Discos Fuentes

La nostalgia de la época Discos Fuentes

Luego de haber producido más de 45 mil discos y ser la empresa pionera en la producción fonográfica en Colombia, Discos Fuentes perdió su sede, vendió sus máquinas para producir vinilos y se sumergió de lleno en la producción y comercialización de música en digital. Para muchos de nosotros, las historias no siempre tienen finales felices.
Viernes, 21 Octubre, 2022 - 11:53

Por: Diego Londoño

Esta historia musical tiene muchos protagonistas, muchos bailadores que han disfrutado del sonido del güiro, de la conga y de historias que además de ponernos a pensar, nos ponen a disfrutar de una vida bailando sin penas ni agobios. También, como protagonistas, muchos cantantes que han regalado sus cuerdas vocales al mundo, que han vivido de la noche y de la potencia de un micrófono mientras ven los movimientos virtuosos de pies que no paran de bailar. Muchos otros han cantado o llorado en fiestas o fuera de ellas, y otros simplemente estuvieron sentados al lado de una radiola, escuchando un disco de vinilo y viendo girar sus surcos y un logotipo en forma de sello tan distinguible para cualquier colombiano que incluso hizo parte de la canasta familiar, la torre y el reloj de color amarillo y azul que representa uno de los estandartes de la ciudad heroica de Colombia, la Torre del reloj de Cartagena de Indias.

Pero en esta ocasión, hablaremos de dos protagonistas que como el sonido estéreo en espiral, son fundamentales para contar la historia de glorias y aplausos de Discos Fuentes, una empresa pionera en iberoamérica en la producción de buenos discos y dueña de uno de los catálogos más amplios e importantes del mundo de la música hispana de este continente. 

Un poco de historia

La empresa nació en el año 1934, y tiene una historia divertida y muy distinta a la concerniente con la música, los artistas, los discos y la fiesta. Resulta que la familia Fuentes, originaria de la costa caribe colombiana, de la ciudad de Cartagena, era pionera en la industria farmacéutica con su Laboratorio Fuentes. Justamente Antonio José Fuentes López, el hijo más inquieto que era conocido como “Toño Fuentes”, era uno de los empleados y aprendices con más futuro en esta área, de hecho, tenía pensado convertirse en médico para seguir con el legado de sus padres. Pastillas, jarabes, inyecciones, ungüentos, analgésicos, antiácidos, antialérgicos y todo tipo de medicamentos estaban en la mente de esta familia y de este jovencito que trabajó siempre muy bien bajo las órdenes de sus padres.

Sin embargo las cosas cambiaron y en los años 20 Antonio Fuentes decidió enrutar su profesión hacia el área de negocios. Viajó a Estados Unidos y estudió administración en la ciudad de Filadelfia, en Pensilvania. Allí se interesó por la música, energía que siempre estuvo presente, estudió violín y la guitarra hawaiana, de hecho las cuerdas frotadas se convirtieron en su obsesión. Se involucró en la técnica sonora, en la acústica, en los medios de comunicación y a su regreso a Colombia, en vez de traer el pedido de sus padres, cajas repletas de medicamentos, trajo micrófonos, transmisores y todo tipo de tecnología gringa para empezar a cumplir su sueño, tener una emisora rudimentaria en el ático de Laboratorios Fuentes. 

Desde allí empezó su labor de tocadiscos, de difusor de la música colombiana y además, no contento con todo esto, empezó a grabar artistas con algunos equipos en una habitación de su casa en el barrio Manga. 

Así, desde esa ingenuidad apasionada nació la Emisora Fuentes y dos años después, en 1934, el sello Discos Fuentes, una genialidad no antes vista en Colombia y raíz de un sueño sonoro que le cambió la historia a la música en el continente. 

Discos Fuentes nació en Cartagena, pero en el año 1960 se trasladó a la ciudad de Medellín y desde allí hicieron realidad el primer compilado musical fiestero y bailable que le cambiaría la historia a la música colombiana, eso sucedió en el año 1961, con un disco que innovó con el sonido estereofónico y que compiló lo mejor y más destacado de la fiesta en una sola producción: “14 Cañonazos Bailables”, una producción que hasta el día de hoy ha logrado materializar 60 volúmenes.

Toda esta osadía fue lograda por Toño Fuentes, un buen pescador, coleccionista de relojes, fotógrafo aficionado, gran guitarrista y mejor jefe, que murió en Medellín en el año 1985. Pero su legado incluso continúa, su influencia y memoria es eterna y ahora es guardada en corazones de cientos de músicos y de personal técnico de una disquera que dejó de serlo para convertirse en una plataforma digital. 

Por eso esta historia merece ser contada por uno de los herederos de su grandeza, no un hijo ni un nieto, sino su empleado más fiel, el gran arquitecto del sonido de Fuentes, Mario Rincón, el grabador que dejó sus oídos, literalmente, en la consola de grabación. Gracias a él y a esas cirugías meticulosas en las cintas musicales de Discos Fuentes, Colombia obtuvo otra posición dentro del mapamundi cultural y musical.

Pachanga, el cirujano del sonido

La historia de Mario Rincón con Fuentes es amplia y aún no termina. Todo empezó por su sobrenombre. ¡Pachanga!, te vas a llamar ¡Pachanga!, le dijo Joe Arroyo entre risas, mientras grababan alguno de los éxitos que pondría a bailar a Colombia y a gran parte del continente. Detrás de la consola estaba él, también sonriendo y operando con sus dedos largos cada uno de los botones que daban vida a la música que salía de esa gran mole musical llamada Discos Fuentes.

Mario Rincón, su nombre, y sus manos, una extensión de la gran consola Ampex del estudio de grabación. La silla tenía su horma, el ambiente, su olor. Él llegó a Fuentes en el año sesenta, aún no tenía cédula y trabajaba por diversión, por unos cuantos pesos de recompensa que le daba el viejo Antonio, “Toño” Fuentes, por cargar cables, organizar instrumentos y ayudar en lo que necesitara la familia de los discos. Poco a poco Mario se ganó el cariño y también un pequeño sueldo dentro de la nómina de las más de 200 personas que vivían su segunda vida en este gigante lugar en el barrio Guayabal en Medellín, muy cerca del Aeropuerto Olaya Herrera donde años atrás, en 1935, murió el mismísimo Carlos Gardel. 

Pachanga siendo un jovencito, empezó a codearse con los directores artísticos, los músicos y los empresarios que dominaban la industria musical colombiana de aquellos años. Con el tiempo, se convirtió en una ficha fundamental en el engranaje de la música en Colombia, en el ingeniero alma, vida y corazón de Discos Fuentes.

Mario Rincón creció allí, al lado de los decibeles y acordes, le tocó el crecimiento de Fuentes, la consolidación de artistas, y las rumbas nocturnas con mujeres y licor que se creaban en el estudio para simular conciertos, para darle energía a los músicos en las grabaciones. En esa maravillosa y mística consola, Mario grabó a Los Corraleros de Majagual, Pedro Laza y sus Pelayeros, La Sonora Cordobesa, Los Teen Agers, Rodolfo Aicardi, Los Golden Boys, Lucho Bermúdez, Afrosound, Gabriel Romero, Alfredo Gutiérrez, Lisandro Meza, Calixto Ochoa, Joe Arroyo, Alfredo de Angelis, Fruko y sus tesos, Alejo Durán, y una larga lista que su memoria no recuerda. También, a este personaje por su pericia, y por tener un oído prodigioso, le delegaron además de la grabación musical, la producción, la escogencia de canciones y la asesoría estilística a algunos músicos, por eso no tenía horarios, y cuando la madrugada llegaba, se acostaba debajo del piano de cola para despertarse un par de horas después a seguir trabajando.

Le llamaban “Pachanga”, por su sabor; “El mago de la consola”, por su experiencia con las perillas; “El cirujano”, por editar a los músicos, cortar las cintas de una manera virtuosa y dejar las grabaciones como si nada hubiera sucedido; “El águila”, por su ojo para descubrir artistas; y “El rey midas”, porque todo lo que tocaba, o mejor, lo que grababa, lo hacía oro. Era una pieza fundamental para Discos Fuentes.

Pachanga siempre estaba ahí, tras ese vidrio templado que guardaba la mística de los sonidos, los ambientes, las historias sonoras y la rumba tropical de Colombia desde el inicio de la década del 60. Siempre como un niño con un dulce, engolosinado con el brillo de los micrófonos, las luces de las perillas y las voces de los ídolos de toda su vida que ahora sonaban gracias a él.

La historia de Fuentes ahora no es la misma, las ventas digitales se tragaron la mística de la consola, y los discos ya no tienen surcos sino bits. El sello discográfico no murió, sino que se adaptó -a regañadientes- a la nueva dinámica de la industria musical: Las plataformas digitales y la venta online. Ahora el sello tiene estudios aliados para realizar sus producciones, pues sus instalaciones fueron vendidas a la empresa de ropa interior colombiana Leonisa. Sin embargo, la historia de Pachanga sigue rodando como el mejor de los long play. Él le entregó no solo su corazón, sus días, su juventud y experiencia a la música, también sus oídos, pues luego de los años ya no funcionan igual, solo son un hermoso recuerdo sonoro.

Él sigue contando esta historia con la misma pasión y fanatismo como la vivió, además, porque su nombre y su experiencia, es el ejemplo perfecto de una vida traducida en canciones y en éxitos musicales. Hoy Discos Fuentes es Edimusica, aún tienen la fuerza para seguir transformando la vida de las personas con su sonido, pero el recuerdo de los surcos rodando y de la venta masiva de discos en todo el continente queda solo en la nostalgia del melómano.

Y en la actualidad, es esa nostalgia la que ha hecho de Discos Fuentes un recuerdo sonoro para no olvidar, que se convierte en un regalo latinoamericano para todo el mundo.