Christina Rosenvinge

Christina Rosenvinge, una artista que no cabe en ninguna casilla

Hoy queremos recordar el legado vivo de la cantautora española que desde los ochenta explora el rock, el pop y el indie y cuyo camino ha estado influenciado por muchas formas de hacer arte.
Miércoles, 16 Noviembre, 2022 - 11:42

Por: María Claudia Dávila

Mujer, inmigrante, feminista, cantautora, actriz, escritora… Muchas son las palabras que nos podrían ayudar a entender quién es Christina Rosenvinge. Sin embargo, pareciera que la vida y el legado de la artista, cuyo camino ha estado influenciado por la música, al tiempo que la literatura, la dramaturgia, la televisión y el activismo social y de género, intentara a propósito, como en un acto de rebeldía, esquivar cualquier casilla. 

Christina Rosenvinge es un ícono, un símbolo en sí misma y sus visiones del mundo pueden leerse como un legado propio y el sinónimo de una búsqueda auténtica con el rock, el pop, el indie, obras literarias como Debut, películas como Todo es mentira y obras de teatro como Safo, en donde la artista recrea una historia que reflexiona sobre el amor y el placer libre de culpas de la poeta de Lesbos en una escenografía que reproduce a escala el teatro romano. 

Así a través de cada una de estas obras e intervenciones, conocemos a una Christina rebelde, contestataria. Nos sumergimos en una dosis de feminismo en ámbitos llenos de testosterona y una prueba de libertad en un mundo cuadriculado y casi guionizado de cómo deberíamos ser. Ella es a la vez una cara angelical, casi de Barbie y una actitud arrolladora, como un torbellino antes que agua apacible o mansa o el esperado performance de una mujer bien puesta. 

“Le enseño a mis hijos que decir 'follarse a' es machista. Se dice 'follar con'", dijo una vez la artista en una entrevista con una revista española, como dejando ver esa visión progresista del mundo y adelantada, como siempre, a su época. 

Otro ejemplo de su legado es Que me parta un rayo (1992), uno de sus himnos que más marcó un antes y un después en el panorama nacional e internacional. También podría decirse que con estas y otras canciones acogió a un público huérfano de referentes femeninos y sumergido en un sistema cultural masculino, donde era raro además una mujer catapultando la energía de las masas sobre un escenario. 

Su historia comienza el 29 de mayo de 1964 en Madrid, cuando esta cantautora española, hija de padre danés y madre inglesa, desde niña despertó su curiosidad por la música interpretando canciones en el colegio y formando, más tarde, su primera banda cuando era solo una adolescente en la movida madrileña de 1980. Así, debutó por primera vez como cantante y luego como compositora en la banda Ella y los Neumáticos.

Después, bajo el nombre de Magia Blanca, junto al compositor y multiinstrumentista, Álex de la Nuez, hizo un nuevo proyecto. Luego, a finales de la década del 89, junto al mismo Álex, participó de un dúo llamado Alex y Cristina, grabando dos álbumes antes de separarse a principios de los 1990.

En 1991, Christina y Los Subterráneos, un grupo que hizo con sus amigos, fue uno de los que más la llevaría a la fama y con el que seguiría explorando todo su talento y rebeldía. Así, debutando en 1991 con el disco Que me parta un rayo gracias a Alejo Stivel, Christina y Los Subterráneos marcaron un hito interesante en toda América Latina y abrieron paso al despertar femenino rockero en países como Colombia, Perú, Bolivia, Argentina y Uruguay.

El éxito de este álbum fue tanto que varios cuentan que este llegó a posicionarse en mercados difíciles como los de países hasta el momento poco abiertos al rock ibérico como Perú, Bolivia, Uruguay, Paraguay, Venezuela y Panamá.

Más tarde, en 1994, Christina y Los Subterráneos lanzaron su segundo y definitivo trabajo: Mi pequeño animal, bajo la producción de Niko Bolas que debido a su contenido sexual fue vetado en países religiosos como Chile, Paraguay y Ecuador. Aquí, entre sollozos que contrastan con un fondo rockero, escuchamos a una Christina sensual que gime mientras habla de los sueños de su animal y habla de morder la boca del chico de su barrio y atarse las manos con su pelo largo. 

Más tarde, en 1994, conoció a Lee Ranaldo, guitarrista de Sonic Youth, con quien trabajaría en varias producciones como solista a lo largo de su carrera. Para este momento Christina Rosenvinge, entró en un receso que dejó a sus seguidores en la incertidumbre hasta que presentó como solista, el disco Cerrado en 1997. 

En 1998, luego, se fue a Nueva York y junto a Sonic Youth preparó Frozen pool, trabajo por el que recibió buenas críticas de la prensa estadounidense. En este nuevo proyecto, conocemos un lado distinto de la artista, con sonidos más suaves, frases escasas y una simpleza musical llena de belleza que tal vez nació del hecho de migrar de un lugar a otro y sumergirse en una nueva realidad llena de silencios. 

También es importante resaltar de la artista su participación en el mundo de la televisión, presentando programas como FM2 de 1988 a 1989 en TVE y Nosolomúsica de 2004 a 2005 en Telecinco, ambos canales españoles. Como actriz, además, participó también en películas como Todo es mentira (1994) junto Penélope Cruz y Coque Malla y en La pistola de mi hermano (1997) de Ray Loriga

Con esto, su imponente voz, su presencia y su rebeldía fluyendo en cada poro, Rosenvinge demostró no solo ser una cara bonita. Su trayectoria inconformista y su obra variada en formatos y desprovista de modelos para ser encasillada, es un valor indudable del que somos herederos las nuevas generaciones.

Es claro que la artista dejó una huella imborrable en nosotros y que con ella animó a mujeres de todo el mundo a pararse frente a un público, tocar una guitarra o hacerse espacio, hecho a su medida y a la de nadie más, entre un mundo hasta el momento dominado por hombres. 

Christina se presentará este año en Rock al Parque el domingo 27 de noviembre