Fotos por: Yojan Valencia

Un breve repaso a la llegada del rock a Medellín

Acá algunos antecedentes históricos, sonoros y sociales, que encendieron el botón de ON para el surgimiento del rock paisa.
Martes, 19 Abril, 2022 - 09:27

Por: Radiónica

Como un caminante desconocido, como un extraño en un país tropical, el rock irrumpió en la ciudad en la década de los sesenta y su aparición estuvo ligada al movimiento go go y ye yé en Latinoamérica. 

Los Yetis, fueron pioneros en recibir esa influencia del exterior y la convirtieron en canciones inocentes desde lo musical y agrias desde lo literal, pues sobre Medellín y particularmente sobre Los Yetis, recayó la represión del cabello largo en los años 60.

La patria está en peligro
El decoro de la patria está en peligro
Yo no tengo patria
Yo no tengo nada

La patria se desangra
Mi capitán
Que bello el
Torrente rojo
Los poetas lanzan su manifiesto

¡Muera la poesía!
¡Viva el terror!
El Nadaísmo
Es gentil armada de la revolución
Tengo dos violines
Para la turbación
Del orden público
Los estudiantes
Tiran piedra
Alumnos son de Cicerón

Motociclista griego
Ulises no
Todo de llama
Las hipotecas

Viva Josefina
Napoleón
Era un enano con pistola
Los peluqueros
A la guillotina
Caos

Tumban estatuas del libertador

Los amotinados
Afeitan a los héroes
Mueran los peluqueros
Vivan las melenas
La revolución

Todo va bien
Todo va mal
Los peluqueros
Llegaron ya
Todos los peluqueros
Llegaron ya
Que se vayan
Los peluqueros

*Letra de la canción "Llegaron Los Peluqueros" de Los Yetis.


Luego del acercamiento de Los Yetis con el rock y del "Milo a go go", que fue uno de los primeros festivales de rock en Colombia, patrocinado por la empresa Cicolac y su producto Milo; los días 18, 19 y 20 de junio de 1971 señalaron el inicio del rock en Medellín como manifestación cultural que se expresaba con los primeros síntomas de rebeldía, cabellos largos y bailes frenéticos al son de la hierba y la buena vibra: era el nacimiento del Festival Ancón.

El arribo del rock y su historia llegó en maletas gracias a los viajeros que introdujeron en Medellín las primeras copias de los grupos ingleses y estadounidenses como The Beatles, Elvis Presley, Chuck Berry, Muddy Waters y Little Richard y posteriormente se fortaleció con la difusión mano a mano y de intercambio entre el movimiento urbano y musical que se empezaba a consolidar. En este camino sonaron grupos de la década de los setenta como Dead Kennedys, The Ramones, The Clash o Sex Pistols.

Así, la escena musical de Medellín empieza a construir sus bases y su historia y “aparecen los ‘parches’ y las ‘notas’ en los barrios populares como espacios predilectos de esas comunidades de gusto. Comunidades que giran alrededor de la música, para circularla y hacer traducciones de las letras de las canciones y, muy importante, para conversar sobre sus vivencias, sus problemas, la pobreza, la muerte, de por qué existimos”, como explica Jorge Giraldo Ramírez, Jorge en El Rock sonido para ángeles.


Estos sonidos aún nuevos para los habitantes del Valle de Aburrá, casi que resumirían la esencia de ciudad, de esa Medellín que según Rafael Ortiz González, tiene “alas de sangre y música de aroma, pies de hierro y frente de paloma”.

Estas tres tendencias sonoras, rock, punk y metal, sin desconocer la importancia de otras culturas manifestaciones sonoras, fueron las encargadas de realizar un cambio en el vivir musical callejero de la ciudad, pues arribaron a Medellín pisando fuerte, ganando adeptos, con personalidades y vestimentas excéntricas y cantando realidades nuestras. Unas que a su vez eran y siguen siendo propias de otras ciudades latinoamericanas, pues la violencia, pobreza o falta de oportunidades, subsisten en Río de Janeiro, Buenos Aires, Lima o Quito. 

Estos géneros encajaron sutilmente como un molde en la forma de vivir y sentir de gran parte de jóvenes y habitantes de la ciudad. Aquellos movimientos desde su creación hasta su consolidación, tuvieron barreras construidas por el grueso de la sociedad que ha impedido a través de los años su evolución natural –el rechazo directo por parte de la religión, el ser considerado un estigma, la exclusión de diversos sectores sociales y la violencia de la ciudad- o, como dice Román González, exintegrante del grupo de rock Marimonda y un melómano de los sonidos fuertes, “el rock en Medellín es un error”, ¿la razón? Tener todo en contra para no existir, para no nacer ni evolucionar. 

Pero como una cuestión milagrosa, estos sonidos y sus intérpretes creadores con acciones quijotescas han encontrado en sus más fieles seguidores el refugio para sobrevivir y seguir con su poder generacional que se hace evidente en los conciertos, en los encuentros de amigos, en los discos que circulan, en la puesta en escena, o en cualquier espacio donde se vea materializada la música.