Fotos cortesía de Ángel Álvarez

Transformismo en las danzas del carnaval de Barranquilla

"La moral no es relevante porque es un tiempo de absoluta permisividad y de alegría en el que el mundo es puesto al revés", Stoichita y Coderch.
Martes, 4 Enero, 2022 - 04:30

Por: Adriana Díaz

El mes de diciembre en Barranquilla es la antesala al carnaval. Entre villancicos y música decembrina, se escuchan las tamboras, gaitas y flautas de millo, de las agrupaciones que acompañan a las danzas que preparan sus coreografías para los desfiles desde el mes de noviembre (a veces mucho antes). Esta fiesta que en 2003 fue reconocida por la Unesco como Patrimonio oral e inmaterial de la humanidad, genera toda una economía basada en la cultura. Pero más allá de esto, la población se prepara de manera anticipada a la manifestación cultural que antecede a los rituales religiosos de la cuaresma. 

“El carnaval se define como el período que se extiende desde la epifanía (6 de enero) hasta el comienzo de la cuaresma (miércoles de ceniza). Este último día marca la renuncia de la carne, o más exactamente, la prohibición de consumirla durante los 6 días que quedan hasta la Pascua de Resurrección. Pero el apogeo del carnaval llega cuando se están agotando los últimos días del ciclo, precisamente, entre el domingo de quincuagésima y el martes de carnaval. Entonces la tradición permitía cualquier exceso en vistas del período de abstinencia que se abría a la mañana siguiente” se aclara en el texto El último ensayo sobre Goya de Victor I. Stoichita y Anna María Coderch. 

Este escenario en que se convierte colectivamente la ciudad, es lo que incita a todos a participar en la fiesta, como actores principales de una puesta en escena carnestolenda. Todo, gira alrededor de la fiesta e inicia la transformación del comportamiento y de las manifestaciones físicas. Es en este escenario donde comienzan a surgir las trasformaciones de género que a lo largo de los años han sido vetadas. Se aprovecha, entonces, el marco de la fiesta para la participación de danzas con participación de personas travestidas, cambiando de roles y alterando los conceptos preconcebidos. 

El transformismo es la caracterización o disfraz mediante el cual una persona adopta las manifestaciones culturales que caracterizan al género contrario. Esto puede estar relacionado o no con la identidad sexual. El travestismo es fundamental en la génesis de algunas danzas tradicionales, como la del Torito en Barranquilla. Cuando decidieron transformarse en mujeres bailadoras transgredieron el discurso político de la época. Lo hicieron utilizando una indumentaria que no es propia de su género con objeto de producir un efecto cultural. También fueron los hombres transformados los que impusieron, hace más de 140 años, en la danza del Congo Grande y en la de Torito un modo de bailar diferente al de las mujeres y de los travestis homosexuales que posteriormente llegaron a formar parte de estas danzas, abriéndose un espacio en la celebración del carnaval.

Pero estas manifestaciones de transformación no son ninguna novedad, dentro de las representaciones culturales. El cambio de rol ha sido registrado en todo el mundo por numerosas culturas en todos los períodos de la historia. Si nos vamos a la Antigüedad, las Amazonas fueron descritas como una nación de mujeres que realizaban labores masculinas. Los hijras en la India, los fafafine en Samoa, los mahus tahitianos y los “hombres suaves” de Siberia, son algunos de estos ejemplos de transformismo. En Norteamérica también había alrededor de 133 grupos indígenas con roles de género alternativo. El transformismo en carnaval era común en toda España, es posible que de allí se haya recogido esta tradición. 

La más clásica transformación propia del carnaval es la del hombre que se disfraza de mujer y la mujer que se viste de hombre, cosa que últimamente ha parecido grosera, a la par que siempre fue condenada por la Iglesia. Precisamente, por esto, es importante comprender que más allá de la finalidad burlesca y de la crítica contestataria que animan la mayoría de estas danzas transformistas, hay en ellas una reflexión filosófica profunda sobre las injusticias de la condición humana y de la vida misma. 

En Chévere pensar en voz alta conversamos con gestores y cultores de danzas tradicionales del carnaval de Barranquilla, que utilizan estas transformaciones como método de expresión dancística, entre ellas se encuentran El Congo Grande de Barranquilla, el Son de negros, las Farotas de Talaigua y las Mojigangas de Chorrera Atlántico, para conocer a los protagonistas de estas historias que a través del cambio de los roles de género nos cuentan cómo ha sido su evolución y el espacio que se ha abierto no solo a la comunidad femenina (antes negada en los bailes) sino a los travestis que ahora comparten los lugares que alguna vez les fueron prohibidos.