Will Smith y Chris Rock

Sobre la supuesta necesidad de tomar un bando en el caso de Chris Rock y Will Smith

Si bien el polémico caso atravesado por reflexiones en torno al género, la violencia, el entretenimiento y la raza desató unas discusiones importantes, también debería hacernos cuestionar sobre cómo interactuamos en redes sociales.
Martes, 29 Marzo, 2022 - 03:42

Por: María Claudia Dávila

Caída la tarde del domingo, millones de personas en todo el mundo fueron partícipes de uno de los momentos más bochornosos en la historia de los Premios Oscar. Chris Rock, quien presentaba una de las categorías del certamen, amplificaba su voz con un micrófono para burlarse de la cabeza rapada de Jada Pinkett, quien sufre de alopecia y ya ha hablado antes de su condición. A la cara de molestia de Pinkett y su silencio, tal vez de consternación y shock por el comentario, se sumó la respuesta de Will Smith, quien sacó el pecho, se paró de su asiento, le pegó una cachetada al presentador y luego lo insultó diciéndole que se callara y que no hablara de su mujer. Con un típico abordaje desde el humor gringo, Rock siguió haciendo chistes, acompañados —y de alguna manera acolitados— con carcajadas y aplausos del público, diciendo que este, tal vez, habría sido uno de los episodios más importantes de la televisión. 

Después de eso fueron muchas las respuestas, sobre todo centradas en ellos dos. Hubo quienes condenaron la actitud burlona de Rock, diciendo que evidenciaba un machismo bastante enquistado en nuestra cultura, uno que normaliza los comentarios sobre nuestros cuerpos y que perpetúa una imagen e idea tóxica de cómo debemos vernos las mujeres. También hubo quienes condenaron el hecho de que Smith se levantara a violentar a Rock: esto, decían, es peligroso y misógino porque acentúa la noción de que necesitamos ser rescatadas, defendidas, salvadas por un hombre y no podemos valernos por nosotras mismas. Otros, simplemente apelaron al argumento de que la violencia no soluciona nada y no debería justificarse en este u otros espacios. 

Y aunque hubo quienes condenaron a los dos y reafirmaron por ejemplo, la pregunta sobre Jada y cómo se sintió, también en redes sociales hubo una oleada de discusiones atrincheradas desde dos bandos: el de Rock y el de Smith. Fueron discusiones que más que abrirse a la complejidad del asunto que involucra reflexiones profundas alrededor del género, la raza, el entretenimiento y la violencia, simplificaron todo a la moral del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto. 

Pero también, en medio de la polémica surgieron posiciones que dejaron ver justamente esas contrariedades. Por ejemplo, Afrofeminas, una comunidad para mujeres y personas no conformes con el género afrodescendientes y racializadas de habla hispana, se pronunció diciendo que para las feministas blancas era muy fácil condenar la actitud de Smith, porque no lograban ver la dimensión racial del asunto. 

 


Por su lado, opiniones como las de Fat Pandora, quien desde hace 10 años creó un blog en el que reflexiona sobre lo que significa tener una talla grande y desafiar los estereotipos de género basados en la imagen de las mujeres, dejaron ver la dimensión oscura del humor, del bullying normalizado, pero no celebraron y tampoco condenaron lo que muchos sí hicieron en redes, en nombre de lo “salvaje”, “de lo poco medido” y mucho menos “civilizado”: la respuesta de Will Smith. 

 

 

Y es que justamente lo interesante de que esto pase en la palestra pública es que permite complejizar las narrativas que tenemos del mundo y de la realidad, en lugar de reducir y simplificar todo al tan afamado escrache en redes sociales y a esa acción de condenar y señalar con el dedo toda actitud, como si no fuéramos seres también falibles. Y aunque no se trata de ser inquisidores y mandar a todos a la hoguera de la vergüenza en nuestros muros de redes, sí podemos aprovechar momentos como este para preguntarnos por los límites de nuestras acciones relacionadas al humor, al género y a la violencia. 

Una de las preguntas que surge inevitablemente es por qué la cultura del entretenimiento sigue basándose en un humor que los destruye todo a su paso. No se trata solo de los gringos en los Oscar, se trata de un Sábados Felices basado en el racismo, el clasismo, la violencia, un Don Jediondo que no puede existir sin la misoginia, el sexismo, el morbo llevado al extremo. Se trata de nosotros como hijos de esa cultura que en nombre de la risa, pasa por encima de la individualidad, ofende desde el prejuicio al otro sin ningún tipo de tacto y aplaude, para no incomodar, el chiste opresivo. 

La segunda es por qué seguimos como sociedad priorizando la narrativa en torno al macho, a lo que hizo y dejó de hacer. ¿Por qué en medio de toda esta polémica fue tan poca la fijación en lo que sintió Jada y no “la mujer” de Smith?, ¿por qué la academia está supuestamente tan preocupada por investigar a este actor y su deshonra en un espacio tan decoroso como supuestamente son los Oscar y no por hacer un esfuerzo por repararla o resarcirla cuando fue objeto de violencia y escrutinio público? O para llevarlo a nosotros: ¿por qué la pregunta no está en cómo dejar de fijarnos tanto en el relato del agresor, el criminal, el que se equivocó y no más bien en crear espacios seguros desde la familia y la cultura para las mujeres? 

Luego del episodio, Will Smith dio un discurso en el que abrió con la frase “el amor te hará cometer locuras” que fue examinado con desdén por miles de personas que a manera de lección extrajeron varias premisas que podrían ayudar a otros.

“Basta de opinar sobre los cuerpos y el físico de los demás”, “basta de pensar que las mujeres necesitamos quien nos defienda”, “basta de callar ante situaciones que son incómodas y peligrosas para nosotras”, “basta de creer en el amor romántico”, “basta de justificar la violencia con supuesto amor”, “basta de masculinidad y feminidad con la carga estereotipada que conllevan los géneros”, dice a manera de resumen una publicación sobre este caso y si bien la intención pedagógica de la misma tiene sentido y podría servir como marco de referencia, se le escapa lo contextual. 

Se le escapa el hecho de que a veces no podemos hablar, que sí nos viene bien un apoyo extra de vez en cuando, que si bien nos podemos valer por nosotras mismas, eso no quiere decir que tengamos que hacerlo todo solas, que podemos apostarle a ciertos aspectos del amor romántico como la ternura y no por eso le jugamos al machismo. Y que la vida es muy compleja como para sacar de todo una lección moral que quepa en 280 caracteres de Twitter.