Tweety en el lugar perfecto

Tweety González en el lugar perfecto

Con una carrera más que consagrada, el músico y productor argentino se reencuentra trabajando con artistas independientes.
Viernes, 16 Agosto, 2013 - 09:55

Por: Andrés Elasmar

Muy poca gente lo conoce como Fabián A. González Amado; argentino, vecino de Buenos Aires y nacido en 1963, el mismo año que Fito Páez, María Gabriela Epumer y Charly Alberti, camada de músicos de una generación casi que irrepetible; la suya propia. 

Ahora, pregúntenle al Mono Fontana, tecladista de Luis Alberto Spinetta los últimos 25 años, por qué apodó a Fabián como “Tweety” en 1982, luego de verlo bajar “volando”, literalmente, por la escalera de la casa de sus padres en Buenos Aires. Sabrán que estamos hablando de uno los más grandes de la música en Latinoamérica.

Sin ir más lejos, le dicen “Tweety” González, y siempre le queda bien que lo llamen “el cuarto Soda Stereo”, desde que sea con cariño, como el que le tienen sus amigos y colegas, los más grandes del rock y la música argentina. Tanto amor, que su lista de agradecimientos en los Grammy Latino, cuando Ahí Vamos (2006) de Gustavo Cerati ganó los premios a Mejor Álbum de Rock y Mejor Canción Rock por Crimen, debió ser interminable.

No hay duda de que El amor después del amor (1992) de Fito Páez -el álbum más vendido de la historia argentina, y que él produjo y ayudó a componer- así como Horno para calentar los mares (1993) de Illya Kuriaky and the Valderramas y Asquerosa Alegría (1993) de Versuit Vergarabat, lo dispararon a otro nivel en el continente.

Pero él sigue siendo el mismo, el que hasta hace muy poco tomaba mate en la casa de “El Flaco” Spinetta, su amigo y hermano de toda la vida, un templo musical a pocas cuadras de su famoso estudio de grabación. Tweety, el mismo incansable que después de más de 30 años de carrera en la música como intérprete y productor, sigue sorprendiendo por estar en el momento y el lugar adecuados, rodeado de gente excepcional.

Lo ha estado desde su nacimiento en 1963; así como desde sus clases de música y piano a los 4 años, promovidas por su madre; pasando por ese momento cuando tenía 19 años y el Mono le puso "Tweety"; o por el estudio al que Charly Alberti lo invitó a tocar con Soda Stereo en 1989.

Asimismo, en la producción de Trippin Tropicana (2002) de Superlitio y Mediocre (2008) de Ximena Sariñana; y ahora en Twitin Records, su creación, como lo fue Ácida en su momento, su banda en la que Cerati, Dante Spinetta, Emmanuel Cauvet, Fernando Nalé y otros, lo acompañaron e hicieron música con él.

Pero a pesar de esas buenas compañías, y de que su nombre se repite una y otra vez en algunos de los más grandes discos del continente, siempre ha sido un productor de bandas independientes y de sonidos nuevos. Con Twitin Records, puede por fin estar más involucrado en el desarrollo de las carreras de estos artistas que apenas están comenzando. Todo esto, a partir de una experiencia inigualable de 50 años en la música, y con libertad creativa absoluta. 

Así, y por todo lo demás, las historias de Tweety González son interminables. A propósito de su sello, nos regaló una entrevista muy sentida en el que hablamos con él de todo lo que pudimos, pues nos atendió sin límite de tiempo desde su estudio en Buenos Aires.

Léanla a continuación. 
 

¿En qué te encuentras trabajando por estos días?

Estoy produciendo muchas cosas, algunas para mi sello nuevo. Es un sello digital que se llama Twitin Records. Estoy produciendo a una chica de Mendoza, ciudad fronteriza con Chile, que se llama Eloísa López. Estamos grabando su cuarto disco. Ella maneja todas las plataformas y programas, lo que hace muy fácil trabajar juntos, de manera muy fluidamente e igual a igual. Sus influencias son muy folclóricas y muy electrónicas. También estoy produciendo una banda para Sony Music que se llama León Chalón, de reggae; a otra banda que se llama Boreales,  que tocan electro punk con un poco de pop; y a Juguete Ruidoso, también para mi sello. Estos y Boreales son para Twitin. Y estoy terminando el disco de Ulises Butrón, un afamado guitarrista y cantautor argentino.


Ahora que nombras esas bandas, has sido productor de artistas argentinos muy importantes y has ganado Grammy. Sin, embargo, sigues produciendo artistas independientes. ¿Por qué está decisión? ¿Es accesible trabajar contigo?

De cada diez discos que hago, te podría decir que seis son de bandas que están por su primer o segundo álbum. Otros dos te diría que son bandas con algo de trayectoria, y los dos restantes son artistas consagrados. Esa es más o menos la proporción. Depende mucho de la afinidad musical o artística que tenga con la banda o el artista. Cuando más me gusta, más accesible soy, y cuando menos pues menos accesible. Pero esto también es un oficio y si hay cosas que no me gustan mucho, las compensan los proyectos que me encantan y para los que hago discos prácticamente gratis. Mi carrera es como una balanza. Un día quizá te toca algo que no te gusta mucho, pero el desafío es que te guste, que termines el disco y te guste al final, así como hay artistas de los que te gusta todo lo que hacen y sale un disco increíble. Varía mucho, no es una decisión tomada. Es algo que se fue dando, no es un plan.


De los artistas que has grabado recientemente, ¿cuáles se destacan?

Por ejemplo, Líbido de Perú es una banda a la que le hice su segundo disco y con ese lograron un carrerón (una gran carrera). Después, para su cuarto disco, volvieron trabajar conmigo. Querían retomar ese camino luego de trabajar con productores norteamericanos y canadienses con los que no les fue bien. Otros son Famasloop de Venezuela y los Superlitio de Colombia, con quienes volveré a trabajar en poco tiempo (Tweety producirá el disco que seguirá al volumen 2 de “Sultana”. Pero el éxito tampoco depende cien por ciento de los álbumes que grabemos. Hoy por hoy, hay discos quizás buenísimos, pero lamentablemente no tienen  la difusión necesaria. Q tal vez el artista no tuvo la energía que se requería para que la gente se entere. Cuando un disco está terminado, a mí se me escapa su destino de las manos. Por eso también decidí crear a Twitin Records, mi propio sello, para que no se me escape ese destino, así como para poder hacer más discos y poder desarrollar de cerca la carrera de cada banda o cada artista.


¿Cuál es la historia detrás de Twitin Records?

Mirá, comenzó hace como un año como una oferta de The Orchard, la distribuidora digital más grande del mundo. Viendo que yo estaba muy activo, me buscaron. Oficialmente, hace menos de dos meses estamos en línea, sacando discos. La intención es darle continuidad al desarrollo de las bandas que grabo. “Persevera y triunfarás”, creo mucho en eso, aunque implique mucho sacrificio. Yo he trabajado antes en otros sellos chicos e independientes, pero este es el primero en el que me siento con cien por ciento de control de mis decisiones. Es totalmente mío y soy responsable de todo lo que pase alrededor, para bien o para mal. Así que es una responsabilidad grande para mí.


Y aparte de Superlitio ¿tienes algún otro proyecto en mente con artistas colombianos?

Bueno, con Superlitio creo que vamos a trabajar en octubre en Bogotá. Ahí te doy una primicia. Antes, colaboré con Los Diva Gash hace unos años y he tocado algunas veces con ellos. Pero realmente no tengo tanto contacto con Colombia como el que tenía antes. Me absorbió mucho la escena porteña, la escena argentina. Me encantaría tener más contacto y ahora que voy a ir, por unas dos semanas, espero llenarme los oídos de música colombiana.


Tú que has visto y sido parte de la evolución del rock argentino en los últimos 30 años, esta es perfectamente documentable. En Colombia, hacer algo así es más difícil. ¿Por qué crees que en Argentina se da un fenómeno diferente?

Yo lo hablo mucho con las bandas sobre el tema de la internacionalización, de tener un pasaporte, de hacer una música que no sea tan argentina, ni que tenga un slang o un lenguaje cerrado. En Argentina las cosas se fueron dando un poco a imitación de Brasil, aunque en menor escala. Brasil es un país donde la escena musical propia es tan fuerte que no necesita expandirse internacionalmente. En mi país, a los artistas de mucho nivel, no estoy hablando de nievel artístico sino de convocatoria, comenzó a pasarles que no les convenía salir de Argentina sino quedarse, un poco por economía. Es muy caro viajar y desarrollar un artista afuera. Creo que en los noventa eso se podía hacer porque todavía existía una industria discográfica semisólida,  que se empezó a frenar al fin de esa década. Pero hay que hacer una autocrítica y un mea culpa pues las bandas no tenían, no sé si la calidad, o no generaban el interés para que un colombiano o un mexicano los escucharan. Puede que su música fuera muy simple, o no los entendían, o no gustaban. Sobre gustos no hay nada escrito, no hay una formula. Sin embargo, creo que poco a poco eso se va a revertir. En este momento hay muy buenas bandas, no precisamente en Buenos Aires, sino en el interior, haciendo mucho ruido. Córdoba y Mendoza son provincias con mucho rock, lo mismo que Rosario en Santa Fe. De hecho, estoy trabajando con una de Córdoba que se llaman Rayos Láser, que hace pop y son infernales (muy buenos), y creo que ya tienen pasaporte para salir y llegar a todos los países del continente.


Hablando de ese sonido del interior de Argentina ¿en qué estado ves el de los sonidos alternativos de todo el país? ¿Cómo los verías si los miraras desde afuera?

Te tendría que dividir en dos lo que pasa en Argentina. Una cosa es lo que pasa con los músicos y su creación, su obra, la música, y otro lo que pasa con el público. Me parece que el público argentino tiene ahora la oreja cerrada. Parezco un quejón, pero siento (al público) más futbolero que nunca, como “me pongo la camiseta de este artista y los demás no existen”. Sobre todo en Buenos Aires. En el interior no es tan así. Más lejos de la capital eso se empieza a disolver. En Buenos Aires se tarda mucho para que una propuesta nueva convoque gente. ¡Te estoy hablando de cinco o diez años! Es muy lento y en todo ese tiempo pasan cosas, la gente crece, tiene problemas, tiene hijos, o la vida se te pasa, entonces el éxito llega tarde, si es que llega. Eso atenta contra la música.


Es curioso porque hace poco en Rock al Parque, Señal Radiónica entrevistó a la banda colombiana Sauti, quienes viven en Buenos Aires, y nos dijeron lo contrario, que la ciudad estaba llena de buenos lugares y que la gente los llena.

Te digo. En Buenos Aires hay muy pocos lugares buenos para tocar o que suenen bien. Son contados con los dedos de la mano y es una ciudad de cuatro millones de habitantes. Es muy contradictorio lo que te dicen ellos y lo que digo yo; son dos polos opuestos. Yo tengo cómo compararlo con otras épocas, diez, veinte, treinta años atrás; ellos no. Sé lo que es cuando una banda nueva llena. Hoy una agrupación así, no llena. También existe una saturación. Hay un censo que dice que solo en Buenos Aires, y en el cordón del Gran Buenos Aires en el que vivimos nueve millones de personas, hay más de 25.000 bandas. Hay una saturación. No te voy a decir que todas son buenas, pero debe haber del uno al tres por ciento que son excelentes. Entonces, se confunde ese porcentaje pequeño con los otros miles y es muy difícil. Los medios son muy “exitistas” o muy de nicho. No hay nada en el medio. Tenemos una revista francesa que se edita en Argentina hace más de 10 años, llamada Los Inrockuptibles, muy para los melómanos, pero no llega a los 10.000 ejemplares, a pesar de llevar tanto tiempo. Por ejemplo, la Rolling Stone no creo que llegue a más de 30.000 ejemplares por número. Para una ciudad tan grande, este tema es muy confuso. Aun así, yo decidí abrir Twutin Records básicamente centrado en artistas nuevos, sobre la esperanza, sobre la fe de que la música nueva merece por lo menos la oportunidad.


¿Y los grandes? Artistas legendarios como Soda Stéreo, Cerati, Calamaro, Illya Kuryaki, Fito Páez ¿tienen todavía relevancia musical en argentina? ¿Los medios ignoran a los pequeños por seguir detrás de las leyendas?

Los medios en argentina no te muestran un artista que tenga menos de 35 años. Nunca. Te muestran artistas con más de 20 años de carrera. Los Illya Kuryaki, que ahora volvieron, siguen siendo los más chicos. ¡Es ridículo!. No hay un degradé. No vamos de 0 a 10, es 0 ó 10; en el medio no hay nada. Pasa en los medios, y también en los lugares para tocar. Ese es el problema. No hay escalones para subir, no hay lugares para tocar frente a 100 o 200 personas como en Estados Unidos, ni siquiera.


Sin embargo, es que esa generación de artistas es irrepetible...

Bueno sí. Si hablamos de números si va a ser inalcanzable, pues son otros momentos. Quizás ahí habría que ubicarnos en tiempo y espacio, pero el pasado es pasado y no vas a volver. Ahora, falta un poco de unión, es lo que siento. Ya no se ve que los artistas grandes ayuden a los chicos para nada; cosas que pasaban antes. Por ejemplo, cuando aparecieron los Kuryaki todo el mundo los ayudó. Claro, había un afecto porque Dante es hijo de Spinetta, y todos dejaban que abrieran sus conciertos. Pero esto no es algo que pase actualmente con las bandas grandes. Soda Stereo lo hizo en su momento, a comienzos de los noventa. Hicimos un ciclo de tres concierto en el Estadio de Obras, en los que yo toqué, y en los que cada día había una banda de soporte distinta. Eran las bandas upcoming (las que estaban surgiendo). De hecho, Babasónicos tocó ese fin de semana. Estamos hablando de hace 20 años. Yo no veo ahora a los "Babas" invitando a otras bandas, o muy de vez en cuando. Y si las invitan, lo hacen con alguien ya conocido. Falta un poco de solidaridad de los que ya la hicieron, de quienes ya la lograron.


Regresando un poco a esa época, hablemos de “El amor después del amor”. Cuando lo grabaron ¿en qué etapa profesional andabas?

Yo estaba en un brake con Soda, justo de vacaciones de las giras con la banda. Entonces, me encontré con Fito y preparamos el disco en dos semanas. Yo ya había tocado con él ocho años seguidos y había producido "Giros" (1985), "Ciudad de pobres corazones" (1987) y "Ey!" (1988). Yo toqué con el de 1984 a 1989 hasta que me fui a tocar con Soda. En la grabación de “El amor después del amor” tuve mucha influencia como músico, en las composiciones, los arreglos y en la estética del audio. De hecho, fui por mis propios medios a Londres a hacer la mezcla y el ingeniero, un inglés, me consultaba a mí no a Fito.


¿Por qué fue tan exitoso?

Se dio todo. Justo se alinearon los planetas. Fueron grandes canciones en un momento en que no había nada. Si te hablo estrictamente desde el negocio, no existía competencia para Fito cuando salió el disco. Además, algo de lo que nadie habla es que después de lanzarlo, Fito armó una gira y una banda infernal (muy buena) para promoverlo. En uno de esos conciertos de promoción en Argentina, el show sonó exactamente como el disco. Era la primera vez que sucedía algo así. Yo fui quien preparó el sonido del concierto para eso. Te estoy hablando de una época donde no había computadores.


¿”El amor después del amor” es el que te hizo reconocido?

Yo creo que depende del consumidor. Hay tipos a los que no les gusta Fito porque no les parece un gran cantante y es lógico que Soda Stereo sí porque Gustavo Cerati es gran cantante, empecemos por ahí. Yo no creo que el reconocimiento sea por un solo álbum. Para mí es la suma de varios. A veces te encuentras con gente que dice “quiero trabajar con vos porque escuche tal disco”. Un ejemplo es “Mediocre” de  Ximena Sariñana. Ella me contactó desde México por medio de MySpace, sin saber que yo había trabajado con Soda, con Fito, o nada. Me escribió porque escuchó temas de Ácida, mi banda, que le encantaron y decidió trabajar conmigo. Bueno, pues hicimos un disco juntos y fue impresionante lo que pasó en México. Fue record de ventas para un disco debut en ese país. Te estoy hablando de hace poco, hace cinco años. Entonces, vos a veces no sabés por dónde viene el reconocimiento. Pero para mí es seguir haciendo discos, es el único reconocimiento que quiero.


¿Y sigues tocando?

Para mí hacer discos es hacer música. Toco en prácticamente todos los discos que produzco. Me encanta hacerlo y en algún momento quiero seguir con mi proyecto propio, tal vez el año que viene. Pero me encanta producir, me parece muy creativo.


Después de tantos años ¿tienes un proceso común para grabar a cada banda o es diferente?

Hay algunas cosas que se repiten. Voy mucho a los ensayos de la banda antes de llegar al estudio, para no arribar en frío. Pero cada caso es diferente, y la producción se hace a la medida. En todos los casos cambia. Es distinto un solista a una banda, por ejemplo. Con los solistas puedes elegir los músicos que vas a usar. En una banda es imposible, tienes que arreglarte con lo que está, a menos que haya un consenso de reemplazar a alguien, o que en una canción otro pueda hacerlo mejor. No hay método. Me gusta muchísimo participar en la selección de los temas. No puedo producir una canción en la cual no creo. Debo creer en ellas antes, y a veces me toca aprender a hacerlo con las que no creo mucho. Al final, debo terminar el disco creyendo en las canciones.


Illya Kuryaki and the Valderramas cerró la más reciente versión de Rock Al Parque, orientada a los sonidos de los noventa. ¿Qué artistas argentinos nuevos recomendarías al público de Señal Radiónica, en los que se escuche el sonido actual de ese país?

Rayos Láser es para mí una promesa infernal. A mí me gusta mucho un solista que se llama Lisandro Aristimuño. Me parece el mejor que ha aparecido en los últimos diez años. De hecho, el mejor de lo que lleva este siglo. Lo respeto mucho, me encanta lo que hace. Después hay algunas chicas. Está Poli Sallustro, una chica a la cual produje.


¿Se ha sentido mucho en Argentina la ausencia de Spinetta y Cerati?

Sí, yo me siento como un queso gruyere, lleno de agujeros. Para mí, ellos dos son grandes ausencias en mi vida. Una tan grande como la otra. Los dos, muy amigos míos, hermanos mayores, referentes; tipos increíbles. Spinetta vivía a dos cuadras de mi estudio. Aparte de mi admiración por él, yo comencé a tocar música realmente porque escuche Almendra, la banda de Spinetta en los 60. Dije: “ok, yo quiero ser músico”. Después, terminé siendo amigo de él y trabajando juntos; tomando mate en su casa. Realmente lo que más extraño es la persona, porque la música está. Eso es lo maravilloso de la grabación, que la voz y el artista quedan inmortalizados. De vez en cuando, cuando extraño al Flaco, pongo sus discos. Los extraño todos los días, y a Gustavo lo mismo. Él está en un estado en el medio, no se sabe bien dónde, pero no está. Físicamente no está, su palabra no está. Está su música y realmente a mí me pega muy duro todavía adaptarme cada día a esta realidad de saber que ellos dos no están.