Cali: la ciudad cultural que resiste

Una mirada al panorama cultural de la capital del Valle del Cauca.
Martes, 11 Agosto, 2020 - 04:43

Por: Nadia Orozco Moncada

¡Siniestra explosión! Centenares de muertos: son incalculables las pérdidas. Así documentaba la primera página del periódico El País una de las tragedias más grandes en la historia de Cali. El 7 de agosto de 1956 la ciudad, que para ese entonces contaba con 400.000 habitantes, se doblegó ante el bramido ensordecedor que dejó la explosión de seis camiones cargados con 42 kilos de dinamita que llegaban desde Suecia, por pedido del entonces presidente Gustavo Rojas Pinilla, para la ejecución de obras públicas en Bogotá. Las pérdidas humanas fueron incalculables, espacios como el Teatro Roma desaparecieron para siempre y el eco de la detonación dejó su estela durante muchos años. Si bien ese hecho caló con profundo desasosiego en los habitantes de la sucursal del cielo, también fue un aliciente para el crecimiento de la ciudad. 

El siguiente año, 28 de diciembre de 1957 exactamente, se celebró la primera edición de la Feria de la Caña (hoy en día Feria de Cali). Se creó como un símbolo para sobrepasar la fatalidad e impulsar la economía; y aunque desde antes Cali ya demostraba un interés por la cultura y la academia, desde ese hecho la ciudad empezó a tejer, a su ritmo, varios e importantes procesos que han forjado la identidad caleña y la han suscrito en el paradigma de ser una ciudad artística y cultural por excelencia. Para no ir muy lejos en el 2019 fue elegida como Ciudad Destino Cultural de Suramérica.

Unos meses antes de esa explosión, en marzo de 1956, El Museo de Arte Moderno La Tertulia, según el libro Patrimonio y Caleñidad, iniciaba actividades en una antigua casa construida con columnas de madera en el año 1900, ubicada en la carrera 5 No 4-10 del barrio San Antonio. Este se convirtió en el primer Museo de Arte Moderno del País y hoy continúa siendo un espacio clave en el engranaje cultural caleño. 

Para Jacobo Álvarez, director de Cali Creativa (plataforma de la Cámara de Comercio de Cali y la Alcaldía), El Museo de la Tertulia es un espacio clave en la historia. “Si bien se pudo haber hecho mejor y se pudo tener un museo más protagonista en la historia de la ciudad, para mí, en un país y una ciudad como la nuestra, es un privilegio contar con un espacio como este que está en una locación espectacular, en un sitio muy tradicional que se suele llamar 'Cali Viejo'. Hemos visto cómo en los últimos años El Museo ha retomado una fuerza que había perdido, porque no se puede ocultar que Cali vivió por veinte años la crisis más difícil de su historia por cuenta de unos movimientos sociales y económicos muy fuertes donde la cultura salió damnificada y el museo también. Hemos visto un renacer, donde La Tertulia hace parte cada vez más activa de la vida de los caleños”. 

Alex Jaramillo, gestor cultural caleño, también coincide con Jacobo Álvarez en que el museo se ha acercado a la ciudad en los últimos años: “Existieron muchos años en el que el museo se volvió de élite, pero hace poco empezó a tener un acercamiento a los habitantes de la ciudad, siendo más asequible y generando una relación más pertinente. El museo es un ícono representativo de Cali, con muchas historias que se reinterpretan con los años, además de ser el primer museo de arte moderno de este país. Hay que entender que un espacio así de esas características no hay en la ciudad: por su ubicación, los espacios, la programación. La ciudad sin el museo se queda sin un lugar que re-dignifica el arte y lo mantiene vivo”.

Veinte años antes de la fundación del Museo La Tertulia, en 1933, el maestro vallecaucano Antonio María Valencia, propuso fundar en Cali un centro dedicado a los estudios musicales, pocos años después ese espacio tomó forma como el Instituto Departamental de Bellas Artes. Hoy, reconocido como una institución universitaria de carácter público que ha tenido aportes incalculables en el desarrollo artístico de los habitantes de la ciudad. 

“Hay música, diseño, bellas artes desde lo más amplio y desde ese espíritu desde el cual fue fundado por el maestro Antonio María Valencia. Y en el caso de este lugar o del museo, me parece sorprendente que en una ciudad, metida en la mitad del pleno trópico, hace 60 o 70 años les haya dado por hacer un conservatorio o un instituto de bellas artes o un museo de arte moderno, eso es muy bonito y nos hace privilegiados, porque hoy podemos seguir disfrutando de estos espacios. En su momento esos lugares también sufrieron los embates que sufrió la ciudad, pero hoy están en un proceso de conexión con la gente, con la oferta académica, apuntándole a un proyecto muy importante como es la manzana de las bellas artes y siendo protagonista”, apunta Jacobo sobre el Instituto Departamental de Bellas Artes.

Foto tomada de: facebook.com/Instituto-Departamental-de-Bellas-Artes

Un valor innegable en esa historia de amor entre la cultura y Cali, tiene que ver con la capacidad de resistir. El auge del narcotráfico y su posterior caída fueron determinantes para la ciudad. Pilar Quintana, escritora caleña, narra ese proceso desde su óptica: “Cali siempre ha tenido una tradición literaria y de cine desde que yo era pequeña; cuando yo nací estaba Caliwood en auge, a mí no me tocó porque yo nací en 1972, Andres Caicedo se murió en el 1976 y ahí ya se estaba desconfigurando ese gran grupo. Yo tenía una nostalgia por esa Cali perdida que no me tocó, la que me tocó a mí fue tomada por la cultura del narcotráfico. Pasó de ser la ciudad cultural de Colombia a ser la ciudad del Cartel de Cali, de la estética traqueta. Desde las cirugías plásticas en las mujeres, hasta los sitios de rumba adquirieron esa estética. Toda Cali se volvió traqueta. Luego a finales de los noventa se desarticuló el cartel y Cali cayó en una depresión económica tremenda, donde cerraron los negocios, muchos boyantes por los dineros del narcotráfico y le costó mucho recuperarse. Luego, a mediados y finales de los 2000, hubo un resurgimiento de la cultura: empezamos a tener las ferias del libro, el Festival Oiga, Mire Lea, la Biblioteca departamental resurgió, la Universidad del Valle empezó a hacer una feria del Pacífico muy localizada y eso se fue ampliando hasta que se formaron dos grandes ferias que siguen hoy en día: el Festival y la Feria del Libro de Cali. Este resurgimiento es maravilloso, hubiera sido más cómodo crecer en esa Cali que en la que a mí me tocó crecer”. 

Ana LucíaLlano, directora de El Museo La Tertulia, también se refiere a esa capacidad de la ciudad para sobreponerse a situaciones difíciles como un valor agregado: “La Tertulia ha marcado uno de los capítulos más importantes de la historia del arte en Colombia; en los sesenta, setenta y ochenta, la ciudad cambia y paralelo a eso también sufre el museo con todo el auge de la caída del narcotráfico, que fue tan importante para la ciudad en términos de afectación como económica y social. La Tertulia ha jugado un papel importante y en estos momentos el reto es que la comunidad se conecte con un museo que habla de afuera para adentro; en los jardines siempre están pasando cosas, la gente está ensayando danza, técnicas circenses, hay vida y movimiento. Toda la propuesta cultural que está pasando también adentro es de gran valor”.

Foto tomada de: facebook.com/museolatertulia

No se puede hablar de Cali sin pasar por los lugares que han fomentado la circulación de la música emergente e independiente del país. Uno de esos sitios fue MiKasa Bar, un escenario que nació en el 2009 y que por ocho años se consolidó como un actor fundamental en los procesos de ciudad, pero que tuvo que cerrar en el 2017 al no encontrar un modelo econcómico sostenible, siendo esta una honda pérdida para el sector musical.

Alex Jaramillo, fundador de este escenario, reflexiona:“Fue un sitio muy relevante de circulación, desde ahí se lideraron procesos de ciudad, fuímos de los creadores del Mercado Musical del Pacífico, fuimos parte de las iniciativas del proyecto Industrias Culturales de Cali, además de acoger a cientos de músicos de todo el país”. Una de las características más significativas y que hace parte de ese legado, fue haberle dado una importancia a la música tradicional del Pacífico, desarrollando audiencias y públicos frente a ese tipo de consumo. 

Foto tomada de: Facebook.com/MikasaCali

Federico Maréh, compositor y cantante de Cali, además de entender la importancia de El Museo La Tertulia, el Teatro al Aire Libre Los Cristales,  El Teatro Municipal Enrique Buenaventura y el Teatro Jorge Issacs, también hace hincapié en la importancia que tuvo MiKasa Bar en la formación de ese circuito musical: “Ellos abrieron una trocha importantísima en la movida cultural y nocturna de la ciudad trayendo a artistas y haciendo conciertos que nunca habían pasado en Cali. Desde Calle 13 o Robi Draco Rosa, hasta poner bandas nacionales en la ciudad como Bomba Estéreo o Monsieur Periné. Toda esa trocha y ese sentido de escuchar lo propio y de una movida alternativa, fue construida por gente como MiKasa”, para Mareh, lo que ha faltado en la cultura caleña es un componente de colectividad para poder seguir trabajando alrededor de la cultura: “Hay nuevas generaciones que quieren mantener lo cultural, pero también hay un estancamiento porque muchos prefieren formarse por fuera y aquí llegan puntos donde es difícil construir, están los movimientos y los escenarios, pero falta una red”. 

Según Alex Jaramillo, el panorama es pesimista, a pesar de que confía que hay que salir fuertes de la crisis por el COVID-19, cree que muchos sitios van a zucumbir debido a esa inestabilidad que presenta el sector. En el caso del Museo de La Tertulia y sus luchas para afrontar la crisis, se creó una campaña de crowdfunding bajo el nombre de “Esta tertulia no se detiene”, donde el público podía comprar obras de artistas, las ganancias  irán directamente a cubrir gastos de sostenimiento y apoyo a los artistas que han trabajado con la institución. 

“A todos nos cambiaron estas circunstancias, pero la capacidad de respuesta inmediata en necesaria. Sabemos que económicamente iba a ser un año muy difícil, pero a mí lo que me ha parecido muy bonito es que nuestro equipo ha sabido responder a la crisis. La junta directiva nombró un comité de crisis que está velando paso a paso por esas fuentes de financiación con que se sostiene el museo;  si bien no tenemos recursos provenientes de la taquilla, el parqueadero, los alquileres, los restaurantes, ellos crearon una campaña de crowdfunding. Ha sido un gran proceso, y no vamos a ser la generación que va a ver cerrar La Tertulia”, explica Ana Lucía Llano. 

Alejandra Gómez, manager y gestora caleña, coincide en que sitios como La Tertulia han sido claves y añade el Tintindeo, un bar de salsa que abrió a la cultura popular salsera caleña y mostró la Cali que estaba en los libros. Para ella el reto en la creación de espacios tiene que ver con la formación de públicos “los caleños estamos muy pocos abiertos a experimentar cosas nuevas, somos muy cómodos y muy acostumbrados a lo que ya nos es familiar”.

Para Cesar Herrera, también mánager de la ciudad, encuentra que los retos en la formación de espacios requiere de una política cultural: “una política clara de apoyo e incentivos tributarios a los lugares que programan música en vivo. Estamos viviendo días de mucha incertidumbre y la única opción que tiene el sector para recuperarse es con ayudas del Gobierno".

Sin lugar a duda, Cali resguarda un patrimonio cultural inmenso, pero al que aún le falta mucho camino por recorrer. Jacobo Álvarez explica este proceso haciendo un paralelo entre la vocación cultural y la vocación deportiva de Cali: “Si analizamos la infraestructura de Cali como Capital Deportiva de América, vemos que hay estadio de fútbol, piscinas olímpicas, estadio de softbol, de hockey, velódromo, coliseo de basquetbol, en cuanto a espacios se puede seguir mejorando pero hay una buena estructura. En lo cultural está el Museo de la Tertulia, el TEC, el conservatorio, la Universidad del Valle y en su momento parecía que había una muy buena red de espacios; sin embargo, de alguna manera se ralentizó y se detuvo el crecimiento de estos sitios culturales. ¿Qué tantos espacios tenemos de acuerdo a esa vocación? muy pocos, empezando por la necesidad de hacerle un parque cultural completo al Petronio Álvarez, por ejemplo. Falta mucho, pero tengo entendido que hay buenos planes en cuanto espacios se refiere”. 

La tradición cultural es un bastión de Cali, sobre todo porque data de años atrás y se ha sabido mantener a través del tiempo a pesar de obstáculos y recesiones que ponen en jaque cualquier entidad cultural. Hoy el reto es grande, hacerle honores a ese adjetivo que le han proporcionado a la ciudad de ser una metrópoli cultural. Es necesario que además de esos espacios históricos, también se haga un foco en los pequeños, en los de nicho, en aquellos que sin una gran infraestructura también han cimentado la construcción de esa gran ciudad que gira en torno a la música, el arte, el teatro, el cine y la literatura. El trabajo hecho ha sido crucial, pero lo que se viene por delante debe ser trascendental.