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Discurso de odio y el peligro de hablar sin pensar

Cómo identificarlos, cuáles son sus peligros y cómo hacer frente a este tipo de pensamientos es vital para crear un mundo mejor. 
Viernes, 17 Junio, 2022 - 05:29

Por: Juan Sebastián Barriga Ossa

La palabra tiene poder. A través de esta se transmite el conocimiento, se guarda la memoria, se nombran las cosas y se forjan las convicciones y las creencias. Lo que decimos y cómo lo decimos ayuda a darle sentido a la realidad; por eso hay que tener cuidado y sobre todo, conciencia de lo que se dice y lo que se escucha, ya que entre la furía, la inmediatez y el egocentrimso del presente es muy fácil que el odio, la discriminación y la violencia infiltren la palabra. 

Buena parte de nuestra percepción del mundo se construye a través de unir palabras en discursos que le den orden, claridad y estructura a las cosas. Como explica Diego Junca, miembro fundador de la plataforma Diálogos Improbables, los discursos son historias que nos contamos y entre los cuales intercambiamos, exploramos o divulgamos ideas y pensamientos. 

Pero hay que tener cuidado de no tragarse esas historias completas sin analizarlas y cuestionarlas, porque muchas veces estas traen narrativas violentas o discriminatorias. Con la excusa de la libertad de expresión, de la tradición o del “cómo deben ser las cosas”, se tiende a transmitir mensajes que vulneran, atacan o menosprecian a otras personas. 

Este tipo de discursos se conocen como discursos de odio, los cuales, según la historiadora, escritora y periodista, Vanessa Rosales, se pueden definir como: “una retórica, o como una fórmula del lenguaje que se basa en algún tipo de prejuicio, en alguna forma de exclusión y que de alguna manera contiene algún tipo de odio, de rechazo o repudio hacia algo que se siente como otro o hacia alguna forma de otredad”.

En una sociedad de pánico como la actual, marcada por la crisis económica, una pandemia, varias guerras y la inestabilidad política, el otro se vuelve algo a quién echarle la culpa de los problemas. Cuando se considera al que no es como nosotros como alguien distinto, extraño o peligroso, se lo deshumaniza muy fácilmente. El no ver al otro como humano, sino como la representación de todo lo malo, como una amenaza, se le despoja de su dignidad, de sus derechos y de su libertad de ser. 

La escritora y periodista Gloria Susana Esquivel señala que cuando se habla de discursos de odio es importante tener en cuenta que estos “buscan discriminar a grupos poblacionales que han sido oprimidos”, por ejemplo las minorías raciales, la población migrante, las disidencias sexuales y en nuestra sociedad patriarcal y machista, las mujeres. 

Pero esto no es algo nuevo, durante toda la historia de la humanidad se han encontrado este tipo discursos los cuales han sido usados para justificar todos los genocidios registrados desde el inicio de los tiempos. La diferencia es que antes el discurso venía directamente de una figura de poder que usaba los medios masivos de comunicación para difundir su discurso, ahora con la hiperconectividad cualquier persona escudada en una pantalla puede difundir e incluso masificar ataques contra el otro, en muchos casos sin medir las consecuencias. 

“Ahora todos podemos publicar lo que pensamos, todo el tiempo”, opina Gloria Susana. “Las personas con las redes sociales están muy propensas a publicar todas sus opiniones, muchas veces estas opiniones tienen estos discursos discriminatorios y cuando se les dice que esto no está bien, o es ignorante, o es un discurso de odio; generalmente las personas lo toman a la defensiva, mucho más si ese señalamiento se hace en una tribuna pública como lo es Facebook o como lo es Twitter y esto se puede volver una pelea para defenderse y decir soy racista, pero poquito” agrega. 

A parte, como explica Diego, la hiperconectividad hace que estas opiniones “se descentralicen. Todos tenemos la capacidad de generar contenido y de generar una audiencia, entonces eso hace que sea casi que inmanejable. Hoy no tienes cómo frenar eso, las misma plataformas son muy parsimoniosas para poder limitar los discursos de odio”. Y en esta viralidad sin control ni consecuencias han sucedido casos como como el genocidio de musulmanes registrado en Myanmar en 2017, perpetuado por el ejército y atizado y apoyado por la población budista desde Facebook. 

Algo complejo de este fenómeno es que los medios de comunicación tradicionales hacen muy poco para analizar o cuestionar estos discursos. “Hay una tendencia de algunos medios tradicionales en caer en el reduccionismo y en la simplificación, que no miran la complejidad estructural de los temas que abordan y eso puede contribuir a que la simplificación alebreste esa sensación de amenaza en lo otro”, comenta Vanessa. 

Dicha simplificación es causada en parte por la guerra del clic que viven los medios y el afán de tráfico. “Ahora la competencia no es entre los mismos medios de comunicación, sino que emergen otros pequeños medios, y entonces se ha vuelto una guerra por la atención de la gente y por los clicks. Los medios han tenido que tratar de competir contra esto y eso se hace sacrificando, calidad, objetividad y eso ha deteriorado la confianza y el papel de los medios de comunicación”, opina Diego.

El principal problema es que al no haber contraste y al darle a la gente solo lo que quiere oír, se nubla cualquier otra opinión y se cae en la radicalización del discurso. Por eso las zonas de comentarios de las redes están tan llenas de ira, porque esto se vuelve un espacio de desahogo, que no es para nada inofensiva ya que cuando las cosas pasan del discurso a la práctica trae consecuencias muy peligrosas. 

Por ejemplo los ataques homofóbicos en redes han derivado en casos como el que se registró en Chapinero en abril de 2022, cuando dos hombres atacaron a una pareja homosexual y mientras los agredían les gritaban “por maricas”. O más grave, el asesinato sistemático de hombres gays que se ha registrado en Medellín, que hasta mayo de este año se contaron diez homicidios que comenzaron con contactos en aplicaciones de citas como Grinder. O lo que se vivió hace unas semanas en Idaho, Estados Unidos, donde varios hombres blancos miembros de un grupo supremacista blanco llamado Patriot Front, fueron capturados con armamento, cuando planeaban atacar un desfile del orgullo LGBTIQ.

También existe un riesgo claro para la democracia, porque la propagación de discursos de odio viene acompañada de estrategias de desinformación y desprestigio que generan mucho ruido, centran las discusiones en las formas y no en los fondos y desvían la atención de los temas importantes, como por ejemplo las propuestas de los candidatos y que están diciendo públicamente o cómo se están comportando. 

Para hacer frente a estos discursos es importante aprender a identificarlos. Diego explica que la escritora alemana Karolina Henke en su libro Contra el odio señala tres características importantes: “la primera es la verticalidad, o sea que quien mantiene ese discurso lo hace desde una posición por encima del otro o que se cree mejor que el otro; la segunda es la generalización y es que el no categorizar a un individuo, sino que de una vez lo calificas dentro de un grupo general que tú estás rechazando, si estás generalizando estas de alguna manera participando de ese discurso de odio; y el último es la certeza de que no tienes duda de que estas en lo cierto, no hay posibilidad de que haya un cuestionamiento”. 

A eso Vanessa agrega que es importante entender que en nuestra sociedad cimentada desde una estructura patriarcal, la forma en la que se construye la otredad es como una amenaza, no como una posibilidad. El otro como un subalterno, como una otredad que hay que colonizar, que hay controlar, subyugar o anular”

En ese orden de ideas, Gloria Susana hace énfasis en un elemento muy importante y es que, contrario a lo que unas personas dicen, no existen discursos de odio inversos. “Hablar del poder de un hombre blanco heterosexual cisgenero que tiene mucho dinero y señalarlo no es un discurso de odio, es intentar subvertir el poder y señalar esas falencias, siempre debe haber un desbalance de poder”, opina y agrega que: “tambien muchas veces los discursos de odio contra las mujeres por ejemplo, que derivan en violencias basadas en género, muchas personas los justifican diciendo a ‘los hombre tambiém nos matan’, eso es intentar volterar la cosa. O hablar de racismo inverso, eso no existe el mundo está controlado por hombres blancos cisgenro y no existe una violencia hacia ellos porque son quienes tienen el poder del capital”. 

Para hacer frente a esto es importante entender que no existe el derecho a discriminar y que hay que hacer el ejercicio de ver qué discursos replicamos en nuestro día a día porque muchas veces estos son automáticos ya que son parte del sistema y la forma en la que nos han educado. “Me parece que hay un tema de revisarnos a nosotros mismos, revisar nuestros propios prejuicios. Las redes nos conducen a reaccionar no ha responder y ese es un ejercicio que en la individualidad puede funcionar para tener una postura más crítica, más sosegada. Pero esto está atravesado por la necesidad de una mirada compasiva y de humanizar la otredad”, opina Vannessa. 

Por su parte Diego enfatiza en la necesidad de crear vías de diálogo. “Finalmente es a través del diálogo que generamos confianza. Para poder dialogar necesitas saber escuchar”, dice y agrega que:creo que también es importante estar dispuesto a no tener la razón, ser humilde en ese sentido, en reconocer al otro y un tercer elemento es tener capacidades para regular las emociones”

Además existen varios medios de comunicación alternativos que invitan al pensamiento crítico, generan un balance informativo y fomentan el diálogo, lo cual puede refrescar las fuentes de información que cuando siempre son las mismas, muchas veces terminan convirtiéndose en un eco, pero es vital tener en cuenta que la prensa no existe para confirmar nuestros prejuicios sino para darnos herramientas que nos permitan construir una opinión informada. 

Al final, todas las personas tenemos la capacidad de discernir, de cuestionar y de analizar lo que nos dicen o leemos y más allá de cualquier discurso, la empatía y el entender que todos y todas somos ser humanos que están luchando por sobrevivir el día a día es lo más importante para construir un mundo con menos odio.