Foto: Cortesía Tayrona Eventos

Green Day en Bogotá: “Todavía estamos vivos”

Durante cerca de tres horas la banda californiana demostró el poder de su música y la importancia de tener un show como el de ellos en nuestro país. Green Day hizo que el 17 de noviembre quedara marcada como una noche que sorprendió alegremente y que superó las expectativas.
Sábado, 18 Noviembre, 2017 - 08:31

Por: María Alejandra Calderón García

… "It's something unpredictable, but in the end is right". 
 Good Riddance.

Recuerdo bien cuando escuché por primera vez a Green Day. En mi infancia el servicio de televisión por cable no entraba en mi casa, en cambio, existía la "perubólica" que en su mayoría tenía canales peruanos y algunos Sudamericanos, y a falta de MTV, entre esos entraba una señal chilena que pasaba videoclips, Vía X. Entre 1994 y 1995 la pantalla mostraba a un chico con ojos perdidos, dientes torcidos  y cabello negro que se enloquecía viendo televisión acompañado de un mico,  luego aparecía con otros dos hombres tocando con rabia la batería, el bajo y la guitarra. Era Longview y los tres histéricos se llamaban Green Day.

De ahí les seguí la pista, generaron un gusto que por ese tiempo de pop en mi vida resultaba extraño. Apoyada en ese canal de vídeos y en las emisoras locales canté She, When I come Arround, Waiting, Monirity y grité cientos de veces Basket Case sin entender mucho lo que decía y le bajaba al punk rock cuando sonaba Good Riddance.

Ya cuando llegó el siglo XXI Green Day se puso a cantar sobre lo que estaba pasando en el mundo, del fatídico 11 de septiembre, de cómo el gobierno de Bush se ensañaba con Afganistán en respuesta a los ataques terroristas de la torres gemelas, de cómo una generación se envolvía en una evitable guerra. El álbum que recogía esa rabia, llamado American Idiot (2004), me hizo comprar, con menos vergüenza que necesidad, mi primer disco pirata. De allí que me encaprichara con aprenderme palabra a palabra la canción más larga del álbum y la que más me enamoró: Jesus of suburbia.

Luego de ese disco les perdí el rastro, y creo que ellos también se perdieron un poco luego de todo el éxito que la sinceridad les trajo. El encanto por Billy Joel Amstrong y compañía de desvaneció, siguieron otros discos que no me resultaron tan atractivos, aunque también es cierto que me empezaron a gustar otras bandas con otros sonidos. O puede ser que haya madurado, que haya dejado a Green Day en un capítulo generacional que ya se estaba quemando.

Pero todo volvió a revivir anoche en el Parque Simón Bolívar en Bogotá. Los californianos regresaban luego de siete años de su primera visita a Colombia y su espectáculo me hizo devolver a las noches en mi cuarto gritando Basket Case.

Antes de las 6:30 p.m. Albert Medina, voz y guitarra de The Kitsch se subió a la tarima (que fue ubicada a lo ancho del Escenario Plaza contrario a lo que se acostumbra en eventos como Rock Al Parque, reduciendo así a una tercera parte el aforo del espacio) con un vestido de flores y una máscara a lo Pussy Riot. El trío abrió la noche de Green Day con todo lo que eso conlleva: un sonido que no da su 100 por ciento y unos fanáticos que sólo quieren ver a Billy y compañía en el escenario. Sin embargo el público que todavía no llenaba el parque (y que por un momento me hizo pensar que los colombianos no pagan dos veces por ver a una banda en vivo), supo escuchar el ruido garage de los bogotanos por media hora con canciones como Uña Encarnada, Hay un monstruo en mi casa, e hicieron que los asistentes quedaran cantando Quiero bailar con tu mamá, tema con el que cerraron su presentación.


Foto por Juan Jaramillo

Luego llegó el ska punk de The Interrupeters, desde Los Ángeles. Los hermanos Bivona y Aimee Allen, pisaron por primera vez nuestro país dejando clara una autenticidad en sus sonidos y manifestando la enriquecedora experiencia que les dejó recorrer el mundo sirviendo de antesala a los shows de Green Day en el tour Revolution Radio que ya sumaba más de 100 presentaciones.


Foto: Cortesía Tayrona.

“Esta noche no somos Green Day de Estados Unidos, esta noche somos Green Day de Colombia”.

A las 8:30 p.m., ya con el espacio lleno de seguidores de la banda califoniana, retumbaba en los parlantes del Parque Metropolitano el sonido de Bohemian Rhapsody de Queen , Blitzkrieg Bop (Hey Oh Lets Go) de Ramones y Also sprach Zarathustra, el tema insigne de la película  2001: Odisea en el espacio (1968). Canciones que encendieron el camino para que Billie Joe Armstrong, Mike Dirnt y Tré Cool aparecieran en el escenario con las primeras notas de Know Your Enemy.

De inmediato la duda que muchas veces me surge con algunas bandas con las que perdí la fe se despejó. Si en algún momento me pregunté por qué tenía que volver Green Day a Colombia y por qué siguen haciendo discos y giras mundiales la respuesta apareció en esa primera canción de su show; por sus fans.

Durante todo el concierto el trío -  acompañado por Jason White en la guitarra, Jeff Matika en los coros y guitarra, y Jason Freese en saxofón y acordeón- se entregó a sus seguidores, a los old school (entre los que estoy yo) y a los nuevos (que no vi tanto). En tres canciones subieron a fanáticos a compartir escenario con ellos,  lo que encendió las emociones de la noche, como lo hacen en todos sus conciertos. Sin embargo, el momento en el que evidenciaron el cariño que le tienen a sus fans, se dio cuando le regalaron a un fanático una guitarra mientras interpretaban Knowledge. Ellos saben cómo tener al público en su bolsillo y el amor es recíproco.


Foto: Cortesía Tayrona 

Lo de Billie Joe Armstrong es un capítulo aparte. Durante casi tres horas el vocalista de 45 años mostró una voz entera y una energía al tope como si estuviera pisando por primera vez un escenario. Fue parte fundamental del show, inició diciendo en español “todavía estamos vivos”, y así lo demostró; cambió de timbres de una canción a otra, expresó su cariño en repetidas ocasiones sin que se viera forzado, dio gracias a Colombia sin cansarse, armó un discurso en el que aclaró que ésta no era una fiesta política, sino una celebración del rock and roll, aunque varias veces dijo “fuck Trump”. Invitó a su público a vivir el show en vez de verlo por las pantallas de sus celulares y cristalizó lo que promulgó al abrir: “esta noche no somos Green Day de Estados Unidos, esta noche somos Green Day de Colombia”.  



Foto: Cortesía Tayrona.

Green Day hizo un recorrido por su extensa discografía desde Kerplunk  (1997) hasta Revolution Radio (2016) lo que me hizo caer en cuenta que de verdad, esta es una buena banda, que ya se convierte en legendaria con 30 años de pura actitud y entrega encima, y que siempre será un placer pasear en vivo por los recuerdos musicales de la infancia y adolescencia.

La banda hizo que no se sintiera agotamiento luego de las treinta canciones que interpretaron. En un medley pasaron por los Stones (Satisfaction), The Isley Brothers (Shout) y los Beatles (Hey Jude).  Logró que todas esas horas que pasé aprendiéndome Jesus of Suburbia  tuvieran sentido tocándola en sus nueve enteros minutos que confirmaron la potencia de la banda, y tras tantas canciones que hicieron que el piso se moviera, dejaron para el final un espacio cargado de nostalgia con la versión acústica de Wake Me Up When September Ends, 21 Guns y Good Riddance (Time of Your Life) .


Foto: Cortesía Tayrona.

Y sí, cumplieron para mi y para los asistentes al concierto con un show impecable y emotivo, capturaron cuadros en la mente llenos de luces, pirotecnia, fiesta y alegría, dejando en una noche el tiempo de nuestras vidas.

Gracias por volver, por tocar, por promover la supremacía del amor y de la música por encima de la corrupción, la injusticia y el racismo, gracias por mantenerse vivos.