Hablando de cómic colombiano...

Hablando de cómic colombiano...

Finalizamos junio, el mes del cómic en Radiónica, hablando del género en nuestro país con dos de los personajes más representativos de este arte a nivel nacional. Invitados a leer y a entender cómo es el universo de la viñetas en nuestro país.
Martes, 30 Junio, 2015 - 05:19

Por: Andrés Salazar

Hablar de cómic en Colombia es hablar de un campo al cual muchos subestiman, ya sea por su forma de consumo o porque sencillamente no reconocen la importancia que tiene. Y no lo decimos nosotros, lo dicen los índices de demanda que tiene este arte en nuestro país gracias a la ley. Sí, la Ley del Libro que en 1993 consideró que el cómic no aportaba nada ni a la cultura ni a la ciencia, rebajándolo al nivel de la pornografía: Una fuente de entretenimiento.

En Colombia, los libros de cómics pagan impuestos de los cuales están exentos libros de otros géneros.

Desde los años sesenta nuestro país ya daba sus primeros pasos en cuanto al cómic. Historietistas como Ernesto Franco, Carlos Garzón o Jorge Peña vieron en este género una oportunidad de seguir contando historias con maneras alternativas, acogiendo eso sí, algunos estereotipos norteamericanos y europeos. (Qué le vamos a hacer, ellos lo hicieron primero).

Con la masificación y divulgación en Colombia de cómics populares como Supermán, Spiderman, Batman, Tin Tín y Condorito, personas interesadas por la escena underground (presente en todas las artes), y detractores de lo extranjero, decidieron iniciar un largo y difícil camino por el cómic independiente y propio de nuestra cultura. A partir de entonces podemos hablar de cómic en Colombia, no como industria, pero sí como campo de experimentación artística.

A partir de ahí (los 90), y sincronizados con la evolución del género a nivel mundial, historietistas y dibujantes colombianos empezaron a contar historias cotidianas, incrustadas en la sociedad, en una profesión como el periodismo e inclusive en la vida misma de cada autor. 

Quisimos darle voz a esos autores que hicieron del cómic su vida, y que le apostaron a una forma diferente de narrar, de contar historias y de, contrario a lo que piensan algunos, crear cultura. Hablamos con Álvaro Vélez o 'Truchafrita', un paisa que desde hace más de 20 años trabaja en esto, y también con Pablo Guerra, guionista, editor y crítico de cómics, además de dirigir colectivos de cómics en Colombia y el Club del Cómic de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Esto fue lo que nos contaron:

 ¿Quién es usted y qué tiene que ver con el cómic en Colombia?

Soy Álvaro Vélez, historiador y profesor de Historia en la Universidad de Antioquia. También soy dibujante y editor de historietas, firmo mis cómics como Truchafrita.

Soy Pablo Guerra, un guionista, editor y crítico de cómics. Como creador llevo varios años produciendo historietas para medios tanto tradicionales como independientes. Ahora hago parte del colectivo de historietistas en Bogotá, El Globoscopio. Entre otras he escrito las series Los perdidos, Dos Aldos, Vale y su papá y El Drake. Además, he trabajado como investigador de la historia del cómic en Latinoamérica y en Colombia, por ejemplo con la muestra Historieta colombiana de prensa de la Biblioteca Nacional. Por otro lado, he generado espacios de difusión y lectura de historietas con diferentes instituciones y bibliotecas como el Club del cómic de la Biblioteca Luis Ángel Arango y el ciclo Hablemos de cómic de la Alianza Francesa.

 En la actualidad, ¿cómo está la industria del cómic en nuestro país?

Industria no existe. Existe sí una serie de iniciativas individuales y colectivas, algunas con más alcances que otras, en términos de edición, divulgación y creación de historieta. Claro, las cosas han mejorado considerablemente a como era el panorama, por ejemplo, hace un poco más de veinte años, cuando empecé a dibujar cómics.

La industria del cómic en Colombia sigue siendo precaria pero se está viviendo un momento interesante en la medida en que ha ido ganando nuevos aliados y espacios. Hay una diversidad de propuestas que empiezan a encontrar lectores y espacios de difusión. Todavía queda mucho por hacer pero creo que las condiciones están dadas para que varios grupos, empresas y autores logren afianzarse y puedan ocupar un lugar cada vez más significativo en el mercado editorial.


Pablo Guerra. Dibujo: Henry Díaz

 ¿Cuáles son las productoras de cómic más relevantes que tiene el país? Editoriales, revistas, fanzines, folletos, web, etc.

De “productoras” creo que es demasiado rimbombante hablar. Editoriales como Rey Naranjo, La Silueta o Robot han hecho algo por mostrar parte de lo que se produce, de manera profesional, en términos de historieta en el país. Revistas como Larva, mostrando varios autores nacionales o internacionales o la revista Cuadernos Gran Jefe (de mi autoría), en un tono más personal y de un solo autor conservan lo poco que existe en términos de publicaciones seriadas de cómic en el país. Los fanzines aún, y para beneplácito de muchos aficionados, amantes y lectores de este tipo de material (en cuyo grupo me incluyo) han quizás aumentado su tiraje y su variedad. En la Internet es un poco más difícil rastrear contenidos porque es abrumadora la cantidad de autores y creaciones que se encuentran afincadas ahí. Sé que hay muchos y que es quizás el campo en que más se ha mostrado lo que se ha hecho y se está haciendo de historieta en el país.

Hay una producción que viene de varios años que ha tenido una evolución interesante. Me gusta mucho el trabajo de mis compañeros de El Globoscopio: Camilo Aguirre y Henry Díaz. Cada uno tiene la capacidad de asimilar el entorno en historietas que aguantan varias lecturas y no se conforman con repetir sus influencias. Además, sigo el trabajo de Luis Echavarría, Nomás, Gusanillo de tierra, La desparchada, entre muchos otros. Hay grupos que están haciendo cosas interesantes como Surreal Cómics y Group Cómics.

 ¿Cómo es el proceso de producción de un cómic en Colombia?

Cada autor tiene su propio proceso y cada editorial exige también ciertos criterios a la hora de llegar a publicar un cómic. Yo solo puedo hablar de cómo hago mis propios cómic y como los edito (en particular, porque a excepción de pequeñas obras en historieta o de encargos que trabajo, yo mismo he editado todas mis obras): empiezo en papel y lápiz, entinto, agregó un proceso en digital para añadir color o escalas de grises, además de la rotulación y, finalmente, armo la publicación con un diseño y una diagramación.

El proceso depende de las condiciones de producción de cada grupo y de las características de cada proyecto. No hay una sola forma de abordar la creación de historietas en el país. En el panorama contemporáneo la noción de un solo proceso es poco relevante por fuera de las grandes empresas de entretenimiento en Estados Unidos o Japón. En mi trabajo como guionista es muy distinto, por ejemplo, hacer una novela gráfica por entregas por más de un año como Dos Aldos junto a Henry Díaz, a trabajar con varios dibujantes en historias periodísticas para El Espectador.


Truchafrita

 ¿Cuál es su cómic favorito?

Frank, de Jim Woodring. Es una historieta que es muy difícil de describir con palabras y creo que está bien así porque se trata de un lenguaje tan particular que solo puede entenderse a partir de su lectura. Aunque también me gustan mucho las historietas de un noruego que firma como Jason, de Charles Burns y, últimamente, me gusta mucho lo que ha estado haciendo Simon Hanselmann. Bueno, siempre es una pregunta en la que uno queda corto porque me gustan muchos cómics, llevo más de treinta años leyendo historietas.

Cambia todo el tiempo. Recientemente me volví a obsesionar con La balada del mar salado de Hugo Pratt. Del año pasado, me gustó mucho This one summer (Aquel verano) de Mariko y Jillian Tamaki y una historia de Gipi.

 ¿Considera usted que el apoyo a la industria cómic por parte del Estado o el sector privado, es igual al de otro tipo de representaciones artísticas como el cine y la tv? O, por el contrario, existe una brecha en cuanto al tema

Existe una brecha enorme. En Colombia, a menos que te metas en un campo amplio como “artes visuales” y logres ganar con tu proyecto de historieta, no hay forma de recibir estímulos. Yo, de hecho, he recibido estímulos y becas que muchas veces no son directamente de la historieta. La gente que administra los recursos de para las artes y la cultura en el país aún no entiende qué es la historieta, no saben con qué se come eso y, a menos que sean asesorados de vez en cuando por alguien, hacen cosas como limitar las edades en los autores de cómic como si no pudieran existir dibujantes de 32, 45 o 63 años. Además, muchas veces los premios son “simbólicos”, tanto que no alcanzan ni para desarrollar un tercio de un proyecto serio en historieta.

Hay una brecha inmensa que ha existido siempre. Desde el lado de la “alta cultura” aún hoy hay algunas personas piensan en el cómic como una expresión de segunda categoría. De hecho, utilizan erróneamente el término de novela gráfica para marcar esa diferenciación. Lentamente, y en alguna medida gracias a la inclusión del cómic en los beneficios de la ley del libro, desde el Estado empiezan a aparecer estímulos aunque todavía no corresponden con la particularidad de la producción de historietas en sus distintos formatos y géneros. Parte del problema es que todavía se piensa el cómic como un apéndice o de la literatura o del cine o de las artes visuales. Este proceso tendrá que ir depurándose y mejorando en la medida en que se formen y visibilicen más grupos de crítica y estudio del cómic. Desde el sector privado, creo que muchas empresas no consideran al cómic dentro de su espectro de posibilidades y podrían empezar a hacerlo. Hay algunos ejemplos interesantes del potencial que tiene como medio para construir una narrativa gráfica que funciona en distintas plataformas y que va más allá de hacer cómics institucionales ladrilludos o para un público infantil. Desde esa perspectiva me parece interesante que los medios incluyan cómics en sus contenidos como los hace ahora El Espectador, o que el cómic sea el soporte de una estrategia de medios integral como en el caso de Zambo Dendé.

"Parte del problema es que todavía 

se piensa el cómic como un apéndice

o de la literatura o del cine

o de las artes visuales".

 De los cómics colombianos que recuerde, ¿cuál es el más representativo o importante?

Me gustan mucho los cómics de Joni b, Jim Pluk también hace cosas muy buenas. Luto creo que va por muy buen camino… Aunque este tipo de preguntas siempre me parecen molestas porque uno quiere nombrar las obras de todos y no es posible, por eso solo nombro esos tres aunque me parece que todo el que siente el dibujo de historietas como un oficio y trabaja de manera constante por mejorar es ya un buen prospecto para crear excelentes cómics.

La lista es extensa pero te menciono los imperdibles: en los cuarentas y cincuentas, Don Amacise y Misia Escopeta, los personajes originales de Adolfo Samper, marcan un primer momento de madurez en el cómic nacional. Luego, es imposible no hablar de Copetín de Ernesto Franco porque es el personaje criollo más reconocido y porque es un excelente exponente del humor negro. Del contexto actual, Bastonazos de ciego de Andrezzinho es un libro muy bien logrado, Virus Tropical de Powerpaola tiene una capacidad muy especial de atrapar al lector y Ciervos de Bronce de Camilo Aguirre, sin ser exclusivamente cómic, es uno de los mejores ejemplos de cómo se puede hablar de la realidad colombiana desde las viñetas.

 Si pudiera trabajar con alguna compañía internacional de cómics, ¿cuál sería y por qué?

No me gustaría trabajar con ninguna compañía porque tengo más de veinte años dibujando y creo que mis mañas de trabajo no se acomodarían a las exigencias de ninguna empresa. Me gustaría, eso sí, ser editado por editoriales como La Cúpula, Fantagraphics Books, Drawn and Quarterly, pero creo que primero se congela el infierno antes de que les interese algo de lo mío. Pero para eso estoy yo, para seguirme editando.

Hay muchas editoriales que admiro mucho y en las que sería maravilloso publicar. A mí me interesa contar buenas historias con personajes que trasciendan las viñetas pero no trabajo pensando en un mercado o en llegar a una empresa en particular.

 ¿Qué espacios alternativos o de vanguardia cree usted que son necesarios para implementar el cómic?

El fanzine, la autoedición es el mejor espacio. Ya no es de vanguardia porque eso existe desde hace mucho tiempo y siempre existirá (creo), y no es alternativo porque es casi que lo único que hay. Pero justamente por esas dos razones es que el fanzine es el mejor lugar para seguir fomentando el dibujo, la edición y la lectura de historietas. De ahí para adelante que abran las galerías y las editoriales, para exponer y publicar respectivamente.

Paralela a la tradición del cómic de entretenimiento hay una fuerte línea de autores y obras alternativas que en algunos momentos fueron contraculturales o subterráneas y que en otros fueron más experimentales. A medida que la historieta fue evolucionando, esas voces que estaban en la periferia se han convertido en una nueva especie de establecimiento. Los espacios que están por fuera del mercado tradicional y que no dependen de fórmulas editoriales son la verdadera fuente de innovación y transformación. Sin cómics alternativos, todo se vería como los cómics de Curt Swan.


Truchafrita

 ¿Qué le falta a la industria del cómic colombiano?

Editores con la cabeza menos cuadrada que conozcan y sepan del potencial que tienen los cómics (y no solamente la novela gráfica, que igual está bien); más dibujantes comprometidos con su oficio y en constante producción y publicación, así sea en fanzines; críticos y comentaristas de obras de historieta que sirvan de puente entre autores, editores y lectores, además de revistas y periódicos que acojan las reseñas de esos críticos y comentaristas, y, finalmente, lectores con criterio que sepan sobre historietas, que se metan la mano al bolsillo para comprar una obra en cómic, que valoren la manifestación y que no lo quieran todo regalado.

Muchas cosas. Sin embargo, creo que con el estado actual de cosas se pueden convertir esas carencias en oportunidades para el desarrollo de nuevos espacios, formatos y géneros.

 ¿Qué historia le gustaría contar en forma de cómic?

Muchas, tengo una historia sobre mi papá muy bonita que espero dibujar y contar pronto. Historias de ficción pero con toques de nuestra realidad y con mucho humor negro y sarcasmo. Historias aparentemente superficiales y livianas utilizando el formato de los funny animals, que creo que me va muy bien haciéndolo.

Hay muchas historias por contar. Para mí es importante que mis cómics sean de una u otra manera reflexiones sobre qué significa ser colombiano y llevar el peso de nuestro pasado y nuestras realidades. Quiero volver a las historias de violencia y sobrevivientes que intenté contar en “Los perdidos” porque creo que no les pude hacer justicia.

 ¿El problema del cómic en Colombia se debe al poco público que tiene o a la poca producción que hay?

Es un círculo vicioso, pero creo que hay un esfuerzo un poco mayor de parte de los que producimos cómic que de los que se supone que deberían comprarlo y leerlo, sobre todo en los últimos veinte años en donde ha existido más y mejor producción. Podrán decir que es que lo que hacemos es muy regular, en su mayoría, y yo les diría que no, que lo que pasa es que no se han tomado el suficiente tiempo para ver qué es lo que hacemos. Si bien no es lo más extraordinario y genial por lo menos sí es bueno. La gente, en general, tiene la cabeza metida la mayoría del tiempo en la televisión basura, y así es muy difícil hacerlos reaccionar.

Creo que el problema es un poco intermedio entre ambos. Por un lado, la producción actual necesita más lectores pero ellos solo se consiguen con proyectos constantes. Muchos grupos de historieta nacional pierden impulso rápidamente así que no alcanzan a mantener un grupo de seguidores y lectores importante.


Pablo Guerra. Dibujo: Henry Díaz

 ¿Cuál es un buen lugar para ir y comprar o ver cómics?

En Internet, en las editoriales independientes nacionales que editan cómics, en los fanzines y en las librerías, algunas pocas, que se atreven a tener historietas en su estantería (cada vez son más, afortunadamente).

Las librerías independientes de Bogotá como Casa Tomada, la Madriguera del conejo y Tornamesa.

 ¿Algo qué decirle a los amantes de este género?

Para los lectores, que compren, cultiven y afinen su criterio y exijan cada vez más y mejores obras, ya sea de las librerías que importan títulos o de las editoriales colombianas que publican títulos de autores nacionales. Para los autores o dibujantes, que sigan dibujando y siendo constantes con su dibujo y con seguir publicando, y que si no sienten que es su oficio que se dediquen a otra cosa y dejen de estorbar.

La invitación es que sean cómplices de los autores y grupos que producen los cómics que les interesan. Es desafortunado, pero existen muchas razones para abandonar la creación de cómics en nuestro país así que recibir el apoyo de los lectores es clave para animarse a seguir apostándole a las viñetas colombianas.