La Librería Nacional: un símbolo de resistencia cultural a lo largo de la historia

La librería que cumplió ochenta años conmemoró su legado con una conversación entre el escritor Mario Mendoza y Felipe Ossa.
Jueves, 16 Septiembre, 2021 - 01:45

Por: María Claudia Dávila

El 9 de abril de 1948, en pleno Bogotazo, cuando el país atravesaba una de las crisis más álgidas de todos los tiempos, Felipe recuerda que su padre, de quien aprendió a amar la literatura, tuvo que cerrar su librería. Se llevó todos sus libros al Valle del Cauca y allí la empezó a acrecentar. El, mientras tanto, leía cómics y se encontraba con grandes clásicos como La isla del tesoro de Robert Louis Stevenson. Y aunque siempre quiso ser solo un gran lector, empezó a trabajar en la Librería Nacional que abrió su primera sede años antes, en 1941, en Barranquilla, una de las metrópolis más importantes de la época. Para él, este espacio era “un verdadero paraíso”: allí arrancó una aventura intelectual de la mano del fundador de la misma, Jesús María Ordoñez, quien no solo lo marcó en su formación profesional como uno de los libreros más importantes del país y de Latinoamérica, sino a muchos intelectuales del momento y de las generaciones venideras. 

Esta historia fue el abrebocas de una conversación entre el escritor, catedrático y periodista colombiano, Mario Mendoza y Felipe Ossa, una de las figuras más emblemáticas del movimiento literario y cultural en Colombia. En ese contexto, en el que Barranquilla tenía una gran influencia cultural de la migración árabe, libanesa y española por la Guerra Civil y además recibía de manera más directa la revolución intelectual que venía gestándose ya desde Europa y Estados Unidos, dijo Mendoza, empezó establecerse la librería como un centro de reunión de intelectuales. “Allí llegaban constantemente escritores de la talla de García Marquez y Hector Rojas Erazo”, agregó Ossa. 

De acuerdo a Felipe, la librería se convirtió en la casa matriz de la obra de Gabo. “A los sesenta, yo los llamo los años maravillosos: de un acervo intelectual sin precedentes, de rebeldía, de mucha sed de conocimiento. Cien años de Soledad marcó una pauta de venta de libros fenomenal. El señor Ordoñez pidió 600 ejemplares del libro, tenía una visión de futuro muy grande. Esto permitió abrir la puerta al boom de la literatura iberoamericana con autores como Cortazar, Benedetti, Dulfo, Borges, entre muchos otros. No había jóvenes sin un libro bajo el brazo. Siempre buscaban la rebeldía, lo novedoso”, recuerda. 

Y es que, según Mendoza, esta fue una época muy interesante a nivel social: vino mayo del 68, surgió el psicoanálisis, se estrenó Siddharta de Herman Hesse, y todo esto fue como un caldo de cultivo para que la librería se convirtiera en un foco que servía de flujo y contraflujo de una revolución del pensamiento que venía implosionando con fuerza.  “Siempre he creído que los libros decantan todo acontecimiento humano. Esa fue la época del psicoanálisis, el estructuralismo, de Foucault, del marxismo y del surgimiento de mucha poesía. También estaban los nadaístas, por ejemplo. Era maravilloso ver gente reunida discutiendo”, cuenta Felipe. 

Revistas como Playboy y Life fueron distribuídas por primera vez en el país gracias a la librería, resaltó Mendoza. Explicando que, por ejemplo, Gabo leyó El viejo y el mar de Ernest Hemingway gracias a Life. “Gracias a Playboy que supuso una revolución no solo cultural por los grandes escritores que firmaban allí, como Truman Capote, sino una revolución sexual de los sesenta. Esta revista ayudó a que el sexo fuera mas placentero en Colombia”, dijo Felipe, agregando que símbolos como la minifalda, la media pantalón y la pildora anticonceptiva fueron claves para el feminismo de la época. 

Todo este movimiento dio paso a que también cambiara la forma de vender libros, explicó Mario. “Ahora es normal y cotidiano pasear por la librería, pero antiguamente había una división y un mostrador. Era casi como estar en una farmacia: llegabas, preguntabas por el producto y te lo daban. Ese era el esquema cubano del cual había aprendido el maestro Ordoñez, pero él mismo cambió la forma de vender y la volvió moderna. Casi que nos permitió pasear por la librería, mirar y acariciar los libros”. Sobre esto, Felipe, resalta lo innovador que fue la decisión de su mentor de crear muebles especiales para libros, para visualizarlos, para cogerlos y hasta leerlos sin comprarlos. 

Y aunque la librería ayudó a gestar todo ese movimiento intelectual tan importante para el desarrollo social, también atravesó momentos difíciles. “La librería ha sido y es un bastión, un castillo, una fortaleza contra la barbarie, la ignorancia, la violencia. Le apuntamos a la educación. Sin embargo lo que más nos afectó fue el terrorismo asociado al narcotrafico. En los centros comerciales ponían muchas bombas, lo cual era muy grave para nosotros porque casi todas nuestras tiendas estaban y están allí. La gente se inhibía de ir. Recuerdo cuando mataron a Gacha, era un diciembre. La librería estaba muy sola y recuerdo que cuando se dio la noticia, la gente no cabía en la librería. Era como un 22 o un 23 de diciembre. Se volcaron de nuevo porque pensaban que había más seguridad. La librería ha resistido y es símbolo de la cultura del libro, del alimento espiritual, del respeto a las ideas de los demás. Hemos vendido al tiempo libros de Mao Tse Tung y obras del Opus Dei. Las respetamos por igual”.

Otro momento que quizá fue angustiante, pero pudieron sobrepasar, fue cuando llegó el libro digital, dijo Mario, quien agregó que la librería supo aprovechar muy bien esa oportunidad. “Nosotros somos surfistas. Cuando esto pasó se pensaba que se iban a acabar las librerías, pero no. Hay que saber leer las épocas. Dijimos: ‘vamos a entrar a la tecnología’. Montamos nuestra página web para vender tanto libros físicos como electrónicos. Umberto Eco decía que nadie acabaría con los libros porque es uno de los inventos más perfectos igual que la cuchara, la rueda. Y tiene razón”. 

La pandemia fue otro de esos momentos difíciles, explicó Mario. En un primer momento las personas se volcaron a las pantallas y a la hiperconectividad, luego, para resistir al encierro, a la depresión y la angustia, a los libros. “Fue muy duro y angustioso. Nos daba temor, pero al tiempo nos llenamos de valor y coraje para resistir. El libro es resistencia. La familia Ordóñez dijo: ‘no vamos a sacar empleados, ni a cerrar’. Nos volcamos a la página web que nos ayudó muchísimo y la gente busco los libros como medicina, como alimento espiritual, como inspiración. Se pusieron de moda libros como El hombre en busca de sentido de Viktor Frank, que habla sobre una familia destruida en el holocausto y sobre cómo suprimir las preocupaciones y varios sobre superación”. 

Felipe explica que a futuro su interés es fundar más librerías, tener más puntos de venta, promover más la democracia participativa con la promoción de la educación a través de la lectura llegando a más lugares del país, para que sea el momento o el espacio en el que nos encontremos como humanidad, el libro pueda acompañarnos a pensar, a soñar y a resistir a la dificultad.