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¿Cómo crear espacios libres de violencia y machismo en la industria de la música?

Casos recientes de acoso y violencias misóginas en la música han levantado discusiones interesantes en torno a esta pregunta, en la que hoy quisimos ahondar revisando varias posturas y conversando también con la psicoterapeuta con enfoque de género, Nancy Becerra.
Viernes, 8 Abril, 2022 - 10:40

Por: María Claudia Dávila

Esta semana, las denuncias por abuso de varias mujeres al líder de la banda Electric Mistakes desataron conmoción y muchos cuestionamientos alrededor de la violencia y el machismo en la industria, entre muchas otras cosas. Y aunque se sabe que este no es el único caso y que por ejemplo, tal como lo evidenciamos en Radiónica recientemente cuando se absolvió en primera instancia a Andrés Felipe Muñoz, baterista de Tr3sDeCorazón por el delito de aborto no consentido, lo que sí es cierto es que hay una discusión creciente sobre si los artistas deberían o no pronunciarse en casos de violencia de género y los caminos posibles para crear espacios seguros en la industria. 

Por eso, queremos intentar plasmar algunas apreciaciones que han surgido —y siguen surgiendo— a raíz de estos y que consideramos importantes para hacernos la pregunta sobre cómo crear a una industria libre de violencias y trascender las discusiones virales de momento, que si bien merecen toda nuestra atención, muchas veces son temas que después de cierto tiempo se olvidan y quedan en el aire. 

En febrero de este año, en una discusión que abrimos a la audiencia desde nuestro canal de Twitter sobre espacios seguros en la música, en la que invitamos a Vanessa Morris, Coordinadora del proyecto de Échele cabeza, María Melissa Ortega, DJ y activista feminista en ECO y Honey Vergony, artista escénico e integrante de House of Tupamaras, una reflexión importante que surgió fue la de no solo poner la atención en los agresores y cómo cancelarlos, sino también en hacer redes y crear espacios seguros para mujeres y personas no binarias: esto, apoyando su arte y garantizando condiciones mínimas como espacios de cero tolerancia al acoso y en donde la conversación alrededor del machismo cada vez sea más abierta. 

Por su parte, las denuncias contra Electric Mistakes dieron paso a que por ejemplo, la banda bogotana Yo No La Tengo, desde su cuenta de Instagram abriera una pregunta a sus seguidores sobre el mismo tema, a propósito de estas denuncias. 

“Yo creo en una primicia, para las bandas, no encubrir abusadores. Hay montones de bandas de la movida independiente que de dientes adentro se sabe que alguno de sus miembros ha abusado de alguien, pero como la víctima no ha denunciado, entonces hacen como si nada e incubren (sic) al personaje en cuestión. Parce, así sea su amigo, el hacer eso no es cuidarlo, es validar su abuso y hacerle entender que mientras no haya denuncia no va a tener que responder por nada, ni tener que resarcir la víctima”, dice un mensaje sin remitente que publicaron en sus historias. 

Otras reflexiones, también anónimas, afirman que es clave creerle a las víctimas, romper pactos de silencio, atreverse a denunciar, llamarse la atención sobre todo entre hombres cuando se incurra en comportamientos machistas y cada vez más, abrir la discusión en torno a las violencias de género porque tal como dice la primera intervención “hay mil pasos antes de la violencia física y el abuso”. 

De acuerdo a Nancy Becerra, psicoterapeuta con enfoque de género y quien asesora a varias organizaciones sociales que tienen como fin hacerle frente al machismo en múltiples formas, lo primero que hay que entender es que la violencia de género no obedece a que las mujeres no se saben cuidar, sino a un tema estructural. Esta sucede, dice “porque estamos socializando a los niños dentro del sistema sexo/género”.

Esto quiere decir, explica, que lo primero para hacerle frente a las violencias misóginas es “construir políticas y revisar, en dónde están los vehículos ideológicos de la sociedad que están reproduciendo el sistema de violencias sexistas”. Lo segundo, dice, con las niñas, mientras se dan esos cambios culturales, es no dejarles la carga solamente a ellas, pero ir trabajando el tema de los estereotipos, arquetipos y mandatos. 

Ahondando en este punto, la experta explica que a las niñas y mujeres se nos educa desde temprana edad con ideas que nos hacen desconfiar de los mensajes de nuestros cuerpos y emociones. “Las mujeres tendemos a ser socializadas y educadas con que somos unas exageradas. Entonces muchas veces hay alertas que nos produce nuestro propio cuerpo, donde por ejemplo, nos sentimos incómodas, no nos gustó algo y lo dudamos y nos preguntamos ‘¿será que estoy exagerando?’”. 

La clave, ahí, aunque no es lo único porque la violencia se sustenta desde lo estructural y no es nunca culpa de la víctima lo que sucede, es que aprendamos a escuchar a nuestro cuerpo y emociones. “Nuestras emociones son un sistema muy evolucionado de la supervivencia y nosotros las mujeres por los arquetipos en que somos socializadas tendemos a no escucharnos, producto de esa internalización de la misoginia”, advierte la psicóloga, quien también recomienda leer esta publicación en la que hace otra serie de reflexiones para identificar posibles agresores y señales de riesgo. 

En este sentido, hay que tener mucho cuidado con decirle a una niña o a una mujer, cosas como “¿por qué diste tanta papaya?” o “¿por qué no te cuidaste lo suficiente?”, advierte. Esto porque sí bien hay que hacer un trabajo que desmonte estos estereotipos, es bastante problemático pensar que de nosotras depende que nos violenten o no. 

De hecho, la experta menciona un mito que ya ha sido desmentido por la evidencia en investigaciones de psiquiatría y psicología criminalística de perfilación de feminicidas y agresores. Este dice que la violencia de género supuestamente implica siempre una escalada (por ejemplo de un grito, se pasa a un empujón, a una humillación, un golpe y se llega hasta el feminicidio). Y ejemplifica: “el 45% de los casos en que los hombres asesinaron a sus parejas o ex parejas no presentaban dicha escalada. Es decir, en muchos casos no hubo banderas rojas o antecedentes”. 

Y redondea la idea con un dato contundente: “en las conclusiones de dichos estudios, afirman que el factor siempre presente (no único, sino siempre presente), en el 95% de los casos es el antecedente de socialización del agresor y/o feminicida en una cultura sexista”. 

Esto quiere decir que sin atender lo estructural es imposible hacerle frente a la violencia de género. En ese sentido, menciona también que muchos estudios ya han demostrado cómo al interior de los colegios es donde se fortalece el tema de la construcción de estereotipos. 

Sumado a esto, Becerra explica que mientras ocurren estos cambios culturales en diversos espacios, la prevención no debe centrarse sólo en que las niñas y mujeres conozcan las señales de alerta, sino también en enseñar a los niños y hombres a no burlarse, humillar, sexualizar, pegar, violar o matar mujeres. 

Según ella, lo más útil para alcanzar este objetivo es llevar estas reflexiones a lo estructural, desde varios frentes. Entre estos, destaca lugares de denuncia, de litigio estratégico, de atención para las víctimas y espacios de reflexión sobre violencias basadas en género en,  por ejemplo, lugares de trabajo e industrias culturales. Así, puntualiza: “lo que puede ser útil es ver si al fin nos ponemos a la tarea de construir proyectos y estrategias que vayan hacia la causalidad y no a generar una carga adicional para las víctimas”. 

Un ejemplo de lo que podría funcionar en la música, dice, ya está ocurriendo en la industria audiovisual, con proyectos como el de las Rec Sisters, donde definitivamente las mujeres se organizan al interior de sus escenarios, espacios de trabajo, estudio y generan reflexiones sobre el sistema sexo género, las rutas de atención, sobre qué es el acoso, la normatividad y crear espacios seguros con referentes”. 

De acuerdo a Nancy, y con esta idea cierra su apreciación, las estrategias más efectivas son las comunitarias y no solo las individuales. La clave, dice, “está en la organización, en la juntanza y en seguir replicando esos referentes de éxito en distintos trabajos e industrias”. 

Y mientras todo esto ocurre, mientras desde diferentes espacios intentamos cambiar o al menos denunciar o pensar cómo el machismo permea todas las estructuras sociales, mientras pensamos en estrategias para que las diferentes industrias sean espacios libre de violencia y hacemos un esfuerzo por reversar y cuestionar esos estereotipos sexistas desde la infancia que tanto daño nos hacen, esperamos que ninguna otra mujer deba sufrir las consecuencias de una sociedad cimentada bajo el machismo que acaba y daña todo a su paso.