[Entrevista] Las revelaciones del escritor Mario Mendoza

[Entrevista] Las revelaciones del escritor Mario Mendoza

"Escribir es resistir, porque escribir de alguna manera es emanciparse, sublevarse contra las lógicas del ego que el capitalismo promueve...", esta y otras ideas fueron las que nos compartió Mario Mendoza quien lanzó hace poco su más reciente obra: El libro de las revelaciones (2017).
Jueves, 27 Julio, 2017 - 07:39

Por: Camila Rivas Estrada

De Mario Mendoza es fácil reconocer su crudeza al escribir, su forma de contar las historias de personajes ocultos, deformes, tímidos y relegados que nos rodean, o que probablemente seamos nosotros mismos. Nuestra versión derrotada, perdedora, triste pero valiente a la vez.
 
Sus libros saben, huelen y se sienten como la cuidad en la que nació: Bogotá. Aunque ilustre ciudades del mundo, universos casi imposibles, siempre hay algo de esta capital fría pero hermosa, llena de contrastes, de oscuridades y de luces que sólo ven quienes la recorren.
 
Yo he tenido la oportunidad (y la fortuna) de cruzarme con varias de sus obras y me he encontrado en ellas, me he convertido en sus personajes, en sus sufrimientos, en su misterio y sus intrigas. Siempre me pregunté acerca de esos mundos que existían bajo la tierra y que parecía que sólo los que son como él encontraran bajo las cañerías, me pregunté acerca de su capacidad de concebirnos a todos como seres políticos en medio de la rebeldía que lo caracteriza, me pregunté qué es eso que encuentran miles de lectores (incluyéndome) en sus frases e ideas.
 
En medio de tantas cuestiones aproveché el lanzamiento de El libro de las revelaciones (2017) para resolver tantas inquietudes como fuera posible, leí el libro, me senté a pensar algunas preguntas hasta que me encontré en la sala de su casa, rodeada de libros y me di cuenta que más que preguntarle, quería escucharlo. Este fue el resultado...
 
 
Y si les gusta leer, invitados a revisar la entrevista completa con Mario Mendoza, en la que, con la elocuencia que lo caracteriza, intentamos desentrañar algunos misterios de su obra y del mundo en el que vivimos...
Sabemos que su extensión los puede espantar, ¡pero creo que vale la pena!

Mario, yo lo he considerado desde hace varios años como un cazador de historias, pues encuentra uno en sus libros historias reales que parecen sacadas de la ficción más absurda, ¿cómo llega usted a estos personajes? O a todos se nos cruzan por el frente y no nos damos cuenta...

Yo creo que con los años va pasando algo muy raro y es que uno va entrenando una manera de ver, uno va entrenando una forma de percibir. ¿Qué es lo que uno le admira a un artista como Fernando Botero?... Independientemente de que a uno le guste o uno, hay algo que uno tiene que reconocer y es que él tiene una manera de percibir, una manera de ver el mundo, que hace que uno vea un cuadro y diga "eso es un Botero", ¿por qué? porque él mira de cierta manera y logra tejer un mundo casi inédito.

Uno logra leer una historia contada de cierta manera y puede decir que eso es de García Márquez, porque uno identifica una manera de percibir el mundo que podría llamar Garcíamarquiana, lo mismo pasa con Cortázar y con los grandes escritores.

Yo tengo una manera de percibir que es una manera rara y curiosa, muy particular también. Yo estoy muy entrenado para ver lo que está por fuera del margen, entonces yo no tengo una mirada hacia el centro, yo tengo una mirada hacia la periferia, entonces, si voy a un lugar, a un evento, a un sitio, yo suelo fijarme en cosas que pasan desapercibidas.

Entonces esa manera de ver y de calibrar a la gente, pues incluso hay personajes que me interesan y otros que no, porque esa mirada que va hacia el centro es la del establecimiento; los bellos, los adinerados, los cuerpos perfectos, y no me interesa. Hay una estética y una admiración por el ganador, por el trabajador feliz, la rubia, la Barbie, la delgada; hay una serie de estereotipos sociales que nos conducen hacia lo que uno podría llamar una mirada de centro.
 
Hay una cantidad de gente que está en la periferia, el gordo, el negro, el indio, el pobre, el perdedor y yo estoy sumamente entrenado para ver esa periferia. Mi periferia no es una periferia económica, no tiene que ver con que a mí me interesen los barrios marginales o la pobreza. Yo puedo estar viviendo en un barrio muy adinerado y sufrir de una depresión profunda. Si estoy en una depresión profunda ya estoy por fuera, pues la enfermedad me puso por fuera del margen. Yo tengo una sensibilidad para eso, para ver al que ha sufrido, al que le ha tocado más duro, al que ha estado por fuera de las coordenadas establecidas. Y ya cuando uno mira de esa manera, las historias empiezan a llegar, te buscan. Ya los personajes saben que uno está en esa línea, y saben que uno es una especie de aventurero del borde.
 
Es como hacer equilibrio caminando por la corniza y eso no es fácil, pero yo creo que el mundo se ha venido armando casi que de una manera automática, es como si los propios personajes estuvieran buscando cómo llegar a la página, entonces muchas veces las historias se tropiezan conmigo. Y yo creo que también hay algo de una enorme política, en el buen sentido del término, pues los ganadores o los del centro son si acaso el 1%, el resto estamos por fuera de las coordenadas, entonces los lectores se identifican también con la obra porque creo que de alguna manera u otra todos estamos en extramuros, todos estamos por fuera de las políticas de centro.
 
Escribir para el centro no dejaría para mí de ser una enorme torpeza.

Bueno, y entre tantas anotaciones en su libreta, ¿cómo elegir las historias que merecen ser contadas?

No lo tengo tan claro, pero sí podría decir que teóricamente entiendo cómo funciona. Creo que primero vino la sociedad del rendimiento con el teórico alemán de origen coreando llamado Byung-Chul Han, y él tiene más o menos claro lo qué nos pasó durante los 80, 90 y comienzos del 2000. La sociedad del rendimiento es una sociedad en la que nos vendieron la idea de que nosotros estábamos llamados a grandes cosas.

Se trata de sobreexcitar el ego del sujeto: primero yo le subo el ego y luego lo condeno a que tiene que trabajar 10 veces más. Al decirle "creemos en ti, confiamos en ti" la persona se sobreexcita y comienza a trabajar por fuera de sus capacidades, multiplica los horarios; ya no hay necesidad de explotarlo, él se explota solo. Esa sobreexplotación es la sociedad de la Coca Cola, el Redbull, el café; de no dormir las horas suficientes.

Pero con el tiempo eso tampoco es suficiente y es cuando llegan las drogas como la cocaína, que hace de esta, la sociedad del yuppie que siempre está acelerado. Es la sociedad de las metánfetaminas, es la sociedad en la que no puedo ser un perdedor, hay que evitarlo por todos los medios posibles. Además según eso, también hay que tener las abdominales marcadas, tengo que tener cierto cuerpo y presencia acorde con el "ser ganador". Entonces también hay que ir al gimnasio, hacer spinning, ir a correr, hay que ser positivo, optimista y hay que sentirse llamado a conquistar el mundo.
 
Pero ya no estamos en ese momento, estamos en la sociedad del cansancio. Ya nos llevamos al límite, ya no podemos pararnos de la cama. Ya no tenemos ganas, ya toca meterle antidepresivos para poder enfrentar el lunes el trabajo que tenemos. Ya estamos deprimidos, profundamente deprimidos, pararnos de la cama es una labor titánica, no hay nada que apreciemos más que pasar el fin de semana tirados en la cama canaleando y durmiendo horas enteras. Lo que más queremos es dormir y si es posible no bañarse mejor todavía.
 
Entonces en esa sociedad zombie, en esos muertos vivientes, agotados, destruídos, aniquilados, deprimidos, catatónicos, amnésicos, suicidas, que ya tienen que ir al sicólogo para poder trabajar, ya ni se entienden a si mismos, su vida emocional, sexual y sentimental es un hoyo negro, es un agujero terrible.
 
Yo soy muy sensible a percibir a esa gente que está empezando a quedar por "fuera de". Pero entre todas las historias, ¿con cuáles me quedo? no lo sé, es un ejercicio inconsciente, no tengo ni idea cómo las elijo. Lo que sí se es que yo tengo una libreta en la que anoto todas las historias y sólo escribo las que me obsesionan. A lo largo de los días unas se van muriendo y otras que me persiguen hasta que al final las termino escribiendo.
 
Hay unos mecanismos racionales inconscientes que no entiendo, y está bien que no los comprenda, porque es ese lado de la escritura que pertenece como al misterio.

Mario, usted ha tenido un interés especial en temas como la locura, la muerte y lo paranormal...¿por qué indagar en ellos teniendo en cuenta la realidad tan compleja en la que vivimos?

Precisamente por lo mismo, porque creo que Colombia ha estado a nivel literario y artístico, me atrevería a decir, sometida al hiperrealismo por las condiciones de la guerra. Entonces hemos tenido un narcotráfico terrible, hemos tenido movimientos paramilitares, hemos tenido guerrilla y ese ha sido el campo de acción de nuestra realidad, pues no nacimos ni en Holanda ni en Suecia, nacimos acá y nos tocó ese contexto.

Pero esa también ha sido nuestra prisión y nuestra cárcel y es que no hemos sido capaces de construir nuestros propios imaginarios. Colombia no es fuerte en literatura fantástica como los argentinos, nosotros no tenemos una corriente fuerte en literatura de anticipación, nosotros no somos fuertes en ciencia ficción, existe, pero no es una corriente sólida y las editoriales no están abiertas a líneas de producción de sci fi, ¿por qué? porque la guerra nos tiene condenados a ciertas maneras.
 
Yo creo que estamos también agotados de eso, Alias fulano, El Capo, Popeye, el sicario...estamos en unos niveles de asfixia terribles, y las nuevas generaciones son capaces de pensar nuevos mundos y eso es una emancipación; una liberación. Quitarles a esos personajes macabros tanto protagonista sería muy sano, dejar de hablar de ellos, de pensar y escribir sobre ellos. Sería un ejercicio político de desarticular esos poderes.
 
Yo creo que la televisión, la radio, el cine, la literatura y el arte también les hemos dado un exceso de protagonismo y les hemos dado la representación de nuestra identidad y eso no es sano.
 
Yo tengo una saga juvenil de aventuras, tengo libros sobre asunto psiquiátricos, patologías, enfermedades, tengo libros en donde entro en el terreno de lo paranormal para intentar buscar otros universos y otros mundos que salgan de la violencia política. A mí me parece saludable y las nuevas generaciones lo han saludado con beneplácito. Yo creo que lo sienten como aire fresco.

A muchos el arte nos da valentía, y usted ha asumido como suya la frase "escribir es resistir" y en la más reciente feria del libro le sumó otro verbo: leer. ¿Cómo define usted la resistencia?

Yo creo, y es una hipótesis muy personal y muy discutible, que hay una relación entre la baja taza de ficción de literatura en colombia y la ausencia de democracia participativa. Es decir, creo que la lectura de ficción tiene una característica y es que te permite entrar en el otro. Te permite convertirte en el otro, ser el otro.
 
Entonces lees Crimen y Castigo (1866) de Dostoievski, y tú de alguna manera eres Rodia Raskólnikov. De alguna manera eres un estudiante pobre, humilde, que tiene que estar mirando a una usurera que vive frente a la universidad y explota a los estudiantes. Al final terminas matándola, te pones nervioso, matas a su hermana y al final te confiesas con una prostituta que se llama Sonia y terminas en Siberia. Pero toda la novela tú eres el personaje.
 
Tú lees Sobre Héroes y Tumbas (1961) y estás metido dentro de Fernando Vidal Olmos, tú eres el Coronel Aureliano Buendía, tú eres prostituta, travesti, transexual, héroe, sacerdote, violador. La literatura te permite la gama de la complejidad humana. Y uno entra, y uno es musulman, judío, ateo o revolucionario.
 
Esa mutación y esa capacidad para convertirnos en otros que nos da la literatura de ficción yo creo que nos permite de alguna manera un concepto de alteridad, de respeto por el otro, de entender al otro en su diferencia.  Entonces nosotros no tenemos una lectura de ficción alta, sólo la taza de lectura es 1.6 libros al año, pero en esa lectura no se contabiliza cuántos de esos libros que leen los colombianos al año son de ficción. Si esa taza per cápita es tan bajita, la de ficción debe ser aún más baja.
 
Yo lo que creo es que convertirse en un buen lector de ficción es aprender a ser muchos, aprender a ser varios, mientras el capitalismo es lo contrario, el capitalismo te enseña el ejercicio del ego exacerbado.
 
Entonces escribir es resistir porque escribir de alguna manera es emanciparse, sublevarse contra las lógicas del ego que el capitalismo promueve. Pero creo que si escribir es eso, leer también lo es. Hay un lector que decide ser múltiple, diverso, tolerante y aprende de una manera a respetar al otro en su diferencia. Creo que la lectura nos prepara para eso.
 
Y por eso creo que escrbir y leer ficción, como yo lo entiendo, es una forma de resistencia civil al caos que estamos viviendo. Porque algo está pasando muy feo, el mundo en general va cada vez más hacia unas dinámicas más y más perversas y yo creo que un remedio o antídoto que tenemos es la cultura, la educación y el arte.
 
Por eso me parece tan importante el proceso de paz, porque el proceso de paz en Colombia sería quitar el dinero de la guerra, sacarlo del Ministerio de Defensa y destinarlo a la educación y cultura. Así sale una sociedad del subdesarrollo: con educación y con cultura. Los grandes ejemplos internacionales, Singapur, Corea, la India, son todos en el campo de la educación.
 
Sacamos los dineros de los blackhawks, sacamos los dineros de la fábrica de bombas de Sogamoso y pasamos toda esa plata, que son miles de millones de dólares, a los chicos para que puedan tener becas para que puedan estudiar y así es como elevamos la plataforma de patrimonio inmaterial de una sociedad.

Entonces yo creo que leer y escribir son formas que permiten emanciparnos ante las lógicas perversas que nos han tocado que son las de la guerra. El conocimiento es poder.

Una de las reflexiones de El Libro de las Revelaciones (2017) gira entorno al tiempo como un espiral, luego de tantos años escribiendo, sintiendo cómo se estira y se acorta el tiempo frente a una hoja en blanco, ¿cómo llegó a entenderlo de esa manera?

El tiempo está en varias espirales. El tiempo no es una sola, sino varias espirales que se van como entrecruzando.

Por ejemplo, cuando uno camina por Bogotá por la Caracas a la altura de la Jiménez hasta la calle décima u once, uno cree que está desplazandose unas pocas calles y resulta que no, resulta que en esa caminata de cuatro o cinco calles yo empiezo a ver tipos barbados, con garrotes en la mano que duermen debajo de los puentes, que son nómadas que se desplazan en carros de madera y duermen donde los coje la noche. No tienen una cédula de ciudadanía, son NN, no están dentro del sistema, son invisibles. No hay un recibo de la luz donde mandarle a un sujeto que es nómada, no hay cómo enviarle un recibo del agua, o de su celular. No existen dentro de la pantalla, dentro del panóptico digital contemporáneo.

 
Esos individuos hacen tribus, se reúnen, se agrupan, hacen fuego debajo de los puentes. Andan vestidos con harapos, gruñen y muchos de ellos llevan sus bates y sus palos dentro de sus carros para defenderse. Los sociólogos llaman a eso factor de prehistoria urbana, es decir, es como si se hubiera abierto una puerta interdimensional y esa escasa caminata de cinco calles me permitiera entrar en un portal hacia la prehistoria. Y estoy con nómadas y tribus durmiendo debajo de las cuevas y los dólmenes y haciendo fuego en horas de la noche.
 
De repente caminamos 30 calles y llegamos hasta Las Cruces, y entramos hasta la calle segunda con carrera novena y entramos al centro Bethesda, allí hay un pastor con las biblias en la mano que los sábados en la tarde cura leprosos, mendigos, paralíticos y posesos; endemoniados. Hombres y mujeres que llegan hasta allá, hablan en lenguas, vomitan y se tiran al piso mientras el pastor los exorciza. Los sociólogos llaman a eso factor de medievalidad urbana, estamos en el centro del medioevo, en el centro de la fe, en el centro de la fuerza religiosa.
 
Y caminas 30 calles más y entras a un sitio en el que hay un muchacho de 16 o 17 años que no quiere volver a salir, que no quiere salir ni a la universidad ni al colegio. No quiere cruzar la calle, no quiere ver nada. El mundo de afuera le parece horrible porque se quedó atrapado en su computador y sólo vive en las lógicas digitales. Se llaman hikikomoris. Japón tiene más de un millón, pero ya por todo el mundo están empezando a surgir jóvenes que no quieren salir de la habitación.
 
Entonces estamos en la edad media, estamos en el futuro y estamos en la prehistoria. Una ciudad fantasmal como Bogotá es una ciudad que sin quererlo agrupa distintos tiempos y distintos espacios. La pregunta es ¿cómo narrar eso?, Cómo se construye una escritura que sea un hilo de araña que pase por la geología urbana, que cruce las capas como quien viaja al centro de una cebolla y viaje por las capas y geologías distintas de una ciudad...
 
Eso es lo que yo me he propuesto y no es fácil, por eso yo sabía que tenía que hacer una obra de varios libros y ya voy cerrando, ya voy lográndolo.

La complejidad de la arista digital alguna vez le inquietó, sin embargo, en la actualidad sólo queda el blog de 'Proyecto Frankestein' y aparte de eso ya no hay más rastro suyo en el mundo digital... ¿a qué se debe?  

La verdad es que a mí sí me gusta el mundo digital, y mucho, lo que pasa fue que me hackearon. Me fascinaba Twitter en una época porque siento que fluyo en los 140 caractéres, hay que ser punzante, rápido. Tuve un Facebook en el que me comunicaba muy bien con muchísimos lectores y la cosa funcionaba porque a mí me encanta tener contacto con los lectores, pues creo que si algo está por escribirse es la historia de los lectores. ¿Quién lee? ¿cómo lee? ¿dónde lo lee? ¿cuánto gasta?
 
Entonces siempre he tenido muy buena empatía con ellos, pero me hackearon, entonces yo me asusté mucho porque podía ser cualquiera, y yo tengo lectores menores de edad, hombres y mujeres, y que alguien se hiciera pasar por mí y cometiera una canallada o algo por el estilo... yo me demoro en un juicio dos o tres años demostrando que ese no era yo. Me dio tanto miedo que cerré ambas cuentas, perdí todo en un segundo.
 
Al final se quedó sólo el blog, es el sobreviviente a una aventura de muchos años. Pero es que la red es difícil, la red no es fácil, uno cree que sirve sólo para cosas positivas, pero la red está llena de una serie de agresiones y de micropolíticas muy violentas que son muy difíciles de manejar.
 
El día que hackeen el blog tendré que cerrarlo también y quedarme por fuera. Yo creo que es algo muy contemporáneo, hay un bullying que no sólo tiene quever con la gente joven, hay un matoneo general, de la misma manera en la que todo el mundo vigila a todo el mundo.
 
Todo el mundo es detective dentro de la red, todo el mundo es voyerista, todo el mundo es un policía. La gente se vigila a si misma. También hay algo emancipador y liberador de no hacer parte de esa red. Yo las usé para lo que eran, para pensar y eso trato de hacer ahora en el blog, al igual que no censurar a nadie aunque se vaya contra mí. Porque yo creo que la democracia es eso: te doy la voz incluso para que me ataques, te doy la voz para que incluso te vayas contra mí, o me insultes.

Por último, ¿cuál es su relación con la música? Si lo acompaña regularmente, para escribir, para cantar, para pensar...

Yo pertenezco a una generación que le gusta mucho el rock, el rock sinfónico de los 70, entonces me gusta mucho Emerson, Lake & Palmer, mi grupo favorito es Jethro Tull, adoro a Ian Anderson, tengo todos sus álbums. Me fascina Aqualung (1971), Living In The Past (1972), Songs From The Wood (1977). Hay una serie de álbumes de Jethro que fueron mi compañía durante la escritura por mucha tiempo.
 
Me gusta mucho Pink Floyd, Led Zeppelin, me gustan los grupos de los 60 y los 70, y para mí fueron muy importantes, porque fueron los grupos de liberación en contra de las políticas de la segunda Guerra Mundial. Todo el movimiento pacifista, el hippismo de los 60s y los 70s va unido a mayo del 68, ese gran grito contra la guerra y contra lo que venía que era ese capitalismo salvaje que termina convirtiéndose en el 2008 en el capitalismo depredador del que habla Chomsky.
 
Yo creo que hay un viraje a la derecha muy fuerte, las nuevas generaciones no se dan cuenta pero son conservadores, icnluso por educación, por tradición. Pero esa es mi música preferida, es lo que más escucho cuando escribo. Pero a veces me paso a música clásica, a veces me canso, a veces estoy muy agotado necesito música zen u oriental.