Libros: "Medallo Punkero", el punk se mira a sí mismo
En los años setenta los jóvenes de occidente hablaban del "no futuro", no solo como respuesta al idealismo hippie de los sesenta sino como oposición al orden establecido. Aquellos que hablaban del amor y la paz, del amor libre, del respeto y de la psicodelia, pasaron a ser reemplazados por aquellos que no tenían mayores posibilidades. Y Medellín no fue la excepción.
Del mundo feliz de los hippies a la realidad había un largo trecho. Quienes no podían acceder a la educación, al trabajo o a la gran fiesta, por ser precisamente pobres, desempleados, maleducados, pendencieros o simplemente por no pertenecer, encontraron en expresiones musicales controversiales y disidentes como el punk.
Esta tendencia musical, urbana y por qué no filosófica, que comenzó en Nueva York de la mano de The Velvet Underground, Television, Patti Smith, New York Dolls, y que encontró su norte con The Ramones en la Gran Manzana y luego con The Sex Pistols, The Damned y The Clash en Inglaterra, poco a poco fue adoptada por jóvenes de grandes centros urbanos de todo el mundo. Nacía una cultura que se nutría de música rápida con líricas contestatarias, nihilistas y cínicas, tocada por muchachos de ropas raídas (la anti moda que se convertiría en moda), en discos grabados por ellos mismos y reseñados en publicaciones independientes, todo esto bajo un claro desafío a las leyes y sistemas de gobierno (además de otras formas de sumisión o apego).
Colombia no fue ajena a esta situación y el punk, como tendencia, como propuesta musical y como actitud o forma de ver la vida, también generó un camino y fue evolucionando hasta tener una de las comunidades o “parches punk” más grandes del continente en la ciudad de Medellín, Antioquia.
Este llegó a comienzos de los ochenta a través de los vinilos de las bandas ya mencionadas, así como a las de la primera ola del hardcore estadounidense como Dead Kennedys, Minor Threat y Black Flag. Fue así también como llegaron algunos videos, publicaciones marginales y más claves y señas para acercarse a la información, justo en un momento donde Internet ni se soñaba.
Así, fue como el punk fue adentrándose en Medellín y aferrándose a ella; logrando así generar expresiones locales sólidas en personas que lo asumen como una forma de vida, bandas que tocan la música, publicaciones sobre el género, espacios de difusión y que aún en la actualidad, son motivo de respeto y admiración en el mundo.
Es Medellín entonces la ciudad que nos ofrece un testimonio fidedigno sobre el punk colombiano, como resultado de un trabajo de investigación conjunto entre Colombia y Francia y que fue presentado el pasado mes de octubre.Se trata de Medellín Punkero; un libro-documento que llena vacíos, que muestra la realidad y que sirve como testimonio de una cultura urbana que está arraigada en la ciudad y que tiene argumentos sólidos para defenderse.
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