Foto tomada de: Peru.com

River - Boca: decepción monumental

Un rechazo ante los incidentes ocurridos en Argentina previo al clásico por la Libertadores.
Lunes, 26 Noviembre, 2018 - 10:39

Por: Juan Pablo Coronado Alvarado

Fue un papelón histórico. El frustrado River - Boca por la final de la Libertadores, el mismo que prometía una batalla futbolística épica entre dos bandos que dividían a una nación, un continente y al mundo entero si se quiere, terminó en un lamento propio del desenlace de una confrontación bélica, sea cual fuere, en la cual no hubo ganadores. Sólo perdedores.

El que ha sido considerado uno de los espectáculos deportivos que uno no debe dejar de ver antes de morir terminó por hastiarnos a todos. De por sí llamó poderosamente la atención que tanto el juego de ida como de vuelta estuvieran tan distantes el uno del otro. Fueron 15 días de expectativa, zozobra, saturación mediática y mental, los cuales terminaron –de hecho aún no termina esto- en el peor de los desenlaces.

Hubo falta de todo. Falta de sentido común, de garantías, de seguridad, de solidaridad y de cultura. Y asimismo, se apresuraron todos. Unos, en empeñarse a jugar un partido que no tenía sentido, otros –Angelici, presidente de Boca- en empeñar su palabra a diestra y siniestra con los ‘jerarcas’ de este deporte, sin siquiera consultar con sus jugadores y cuerpo técnico, las decisiones tomadas a la ligera.

Será difícil liberar al fútbol como tal de este ridículo mundial. Siempre se dice que los disturbios en eventos de ésta índole son producto de una descomposición social; que son sólo 15 desadaptados, que los buenos somos más, que esto, que lo otro. Mentira. Será una herida que cargará por siempre este deporte en la Argentina, que puede cicatrizar, sí, y tardará años, pero que quedará en la piel y no se borrará nunca más.

Las postales que dejó este River - Boca dan vueltas en la cabeza. El bus de Boca Juniors recibiendo pedradas y agresiones de todo tipo, las estampidas y los saqueos en el estadio y alrededores, la imagen del Presidente de River Plate huyendo en plena entrevista a una revuelta en los pasillos del estadio. Son tantas que dan para una historia con un sino de tragedia y degradación social, infinitos.

Me quedo, lamentablemente, con una en particular. La imagen de una señora camuflando en el cuerpo un nino de 4 años, bengalas y pirotecnia para poderlas meter en el partido. Como padre de familia que soy, no me cabe en la cabeza el arriesgar la vida de mi hija para ingresar pólvora, y creo que es ésta la imagen que retrata perfectamente lo que se vivió en ese River - Boca: la improvisación, el ‘vale todo’, y ‘me importa cinco’ lo que pase.

“Esto en Europa no pasaría” dirían algunos. Error. Ya pasó, y fue hace poco. En abril de 2017 el bus que llevaba a los jugadores del Borussia Dortmund a un partido de la Champions contra el Mónaco fue objeto de tres explosiones en las calles de Berlín. Este ataque dejó como resultado a Marc Bartra herido, además de contusiones, confusión y terror entre sus compañeros. ¿Resultado? El partido se disputó 22 horas después, como si nada, y ganó el equipo de Falcao 3 a 2.

Con esto voy a que los que manejan el fútbol, en estos dos casos concretos, piensan poco o nada en quienes lo practican. Se consultan entre ellos, sacan sus calculadoras, hacen cuentas y se olvidan de la parte humana, del que sale a la cancha a jugar. Hay tantos compromisos de por medio que se olvidan del deportista.

En medio de todo, y aunque tardía, la decisión de aplazar indefinidamente el partido por parte de la Conmebol fue acertada. No tenía sentido ponerlos a jugar a River y a Boca; era un partido desigual por donde se le mire. Igual, ya el daño está hecho. Les quedó grande a sus protagonistas enseñarle al resto del mundo las pasiones bien llevadas que un partido de estos puede generar.  Dejaron escapar una oportunidad única.

Difícil dar marcha atrás. Devolver al fútbol a su esencia competitiva parece imposible. Tan inmerso está este deporte en el consumismo, que parece una batalla perdida. Si usted sólo piensa en que perdió dos tardes de su fin de semana en esperar un partido que nunca se jugó, y no dimensiona lo que realmente sucedió en Buenos Aires, y lo que somos como sociedad, preocúpese.

La señora que camufló las bengalas en el cuerpo de ese niño ya fue capturada. Es el único consuelo que tengo por ahora.