"La felicidad es una quimera" Eduardo Infante

"La felicidad es una quimera" Eduardo Infante

Hablamos con el filósofo y escritor español que el 7 de abril lanzó su libro "No me tapes el sol, ¿cómo ser un cínico de los buenos?".
Lunes, 12 Abril, 2021 - 09:19

Por: Geraldine Muñoz Asprilla

Preguntar es un arte y un ejercicio necesario en la vida, hablamos con el hombre que en tiempos modernos ha llevado la filosofía a la calle, a las redes sociales con los #FiloRetos en Twitter y ha logrado que los salones de bachillerato en Gijón, España sean el ágora para despertar la curiosidad de sus estudiantes. 

La entrevista que leerá a continuación tiene respuestas profundas a preguntas aparentemente sencillas, como las de la vida. Eduardo Infante nos cuenta el sentido real que tiene la felicidad, la salud mental, reír y soñar. 

Para empezar esta entrevista, pongámosle banda sonora, ¿Qué música lo hace feliz?

Es una pregunta magnífica y complicada, Nietzsche decía que la vida sin música sería un error. Es que la música en sí me hace feliz, una canción que me trae muchos recuerdos y añoranzas de momentos importantes en mi vida es la banda sonora de Casablanca, la película de Michael Curtiz de 1942, en especial la canción “As Time Goes By”,  ese tiempo que se nos va, una canción melancólica pero que me hace mirar hacia atrás y tener un sabor a boca dulce, de una vida disfrutada. 

¿Cómo define la felicidad?

Estoy en contra de la visión que hay actualmente de la felicidad, creo que estamos muy equivocados. Vemos la felicidad como una especie de estado de ánimo, de plena satisfacción, y si la felicidad fuera un estado de ánimo con una pastilla que nos mantuviese en esa sensación sería suficiente y no creo que sea eso. Tampoco creo efectivamente que la felicidad tenga que ver con satisfacer todos nuestros deseos, eso es una quimera, un absurdo, porque el deseo no se satisface nunca. Cuando uno satisface un deseo nace otro, por eso quizá tenemos esa sensación de vacío siempre presente. 

A mí me gusta mucho la definición de felicidad de los antiguos griegos, que fueron gente sabía que precisamente reflexionaban acerca de cómo vivir. Ellos tenían una palabra que tiene una difícil traducción que es “eudaimonía” y que Aristóteles tradujo por florecer, también por vida plena, vida desarrollada. La eudaimonía es ese estado en el que el hombre ha conseguido desarrollar todas sus capacidades como ser humano. Ha conseguido crecer dignamente, se ha convertido en la persona que tenía que llegar a ser. Cuando alcanzamos ese estado podemos decir que hemos llegado a nuestra plenitud. 

Creo que esa idea antigua de felicidad que tiene que ver más con una manera  de vivir, de ser humano, ahora estoy más de acuerdo y creo que deberíamos recuperarla. No se trata tanto de que pensemos qué es lo que tenemos que tener para ser felices, sino preguntarnos cómo debemos ser para llegar a ser felices. 

¿Cree que con la pandemia el concepto que muchos han tenido de felicidad o de plenitud se transformó?

Creo que la pandemia nos ha recordado algo interesante: un minúsculo virus nos ha hecho ver que esta sociedad que estamos construyendo de sálvese quien pueda y cada uno haga su vida no funciona. 

Y de repente, recordamos que somos vulnerables y también interdependientes, es decir que nos necesitamos los unos a los otros, y esto es algo que también los griegos se dieron cuenta, es decir, no podemos ser felices en la soledad, el ser humano sólo puede desplegarse en la ciudad perfecta, el ser virtuoso solo puede ser virtuoso precisamente en la sociedad virtuosa, en la comunidad virtuosa. Necesitamos de la comunidad, nos necesitamos los unos a los otros. Y efectivamente, tenemos que repensar el modelo de sociedad en el que vivimos y construir instituciones en las que nos protejamos los unos a los otros. Al mismo tiempo, la pandemia ha tirado por tierra todo aquello que creíamos como ya dado, como obvio, como seguro. 

¿Quién lo hubiera pensado, no? Que hace un par de años los abrazos estaban asegurados, ahora abrazar a la persona que quieres no es algo seguro. Nos han arrebatado el abrazo y al mismo tiempo quizás arrebatándonos cosas ha sido la manera en la que podamos entender qué es lo realmente importante y qué es lo accesorio. 

Por ejemplo, creo que todos nos hemos dado cuenta que el abrazo del ser querido es importante y que ir a tomar a un bar es indiferente. 

La falta de contacto físico ha afectado la salud mental en el mundo. ¿Qué decirle a alguien que está pasando por un momento de depresión? ¿Qué le dice usted a sus estudiantes?

Es dura la pregunta, curiosamente hoy tocaba el tema de la depresión en mi clase y les preguntaba a mis alumnos qué ha ocurrido para que hayamos normalizado la enfermedad mental, es decir, qué ha ocurrido para que en España podamos hablar de Prozac y todo el mundo entienda de qué se trata. 

Cada generación tiene su enfermedad y parece que la enfermedad de nuestra generación es la enfermedad mental, la depresión, la verdadera pandemia.

Es duro y nos hace preguntarnos, ¿cómo hemos llegado aquí?

Hay una teoría que expuso un filósofo actual que me parece muy interesante y lo titula “nuestra sociedad es del burnout, del estar quemado, sobrecargado, estresado, porque yo creo que nos hemos equivocado, hemos creído que nos íbamos a desarrollar como persona en el mundo del trabajo y el mundo del trabajo no es el mundo del desarrollo personal, eso es lo que nos ha llevado a auto explotarnos, es decir, ya no tenemos ningún amo con un látigo detrás de nosotros sino que somos nosotros mismos los que nos quitamos el tiempo de estar con nuestra familia, el tiempo de estar con nuestros amigos, de leer, para darlo a un trabajo, ¿qué sentido tiene?. 

Esto hace que hagamos crack a mitad del camino y que nos sintamos solos y vacíos.

A mis estudiantes y a quienes lean o escuchen esta entrevista les digo: no estás solo. Es importante crear redes de apoyo como la red del trapecista, esa red que el trapecista sabe que si se cae va a haber gente que le va a ayudar y eso es muy importante, crear lazos de comunidad.  

Respecto al “Burnout”, entiendo entonces que deberíamos ponernos límites entre lo urgente y lo importante, ¿qué reglas deberíamos respetar?

Arthur Schopenhauer escribió El arte de ser feliz, un libro que nos da un guantazo en la cara porque nos dice que la primera regla para ser feliz es darte cuenta que la felicidad es una quimera, es decir, la felicidad entendida como la estamos entendiendo nosotros en el que la consideramos como un estado de plena alegría con satisfacción y que la realidad es el dolor y el sufrimiento. Lo que sí es real es que el dolor existe y que por tanto ser feliz tiene que ver con disminuir el dolor y disminuir el sufrimiento. 

Creo que es algo muy sabio, donde tenemos que empezar por encontrar la causa de nuestro sufrimiento e intentar mitigarla. Más que preocuparnos por vivir en un mundo con felicidad, tenemos que preocuparnos por disminuir el sufrimiento de nuestras vidas.

Acudir a los grandes sabios para saber qué es lo que nos hace sufrir. Primero entender que el sufrimiento forma parte de la vida y que no fallo como persona por sufrir si hay circunstancias duras. Schopenhauer decía cuando nos duele el dedo pequeño del pie, lo que sentimos es el dolor del dedo pequeño del pie y no el bienestar del resto del cuerpo. O sea que parece que el dolor grita con mucha más fuerza, por tanto tenemos derecho a sufrir, tenemos derecho a estar dolidos y desde ahí construirnos.

Usted es un hombre de preguntas que motiva diariamente a sus estudiantes a cuestionar la vida, ¿Qué preguntas clave son las que todos deberíamos hacernos?

Los griegos entendieron que para poder desarrollarte como persona uno necesitaba ocio, tiempo libre, lo que caracterizaba al ciudadano del súbdito es que el ciudadano tenía tiempo libre, tenía libertad de quitarse de la tiranía del tiempo. 

Ese concepto de ocio, que tenían los clásicos es un concepto muy diferente al nuestro, nosotros lo entendemos  como tiempo de entretenimiento, para tumbarnos en el sofá a consumir series de Netflix, un absurdo, un griego diría ¿cuánto has crecido como persona en el sofá viendo series? 

El tiempo libre es un tiempo para hacer la actividad propia del hombre libre, ¿y cuál es el tiempo libre? En la antigua Grecia, los ciudadanos iban al gimnasio, un lugar de crecimiento espiritual, físico e intelectual. Actualmente este espacio ha quedado exclusivamente para un lugar de crecimiento físico. En el gimnasio los ciudadanos libres que se reunían practicaban ejercicio físico para mantener sus cuerpos sanos y practicaron el diálogo filosófico que tú y yo estamos teniendo ahora. 

Sócrates decía que la filosofía es un examinar la vida y preguntarnos cómo debemos vivir, cómo debemos ser, cuáles son las cosas realmente buenas. Eso es lo que debemos hacer con otros y necesitamos tiempo tranquilos. Si uno lee los relatos de Platón, hay un hilo conductor en el que está diciéndonos continuamente: "fíjate la importancia de tener tiempo, de tener un tiempo para aprovecharlo junto con otros". Lo que pasa es que vivimos en una sociedad con tanta carga laboral, con tantas exigencias que cuando uno definitivamente sale por la puerta del trabajo está tan cansado, tan derrotado que no tiene ya ni siquiera energía para preguntarle a su vecino qué tal le ha ido, parar y hablar. 

Es importante recuperar esos espacios de encuentro entre los ciudadanos y al mismo tiempo hacernos preguntas ¿cuál es la verdadera vida?, ¿cuáles son los bienes auténticos?

Los estoicos diferenciaron entre lo bueno, lo malo y lo indiferente y debemos preguntarnos por eso, además ¿qué es lo que depende de mí y qué no? porque lo que depende de mí, lo que está en mi mano, allí es donde tengo que ponerle alma corazón y vida y lo que no depende de mí como cantaban los Beatles “Let it be”...déjalo ir, no te apegues porque el apego es el camino a la infelicidad. 

Ya que menciona a The Beatles, ¿qué otra canción cree que es perfecta para pensar en lo que es la felicidad?

“Imagine” de John Lennon, que nos habla efectivamente de construir un mundo imaginario, soñar, porque la felicidad también tiene que ver con un sueño, con la utopía. 

Eduardo Galeano dijo en una conferencia en Cartagena de Indias que la utopía es ese sueño, ese “imagine” que nunca alcanzamos. Y alguien del público le preguntó que para qué servía y él dijo que es como el horizonte, uno da 10 pasos y él se aleja 100, uno da 100 pasos y él se aleja mil, entonces ¿para qué sirve? Para caminar, para avanzar, para construir un mundo mejor. El “imagine” siempre me ha traído ese sabor de boca de imaginar junto a otros un lugar mejor para todos. 

¿Reír está sobrevalorado?

Es algo interesante lo que planteas, reír es un símbolo de la felicidad. Demócrito era conocido porque no paraba de reír, se reía a grandes carcajadas. En la antigüedad el erudito no era el que había escrito muchos libros sino el que sabía vivir, y ¿cómo sabíamos quién sabía vivir? por el carácter, por aquella persona de buen carácter. Por eso Sócrates era un sabio, porque estaba siempre de buen humor hasta en el momento de su juicio y sus últimas palabras fueron un chiste, estuvo bromeando hasta el momento de su muerte. El humor es esencial para la felicidad, reír junto a otros. No hay mayor regalo por parte de alguien que hacernos reír. A mí me enamoró mi mujer por la capacidad que tiene de hacerme reír. 

¿Qué lo hace reír?

Me hace reír los juegos de palabras, el cine clásico, el cine antiguo, los Hermanos Marx, el absurdo ante la vida, el surrealismo que me hace reír… sobre todo me río con mis alumnos con sus salidas de pata, las ironías y de hecho utilizo el sarcasmo y la ironía para sobrevivir al absurdo y a la estupidez con la que convivimos. Si no tuviésemos eso se nos amargaba la vida, creo que la risa ante el sin sentido es una buena actitud. 

¿Qué opina de la serie Merlí?

Cuando salió me escribieron antiguos alumnos diciéndome “¡Ha salido una serie de televisión de un profe de filosofía que es exactamente igual que tú!”, entonces empecé a verla y me gustó mucho. Tiene una pedagogía muy parecida a la que manejo, aunque yo le recordaba a mis alumnos que, a diferencia del profesor de la serie, yo no me he ligado con las profesoras del instituto, ni con la directora del centro educativo. Es una serie muy bonita que merece la pena verla. Y no, no tuve nada que ver con su creación, creo que fue un profesor de la Universidad de Barcelona el que ayudó en la escritura del guión, por eso digo que la serie, aunque es una ficción, tiene un fundamento filosófico muy importante. 

Usted ha llevado la filosofía a la escuela pero también a la calle, o a las redes sociales, tema que le ha dado para escribir por montón, háblenos de su libro.

Invito a la gente a leer Filosofía en la Calle, es un intento de hacer de la filosofía una práctica popular, un cuidado del alma, un pensar juntos. Es el manual de filosofía que a mí me hubiera gustado tener cuando era joven, lo escribí con muchísimo cariño para mis alumnos y para todos aquellos que quieran acercarse a la filosofía como un pensar la vida y vivir el pensamiento. Es un libro que aborda problemas como la muerte, el suicidio, el amor, el arte, la belleza y problemas cotidianos como, por ejemplo, si mentir o no a nuestra pareja para disminuir el sufrimiento.

Es un texto muy profundo que plantea un problema y al tiempo múltiples soluciones con argumentos de los grandes pensadores y pensadoras de la humanidad e invito al lector a tomar partido para que tenga que pensar, debatir, hacer un poco de árbitro. Un libro en el que también intento hacer ver que la filosofía no es una cosa que hayan practicado los varones occidentales, he intentado recopilar otras voces, hacer ver que la filosofía también la han practicado mujeres, que la han aplicado asiáticos, latinoamericanos, porque hay que reescribir los modelos de filosofía.

Ahora estoy lanzando mi nuevo libro No me tapes el sol, ¿cómo ser un cínico de los buenos? ,en el que recupero una escuela a la que le tengo mucho cariño que fue la Antigua Grecia. Es un ejercicio que va a ayudar mucho en estos tiempos difíciles que estamos viviendo que es la escuela cínica. 

La escuela cínica tiene que ver con el significado de perro que viene de la palabra kyon y perro, porque esta gente creía que se puede aprender a vivir mejor observando cómo se comporta un perro que como se comportan muchos humanos.