando las parejas se casan, pero en realidad ese es el comienzo de otra historia. A mí no me gusta dejar un final definitivo ni cerrado, donde sepamos cómo terminó todo el mundo porque en la vida se termina algo e inmediatamente continúa otra cosa. Hay personas que tienen que hacer cuentos con una sorpresa, generalmente lo que hago es que cuando llegamos al momento clímax, hay una pequeña bajadita, ahí lo termino.

 

La violencia y el deseo son dos temas que atraviesan el libro “Caperucita se come al lobo” ¿Son esos dos temas  ineludibles, de alguna u otra forma, en la vida de las personas?

Yo no sé si en la vida de todos, pero sí son un tema constante para mí. Cuando publiqué “La perra” me decían que habían cambiado porque no había sexo, pero yo pensaba “sí hay sexo, solo que no sexual sino reproductivo, no hay deseo sexual pero sí hay deseo de la maternidad”. Para mí son temas definitivos porque me atraviesan entera como persona, como mujer, como escritora. Son la base de todos los temas que yo narro.

 

En el cuento “La violación” surgen muchas preguntas sobre cómo opera el deseo y en qué momento se condena, por ejemplo. ¿Cómo fue tu lectura del deseo en el caso de este cuento?

Yo tenía una pregunta de hace muchos años y era cómo funcionan las violaciones. Conocemos el típico cuento de la violación, de una mujer atacada por alguien armado en un parque oscuro, la obligan y ella no tiene más remedio que someterse porque la amenazan y la violan. Cuando uno ve las estadísticas esas violaciones ocurren pero son mínimas, en cambio las más comunes ocurren en su propia casa y en la mayoría, el 90 %, su violador no es un hombre extraño, malvado, sino una persona de confianza: es el papá, el primo, el hermano, el padrastro, el novio de la madre. Esas violaciones atraviesan una zona gris donde no siempre la víctima sabe que está siendo violada.

Muchas veces la víctima, si es una menor de edad, puede creer que es una relación legítima, que hay amor y tendrán que pasar muchos años para que esa niña se dé cuenta que hubo abuso, que fue violencia sexual. Yo me preguntaba por ese tipo de violaciones y quise ponerla en escena; ahora lo inquietante del cuento, y lo que me asombra a mí misma, es que no está contado desde la víctima, sino desde el hombre que desea y que le parece que su deseo es legítimo. Él sabe que no está bien, pero sigue por ese camino porque la niña no está gritando, ni le está diciendo que no; incluso hay un momento donde pareciera que disfruta. Yo quería ver todo eso desde el punto de vista del violador.

 

Con el escándalo en Chile, no todos los comentarios fueron negativos. Muchas personas decían que les había servido para poner el tema de la violación sobre la mesa y explicárselo a los niños…

A mí eso me sorprendió muchísimo, porque el alcalde del pueblo donde un niño leyó el libro de "Caperucita se come al lobo" decía que era muy perjudicial para los alumnos y estudiantes leer una violación de una manera detallada, y yo dije: “bueno no lo escribí para niños, no es un texto que esté dirigido para niños. Pero si mi hijo lo lee sin darme cuenta, porque lo sacó del estante, qué hago: ¿lo escondo o pongo el tema sobre la mesa y le hablo sobre cómo ocurren las violaciones?”. Lo perjudicial no es que un niño lo lea sino que lo violen. A nosotras de chiquitas no nos dijeron que así eran las violaciones, entonces yo creo que es necesario poner el tema y decirle a las niñas, "cuidado con tu papá, tu abuelo, tu tío, tu novio  y tu padrastro".

 

Con estos cuentos tuviste censura en Chile y en China ¿Cómo ha sido volver a lanzar este libro en el contexto colombiano? ¿Cuál ha sido la respuesta?

Antes de que fuera publicado el libro, fui censurada en China por tres cuentos que pertenecían a esa colección, y el escándalo de censura en Chile porque llegó a escuelas de niños, fue en 2015. Yo creo que ha transcurrido mucho tiempo desde eso y el nivel de la discusión en Colombia ha avanzado. También tiene que ver con el tratamiento que le ha dado la editorial, su posición no fue censurar sino de poner la conversación, no con ojos del escándalo, sino del análisis, y eso le dio mucha altura.

Yo creo que desde el 2012 hasta acá el feminismo que es combativo en redes, que está haciendo su lucha ahí, ha abierto el espectro de la discusión y nos ha mostrado cómo suceden las violencias y las ha desnormalizado, le ha puesto un nombre. El movimiento feminista y el “Me too” ha sido vital. Otra cosa que ha cambiado es cómo se recibe la literatura escrita por mujeres. Hace años estos cuentos eran vistos como los cuentos de una escritora caliente que escribe de sexo y a la que se le puede poner una mano en la pierna y picarle el ojo, así era vista muchas veces mi literatura. Por otro lado, también se veía que los temas que trataban escritoras, eran temas menores porque eran femeninos, ahora gracias al feminismo eso está empezando a cambiar, y esos temas son importantes porque son los de la otra mitad de la humanidad.

 

¿Cómo fue la construcción del feminismo en tu vida?

Yo siempre fui feminista, desde adolescente yo recuerdo que peleaba con mi prima y discutíamos sobre porqué la mujer era igual al hombre y porqué teníamos los mismos derechos. Yo no me llamaba feminista porque en ese momento eran mal vistas, eran unas señoras bigotudas, hartas, que odiaban a los hombres. Entre más ha pasado el tiempo y me he dado cuenta de los  momentos en que la sociedad machista me ha tratado de hundir me reconocí como feminista. Yo tampoco soy una feminista militante que esté en la calle marchando y dando la lucha, pero el feminismo en el que doy la batalla es en mi casa, señalando y trabajando en mis comportamientos machistas y dándole una educación no machista a mi hijo. Como mujer feminista todo lo que he hecho ha estado dirigido a mostrar los mecanismos de una sociedad que nos oprime a los mujeres.

 

¿Y esos procesos también han tenido repercusiones en tu literatura?

Sí, porque quién puede contar eso mejor que nosotras. Hemos visto la maternidad a través de los relatos de los hombres, pero es hora de verlos a través de las mujeres y eso nos ha traído una literatura bastante asombrosa. Últimamente lo que estoy leyendo son escritos de mujeres y es lo que más me he gustado porque es donde encuentro algo nuevo; la mujeres hablamos de los mismos temas de los que se han hablado siempre en literatura: del poder, el amor, el deseo, pero creo que ahora estamos viéndolos desde una óptica en toda su complejidad. No se habla de la madre santa y buena sino de una madre que no lo es, que por momentos está cansada de su hijo, de todo lo que no es maravilloso durante la maternidad. Estamos descubriendo unas emociones perturbadoras.

 

Otro tema que tratas tanto en “La Perra” como en “Caperucita se come al lobo” es la muerte. En el cuento “Hasta el infinito” está tu propia visión de la muerte, y en “La perra” hay un episodio donde un niño muere…

Hay algo que siempre me pasa en las novelas y es que analizo cómo lo que haces hoy tiene que ver con eventos del pasado, cuáles eventos me determinan como persona. Cuando yo tenía seis años vi en las noticias la historia de Nicolasito, un niño de un año y medio que murió y eso para mí fue una tragedia incalculable porque ahí me di cuenta que los niños nos moríamos, que no solo le ocurría a los viejitos. Él no era nada mío, pero me marcó profundamente; yo trato de hacer eso con mis personajes: entender que en el pasado hay unas heridas y unos momentos determinantes que hacen que vos seas las persona que sos ahora.

 

En “Caperucita se come al lobo” encuentro personajes que tienen que ver con el conflicto de alguna manera, con el contexto colombiano.

Yo he contado algunas de nuestras realidades, pero como telón de fondo. Si te fijas en “La perra” hay una base naval, hay balas perdidas, soldados, hay una guerra que no está presente en la narración. En mi novela “Coleccionista de polvos raros” está el cartel de Cali y se cuenta en dos momentos, a finales de los ochenta y finales de los noventa, y vemos el cartel de Cali en pleno auge y el cartel desarticulado. Si creciste en Colombia y naciste en los setentas o en los ochentas, inevitablemente tu vida estuvo atravesada por la violencia de la guerra y del narcotráfico; así fueras el más privilegiado tu vida está atravesada por la guerra. Yo la he contado desde el lugar en el que puedo, y creo que en algún momento sí tengo que entrar a contarlo de una manera muy personal que todavía no he encontrado.