Foto por: Daniel López.

Pintando paredes y corazones en barrios vulnerables de Bucaramanga

Color Urbano es un movimiento ciudadano que busca regenerar el entorno urbanístico de los sectores menos favorecidos de la capital santandereana. 
Martes, 29 Noviembre, 2016 - 04:38

Por: Laura Contreras

Comienza la mañana y en el barrio Vegas de Morrorico empiezan a asomarse nuevos rostros. Desde muy temprano ese sábado, jóvenes de diferentes estratos y profesiones se acercan con baldes de pintura, aerosoles y pinceles a un muro gigante que se encuentra junto a una vía de acceso al sector.

Vegas de Morrorico está ubicado en el norte de Bucaramanga, una zona comúnmente estigmatizada pues en sus cerros se encuentra una cara casi oculta de la ‘Ciudad Bonita’. Pobreza, violencia y falta de oportunidades forman parte del día a día en esta comuna que en su mayoría concuerda con el color gris de la fachada de sus casas.


Fotos por: Daniel López.

Probablemente algunos de los jóvenes que visitan el sector en este día vienen aquí por primera vez. Muchos de ellos son profesionales recién egresados, que a diferencia de los residentes de Vegas, contaron con la fortuna de nacer en medio de un ambiente sano, lejos de las dificultades diarias que atraviesan las comunidades con escasos recursos. Pero más que pintar una pared o querer sentirse mejores por realizar una obra social, lo que quieren es brindar una nueva oportunidad a través del arte y la cultura.

Integrantes comprometidos y voluntarios ocasionales forman parte de la Fundación Color Urbano, una propuesta que quiere romper con los colores opacos del paisaje de cemento y ladrillo de las comunas más delicadas del área metropolitana de Bucaramanga, reemplazándolos por murales, grafitis y tonos brillantes que le den una nueva cara e identidad a la comunidad.

“Queremos que Bucaramanga sea realmente la ‘Ciudad Bonita’ del país, y para que esto pase tenemos que preocuparnos por los sectores de escasos recursos. Nuestro anhelo es pintar todos los muros y casas de estos barrios para darle un nuevo aire a estos espacios y acentuar el amor y sentido de pertenencia por nuestro territorio”, explica Jaime Andrés Cardona, arquitecto y director de esta fundación que comenzó su trabajo hace cerca de nueve meses junto a sus amigos Diego Zambrano y Daniel Ramírez.

Cuentan con su propio departamento de artes integrado por grafiteros, pintores y aficionados por el diseño y el color. Así como en esta mañana que transcurre, el equipo llega, limpia la zona y da inicio a sus jornadas de pintura. Alrededor de esto involucran a la comunidad, principalmente niños, para que sean ellos los protagonistas del cambio estético de su barrio.

Sin duda el trabajo junto a los más pequeños es la parte más gratificante pues más que un mural, la intención es pintar alternativas y comportamientos sanos en las nuevas generaciones. Parece irrelevante, pero actividades culturales como estas no solo embellecen el lugar sino que también ocupan el tiempo de los niños, alejándolos de otras posibles influencias negativas.

“Parte importante de lo que hacemos consiste en llevar actividades alternativas para desarrollar en los niños sus talentos y valores, pues la razón de todo esto consiste en brindarles una nueva oportunidad. Buscamos abrirles un poco la mente para que vean que tienen muchos conocimientos por recibir y aportar, y que vean que ellos pueden dejar una huella positiva en su barrio”, asegura Cardona.

Pero tal como lo expresa su director, aquí lo único que cambia no es el color de la fachada del barrio, también lo hacen los voluntarios que se suman a esta causa y que con cada brochazo se acercan más a las necesidades del otro, involucrándose más con su condición y afianzando más su compromiso con la construcción de ciudad.

A la Fundación Color Urbano se han unido también otras iniciativas sociales que realizan esfuerzos por mejorar las condiciones de vida de comunidades vulnerables. Junto a organizaciones como ¿Ya desayunó?, Mica y Ecovoces han realizado jornadas de repartición de refrigerios y actividades lúdicas para niños. También organizan jornadas de salud y donaciones de ropa y juguetes.

“Queremos ser como una bola de nieve que trae cada vez más ideas y más ayudas. Estas acciones son las que hacen que las oportunidades lleguen a todos y además es un proceso en el que aprendemos y crecemos como personas”, agrega el arquitecto.

Casi finalizada la tarde y luego de horas bajo el sol, se da por terminada la jornada que dejó como resultado un largo muro lleno de colores y sueños. Los niños volverán a sus casas y los voluntarios de Color Urbano se alejarán de los cerros para regresar a sus comodidades. Pero si de algo están seguros, es que las paredes de Vegas de Morrorico y sus corazones, no volverán a permanecer grises.