Ilustración de Guacala Colectivo Visual

Historias de vida: después de la guerra

Historias de caleños que dejaron las armas para darse la oportunidad de soñar en un país que empieza a vivir en paz.
Miércoles, 16 Agosto, 2017 - 03:37

Por: Esteban Zapata

Las historias después de la guerra son muchas y todas ellas generan reflexión en un país que va construyendo caminos hacia una paz estable y duradera, donde el perdón y la reconciliación son parte fundamental si lo que queremos alcanzar es un cambio verdadero.

Con colaboración de la Agencia Colombiana de Reintegración (ACR) en el Valle del Cauca, hallamos tres historias de jóvenes que, por diferentes motivos tomaron las armas y después de un tiempo se desmovilizaron buscando crear nuevas vidas en la Sultana del Valle. Las reseñas se desprenden de lo que sucedió después de querer cerrar un ciclo y comenzar a escribir nuevas historias de vida. Todos los nombres han sido cambiado por motivos de seguridad y privacidad de los ciudadanos, les contamos:

 

Yulian Watson

Un hombre de 26 años cargado de una sonrisa que contagia a los demás ingresó a la fuerza en Buenaventura a las filas de las FARC cuando aún era niño. Después de 4 años de estar en el monte y haber abandonado su lugar, corrió junto a otros compañeros durante varios días para escuchar según cuenta, un “Bienvenido a la libertad”.

Escéptico y asustado de saber qué le depararía el destino, comenzó a recibir con brazos abiertos las oportunidades que el camino de la paz le fue mostrando. La amabilidad de la gente junto a la colaboración de muchos, lo incentivaron a continuar su proceso de incorporación que lo llevó a la Capital del Valle del Cauca, donde el sonar de la marimba, el cencerro, las maracas y los timbales, llegaron a sus oídos cambiándole la vida. Encontró en el baile su estilo como forma de seguir adelante. De ahí, creó una agrupación de danza que ha girado en ciudades de Colombia, Ecuador y Perú. Proyectos o países que jamás pensó en conocer.

Yulian se encuentra ahora bailando con su propia escuela musical para jóvenes que están superando el consumo de drogas, ellos están al tanto de las dificultades que tuvo su maestro y su historia los inspira para cambiar su entorno y crecer. Yulian sueña con tener una familia y construir una academia de baile para ayudar a que más jóvenes salgan de las drogas tanto en Cali, como en otras ciudades del país.


Nihan Sandero

Una joven de 19 años con una actitud sobresaliente, de pelo negro largo y ojos llenos de vida. Nació en Huila y estuvo más de un año y tres meses en las filas de un grupo armado a margen de la ley. Su reincorporación a la vida civil fue hace tres años, tiempo en el cual supo que había más por descubrir.

Su motivación para dejar las armas fue tener una nueva  de vida lejos de la violencia. En un principio, dudó toparse con personas que le dieran una oportunidad, sin embargo su sorpresa se dio al comenzar el proceso de incorporación en la Sultana de Valle, pues, la amabilidad y la ayuda de los colaboradores e incluso de los ciudadanos, la llenó de posibilidades para volver a empezar.

Determinada a dejar atrás los sucesos de la guerra, comenzó una nueva historia en Cali y con el apoyo de sus familiares terminó el colegio, acto seguido, inició sus estudios de peluquería.

Para ella, encontrarse con una ciudad que ni siquiera sabía que existía al igual que entablar amistad con personas que le tendieron la mano para generar proyectos laborales, le ha dado la posibilidad de creer más en su futuro, donde espera hacer realidad sueños como montar su propio negocio de y por otro lado, estudiar derecho y especializarse en la rama judicial.

Después de vivir entre la selva y empuñando las armas, Nihan día a día se aventura a materializar sus propósitos, intenta crecer aprendiendo de los errores para convertirlos en experiencias al igual que enseñanzas, ella sabe que hay muchas heridas por enmendar, por esa razón, se aferra a los sueños para motivarse y escribir su nueva historia.


Bruno Tramp

A sus 23 años, este joven es un emprendedor cargado de humanidad. Proveniente de una vereda en el departamento Tolima, aún siendo niño, estuvo tres años en las filas de las FARC, sin embargo, las dejó por muchas diferencias sumado a los miedos que tuvo con el grupo armado; abandonó su puesto en el grupo guerrillero y durante varios días caminó. Asustado de no saber qué hacer o a quién recurrir, regresó junto con su hermana y un compañero a la vereda donde se encontraba su familia, pero sólo hallaron puertas cerradas entre viviendas desalojadas.

Sus padres se habían mudado, por lo que los dos hermanos emprendieron el camino para encontrar a sus familias y el viaje los ayudaría a reencontrarse a sí mismos lejos de las armas. El proceso les generó muchas dudas y miedos, se temían ser rechazados por la sociedad.

Bruno llegó a Cali con la finalidad de acogerse al proceso de incorporación ciudadana. A la edad de 15 años regresó a estudiar la primaria y aunque se sentía grande para ello, sus ganas de aprender de la gente y el mundo que lo rodeaba fueron mucho más poderosas. “Para crecer debía educarme y aprender” cuenta con una sonrisa.

Al terminar el bachillerato este joven se dedicó a conocer más sobre mecánica, por lo cual inició una carrera técnica. No obstante, su vida empezó a mostrarle que lo de él era conocer cómo el mundo giraba a través de las historias, la comprensión y la reflexión. De esta manera, emprendió una búsqueda de oportunidades en el ACR, lugar que le abrió las puertas y donde empezó a generar un acompañamiento a jóvenes que estaban viviendo el mismo proceso que él yuvo años atrás al dejar las armas. Durante esa labor, Bruno comprendió la oportunidad que tenía de acompañar a personas que tenían desconfianza en empezar de nuevo. Por ello, se convirtió en  un puente entre el nuevo ciudadano y el profesional encargado.

Fue en ese momento que supo que ayudar era lo suyo, desde ése instante, hasta ahora, desea expandir su mirada a través del mundo, aprendiendo idiomas, estudiando cómo funciona el entorno mediante su economía y sus negocios, áreas del conocimiento que explora actualmente en una reconocida Universidad de la Sultana del Valle.

Para él, el proceso de volver a empezar una nueva vida fue difícil, pues desde saludar, hablar o tomarse una foto, puede ser un asunto de desconfianza que merece seguridad, elemento ausente en muchas ocasiones por vivencias de su paso por la guerra, sin embargo, espera ayudar a sanar a otros implicados en un conflicto que él mismo cree que no vale la pena que dure un minuto más.


Las anteriores historias pueden ser cercanas a las cientos de miles que existen en el país. Los miedos al igual que los sueños acompañan a jóvenes de una manera diferente o cercana a las suyas. Por ello es importante encontrarnos en las diferencias de los otros y construir junto a ellos un mejor país, donde nos miremos a todos como iguales. 

Sobre el proceso de desmovilización

El proceso de desmovilización posee varias etapas con niños al igual que jóvenes. En primer lugar, al momento de la deserción del grupo armado, el Ministerio de Defensa los acoge en lugares de paso bajo un acompañamiento psicológico y humanitario, esto con la finalidad de generar una verificación. Seguido, El Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) hace un seguimiento de restitución de derechos al igual que la continuidad en los estudios de educación sea básica o secundaria hasta la edad de 18 años. Después, los jóvenes de manera voluntaria pueden ingresar al programa de la Agencia Colombiana de Reincorporación (ACR) que de forma transversal, continúa realizando un seguimiento para darle continuidad a los procesos de gestión en salud, educación y empleo.


Sobre la Agencia Colombiana de Reintegración

Su origen se remonta al Programa  para la Reincorporación de la vida Civil (PRVC) que funcionó del 2003 al 2006 ofreciendo atención psicosocial y otros servicios para las personas desmovilizadas en Colombia. Lo anterior se gestaba a corto plazo puesto que la población desmovilizada era relativamente pequeña. No obstante, al observar el crecimiento de personas que optaban por la desmovilización, rápidamente se comenzó a generar un acompañamiento más largo y con mayor cobertura y gestión, al igual que mejores herramientas para ofrecer compañía a los desmovilizados y próximos nuevos ciudadanos.