Paternidad transgénero: un testimonio de amor

Paternidad transgénero: un testimonio de amor

Hablamos con Julián Alexander Mejía quien tiene dos hijos y el menor lo llevó en su vientre.
Lunes, 21 Junio, 2021 - 02:51

Por: Juan Sebastián Barriga Ossa

Ser padre no es algo de una sola vía, es un proceso de aprendizaje que dura toda la vida. Es un infinito ciclo de prueba y error en el que nadie tiene una palabra final. Contrario a lo que tradicionalmente se cree, ser padre significa muchas cosas y hay muchas formas de serlo, porque padre no es necesariamente el que fecunda, padre es el que cría, el que ama, el que cuida, el que escucha, el que enseña. 

A la larga ser padre es una elección que va más allá de los roles que la sociedad intenta asignar a las personas, por eso es algo que incluso va más allá del cuerpo biológico. Porque se puede tener útero, gestar un bebé, darle de lactar y ser papá. Ese es el caso de Julián Alexander Mejía, quien tiene 37 años, vive en el corregimiento de San Cristóbal, Antioquia y es un hombre trans que tiene dos hijos. 

El mayor, Jerónimo, de once años, fue gestado por la ex compañera de Julián, con quien convivió muchos años y ahora mantiene una relación de amistad muy cercana y una paternidad compartida. “Él no es mi hijo de sangre biológico, pero es mi hijo de amor, de corazón, de mente”, dice con orgullo. 

El menor, Miguel Angel, tiene apenas dos años y medio y creció en el útero de Julián. Para él fue “un segundo regalo que me dio el cielo”, porque poder gestar y parir a este bebé, fue un proceso largo y complejo. Si bien desde que era pequeño Julián siempre soñó con ser padre, no estaba seguro de poder lograrlo, porque durante el proceso de transición de un cuerpo femenino a uno masculino, las hormonas y el tratamiento pueden afectar el sistema reproductivo.  

Pero el destino quiso que él pudiera gestar una vida en su vientre. Julián dice que esta decisión la tomó luego de que a su vida llegara Dulce María Rojas, quien es una mujer trans y con quien ha tenido una relación de convivencia y amistad desde hace varios años. La idea de traer al pequeño Miguel Angel al mundo fue de ella, quien luego de vivir dos años con Julián, le propuso tener un hijo y criarlo como amigos. Pero él no estaba del todo seguro. “Le dije que no porque ya lo había intentando y no funcionó”, cuenta: “además cuando los hombres trans iniciamos el tratamiento hormonal es difícil quedar en embarazo. Eso me daba susto porque además tendría que parar mi tratamiento. Pero me puse a pensar, ‘¿si esta es la razón por la que esta persona está en vida’”, agrega. 

Luego de hacerse los exámenes necesarios para saber si sus sistemas reproductivos estaban saludables, y parar por unos meses su tratamiento de hormonas, la pareja hizo una investigación exhaustiva y descubrió que había una forma de hacer una inseminación casera. Probaron y hoy Miguel Angel, es un niño saludable que crece en un hogar lleno de amor. 

“Para mí ser papá es algo maravilloso. Es algo muy personal, porque no todo el mundo quiere ser padre”, dice Julián quien agrega: “le doy gracia a Dios porque pude darle de lactar a mi hijo, lo cual fue una experiencia maravillosa, poder alimentarlo y formar esa conexión que se siente”.

Hoy Julián y Dulce María no viven juntos, pero son vecinos y al igual que con la madre de Jerónimo, comparten la paternidad. “Gracias a Dios mi bebé tiene la oportunidad de tener a su mamá y su papá porque así seamos trans él cuenta con esas figuras maternas y paternas a la vez. Siempre estamos compartiendo porque fue un regalo para los dos”. 

El mundo está lleno de niñas y niños atrapados en hogares sin amor, con padres irresponsables que en el mejor de los casos limitan su paternidad a ser proveedores. Pero en este caso, estos dos niños tienen la buena fortuna de estar rodeados de cariño y cuidado. “Lo más importante es enseñarles a nuestros hijos lo que a nosotros no nos enseñaros. Si él quiere jugar con una muñeca está bien porque los juguetes no tienen género”, explica Julián. Si bien donde viven son aceptados y queridos por los vecinos, nunca falta el comentario de “cortarle el pelo” o de “no lo vista de rosado porque eso es de niñas”. Pero él no se preocupa por eso, porque en su hogar lo que importa es “enseñarle a nuestros hijos valores y respeto por la comunidad y la diversidad”, y agrega: “traerlo al mundo con tanto amor es una cosa maravillosa, el mismo bebé lo siente porque es un niño muy amoroso”

A la larga lo más importante en un hogar es el amor. Esa es la clave de una buena convivencia, porque momentos duros siempre habrá en el camino. Pero el cariño de un padre que lo da todo por sus hijos es la mayor enseñanza que se puede heredar. Julián lo aplica todos los días de su vida. Pero admite que no ha sido fácil porque siempre existe el miedo. El qué diran, la discriminación, la falta de empatía, son factores que hacen más duro el día a día de las minorias sexuales, sobretodo en un país tan intolerante como Colombia. 

Pero poco a poco, algunos conceptos del pasado están siendo olvidados y para las familias como la de Julían, Dulce, Jerónimo y Miguel Angel, cada día es fácil desarrollarse en paz y armonía. 

Actualmente Julián tiene un canal de YouTube en el que da consejos y anima a la gente a ser sus verdaderos seres y a vencer el miedo. “Lo que más he aprendido es que siempre decimos no a las cosas que nos gustan. Yo siempre quise ser papá, pero me lo negué porque me daba miedo verme una barriga y sentir un ser dentro de mí, pero ha sido lo más bonito de mi vida. Siempre estamos pensando en qué pensará el otro, cuando deberíamos pensar: cómo me siento yo. Cuando salí del closet como hombre trans me sentí muy libre, es como tener una segunda vida. Me sentí como si tuviera alas

Sin duda, entre más hogares planeados se construyan y entre más padres le enseñen a sus hijos e hijas acerca de la importancia de ser libres y no discriminar, en el futuro más personas, podrán también abrir sus alas.