"No confíes en un computador que no puedas levantar"

"No confíes en un computador que no puedas levantar"

El computador personal que sonreía y decía "hello", al igual que la manija para cargarlo, están cumpliendo 30 años. Recorrido por su historia, su lanzamiento y Steve Jobs, el personaje descalzo detrás de su creación. 
Jueves, 30 Enero, 2014 - 07:49

Por: Radiónica

Las luces, el escenario, los vídeos (nada menos que un comercial famosísimo dirigido por Ridley Scott... ) y claro ¡Su discurso! Todo tenía que estar perfecto, impecable y hecho a su medida; Steve Jobs sometería sin piedad a quien fuera, o a quien lo contradijera, para tener el control.

Una mesa mal ubicada, una sombra de más, el color o el tamaño del backing; cualquier cosa podía ser motivo para un regaño desproporcionado y a veces malintencionado de un nervioso aunque imponente Jobs, quien solo a veces se arrepentía de arremeter contra inocentes.

Pero el 14 de enero de 1984, no había tiempo para culpas. Con 28 años de edad, el Director de Apple estaba absolutamente convencido de que cambiaría la historia de la computación para siempre y había organizado un evento de millones de dólares para demostrarlo. Sería uno de los momentos más importantes de su vida: el día en que los computadores "se harían por fin para seres humanos" (aunque a un precio de $2.495 dólares).

s que una presentación típica y acartonada de la industria de Sillicon Valley, la revelación del primer Macintosh de la historia fue un espectáculo publicitario lleno de ataques al "oscurantismo moderno" (lo que era IBM para un Jobs obsesionado), así como de premoniciones de la llegada de un futuro brillante para "la humanidad", uno que solo Apple podía ofrecer. 

Fue una lección brutal de mercadeo adornada con un discurso de David contra Goliat, de la juventud contra las viejas reglas; una narración heroica de quienes estaban en la primera línea de batalla contra el mundo decadente y totalitario de los que, para Jobs, construían máquinas burdas y complicadas (y que no se podían cargar al hombro, a diferencia de su primer Machintosh, que sí traía una manija incorporada para moverlo fácilmente). De ahí una de las frases icónicas de la presentación: "no confíes en un computador que no puedas levantar".

Jobs era exagerado, irracional, pretencioso, pero mágico a la vez. Se creía el mesías y el Macintosh era su testamento. 

 

 

"Los tiempos están cambiando" 

La carrera por dominar el mercado de los PC comenzó a principios de los años 70, cuando los circuitos y procesadores 
redujeron su tamaño y pudieron instalarse en aparatejos más pequeños, pensados para el escritorio de una oficina promedio.
 
Modelos legendarios hechos por Xerox (Alto), Altair (8800) e IBM (5100), algunos ya con 
pantallas que experimentaban con algunos colores, mouse y configuraciones revolucionarias para su época (pero con nombres poco llamativos), se tomaron un mercado importante pero con una demanda menor comparada a la que tendría la siguiente generación, la de la llamada "trinidad", dominada, con altas y bajas, por los modelos Apple II (foto) de Jobs y Steve Wozniak (Woz)
 
Después del Apple I (1976), un modelo primitivo en hardware, pero con un software único creado por Woz, llegó el Apple II (1977), al mismo tiempo que los famosos Pet de Commodore y el TRS-80 de Radio Shack, completando la "trinidad". Con mucho más dinero gracias a la inversión de Mike Markkula, Woz pudo crear un producto diferenciador con componentes más avanzados y una interfaz a color única, complementada con el diseño interno y externo de Jobs, dejando la posibilidad de abrirlo, modificarlo, actualizarlo y jugar con sus piezas. 
 
Hecho totalmente de plástico, por idea de Jobs, parecía un bonito electrodoméstico más y se adaptó perfectamente a los aficionados a la informática y a los usuarios comunes de casi cuatro millones de hogares que lo adquirieron hasta 1993. Esos dos modelos de Apple, junto con el Lisa, proyecto del cual fue expulsado Jobs, pavimentaron el camino hacia el Mac e hicieron parecer que cada año del comienzo de los ochenta contaba como una década entera de avances. Por ejemplo, Los PC habían ganado terreno invaluable y ya no parecían un objeto extraño sacado de Odisea del espacio. La lucha por la interfaz perfecta era ya de todos en la carrera, y los deseos de velocidad y más memoria ya eran un estándar de satisfacción para toda la industria. 
 
Para 1983, sin embargo, solo Jobs y su equipo parecían conocer el password correcto para vender un producto con todas esas virtudes ténicas pero para seres humanos; por eso su obsesión con el diseño, la tipografía, la practicidad; la idea de una interfaz visual e intuitiva manejada por íconos y menús, que se mantiene en espíritu hasta hoy. 
 
Su concepto de diseño en general fue lo que hizo diferente a Apple, y por ende a su mercado potencial. Sus compradores eran imaginados como emprendedores, creativos, artistas y gente "libre", para quienes debía construir un producto superior. Sin duda, este llegaría no solo a imponer un nuevo paradigma, sino a revolucionar la forma en que todos los demás fabricantes de computadores y software concebían sus propios equipos.
 
No obstante, el paso del tiempo diría que el mercado masivo triunfaría sobre la idea de Apple, y todo siguió como en 1984.  
 
 


 
 
Para que 1984 no sea como 1984
 
El 24 de enero de 1984, día en que comenzó "el futuro", un Jobs irreverente vistió su mejor percha para la ocasión. Con un traje azul oscuro, tan formal como el corbatín que usó esa mañana del 24 de enero de 1984 (se veía como si en realidad se estuviera mofando de los tensos y anticuados CEOs de su época), se subió al podio con su particular manera de caminar (exagerada por Ashton Kutcher en la película Jobs) y comenzó a predicar, de la misma forma como lo había hecho en 1983 cuando anunció que todo cambiaría al año siguiente.
 
Leyendo el libreto, cito a Bob Dylan, su músico favorito, saludó a su equipo y comenzó a revelar inmediatamente una a una las cosas que diferenciaban a su máquina de las demás, todo lo que estaba debajo de su cascaron innovador de un solo cuerpo: chips y hardware dentro de la caja gris que descansaba en la mitad de la tarima. 

Irónico y pretencioso, Jobs siguió adelante, anunciando que el trabajo de dos años estaba arrojando los resultados de algo "demente" y que había funcionado "bien" ("insanely good"). Los números, kilobytes, el procesador, etcétera, sonaron bien y potentes (incluso el Apple Bus, un sistema que pocos entendían lo que era), pero él cerebro creativo de Apple guardó lo mejor para después. 

Como si estuviera en un show de magia, Jobs destapó la caja y presentó un computador a color capaz de editar imágenes, texto, y que, por lo demás, hablaba gracias a un programa de texto a voz electrónica. Lo que más llamó la atención, fue su interfaz gráfica, única en ese momento; lo demás fueron trucos que maravillaron al mundo. Aprovecho el momento también para declarar la muerte del disquete de 5 1/4 pulgadas, solo porque el Mac (el futuro según Jobs) traía un slot solamente para el de 3 1/2. Es como si en el mundo actual hubiera lanzado "la nube" en reemplazo de las USB y el CD. 

La famosa frase "para que 1984 no sea como 1984", la novela de George Orwell, apareció en la proyección del comercial de un millón de dólares que hizo el inglés Ridley Scott (Blade Runner) para el Mac, lanzado en el Super Bowl de ese año. Está basado en la idea de manipulación y control del Gran Hermano (IBM), un sistema pesado, decimonónico y odioso, que en el imaginario de Jobs era vencido por la innovación, inconformismo y juventud de Andy Hertzfeld, George Crow, Burrel Smith, Bill Atckinson, Mike Murray, y claro, de Woz y Jobs, el equipo detrás del Macintosh, y todos sus compradores. 

A pesar de la fanfarria publicitaria, no hay duda de que ese equipo hizo historia en el universo de los computadores, finalmente inherente al de los seres humanos. Millones de personas han comprado Macs en estas tres décadas por su facilidad de uso, su diseño, su calidad y por la misma idea que más o menos perdura desde la primera máquina: "el producto de una compañía manejada por humanos y no una compañía manejando seres humanos".

De todas formas, las frases célebres y el fetiche de algunos con la marca no ocultan que Apple es hoy de las compañías más grandes del mundo, y como tal, ha cometido errores; ha sido multada por temas de patentes, ha sido manejada arbitrariamente en muchas ocasiones y se han cuestionado sus prácticas de contratación y trato a su fuerza laboral externa por fuera de Estados Unidos.  


La mac-gia de tus 30 años ¿Hasta cuándo?

A pesar de todo, la historia del Mac, de Apple y de Jobs es una de dedicación que ahora se recuerda con el aniversario de las tres décadas del aparato que cambió a su empresa, que después precipitó su salida de la compañía en 1985, y que luego lo reivindicaría en su regresó a Apple en 1997, gracias al iMac. 

Hoy en día es fácil entender el perfeccionismo irremediable de Jobs. Si hubiera lanzado una máquina de segunda hace 30 años, todo ese esfuerzo y toda la presión ejercida sobre su equipo hubieran sido un chiste.

Sin embargo, pasado tanto tiempo y tantos triunfos, las cosas han cambiado. El futuro de Apple sin él parece advertido en el mismo fragmento de la canción de Dylan que dedicó esa mañana de 1984 a sus adversarios, esos que veía como hombres del pasado. ¿Será Apple también del pasado?:  

"Vamos escritores y críticos
que profetizan con sus bolígrafos
Y mantengan sus ojos bien abiertos
Puesto que la oportunidad no se presentará de nuevo
Y no hablen demasiado pronto
Pues la rueda aún esta girando
Y no hay manera de decir
a quién habrá de nombrar
Pues los perdedores ahora
serán los ganadores después...
Pues los tiempos estan cambiando"

The Times They Are A-Changin' - Bob Dylan. 

 


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