
El gol que le costó la vida a Andrés Escobar
"Otra vez Colombia se llena de vergüenza".
Así lo anunciaron los titulares el 3 de julio de 1994, cuando la noticia del asesinato de Andrés Escobar sacudió a todo un país.
Seis disparos, una humillación colectiva y un crimen que manchó con sangre el alma del fútbol colombiano. Hoy, 2 de julio de 2025, se cumplen 31 años de su partida, y su historia sigue doliendo como si hubiese ocurrido ayer.
El defensa central de la Selección Colombia, conocido como "el caballero del fútbol", fue asesinado en Medellín por haber cometido un autogol en el Mundial de Estados Unidos 1994.
Una acción involuntaria que, en un país golpeado por el narcotráfico, la violencia y la intolerancia, desató la ira irracional de quienes creyeron que una jugada podía costar la dignidad de una nación.
En ese estremecedor 1994, Colombia vivía bajo la sombra del conflicto armado y el escándalo del Proceso 8.000, que vinculaba al entonces presidente Ernesto Samper con el Cartel de Cali. La violencia se respiraba en cada rincón, y el fútbol, una de las pocas fuentes de orgullo nacional.
La selección llegaba al Mundial con la etiqueta de favorita, avalada por una histórica victoria 5-0 sobre Argentina y el respaldo de Pelé. Jugadores como Freddy Rincón, Adolfo Valencia, Carlos Valderrama y Andrés Escobar encendían la esperanza de todo un país.
Sin embargo, la realidad fue otra. Derrotas ante Rumanía y Estados Unidos apagaron los sueños. En ese segundo partido, disputado el 22 de junio, Escobar desvió accidentalmente el balón hacia su propio arco. El resultado final, 2-1 a favor de los estadounidenses, significó la eliminación de Colombia y, para Andrés, una marca trágica.
A pesar de las advertencias del técnico Francisco Maturana, quien pidió a sus jugadores mantener un bajo perfil y no regresar de inmediato al país, Andrés decidió volver a Medellín. Quería dar la cara, estar con su gente, explicar lo sucedido.
“Hasta pronto, porque la vida no termina aquí”
Escribió el futbolista en una columna, su última columna publicada en periódico El Tiempo, el 29 de junio, bajo el título Nos faltó berraquera. En ella agradecía el apoyo de los colombianos y pedía comprensión:
"Muchos han entendido, otros no, pero igual hay que mirar hacia adelante porque todo va cicatrizando".

Pero no hubo tiempo para cicatrizar, la noche del 2 de julio de 1994, mientras salía del restaurantebar El Indio con unos amigos, Andrés fue abordado por los hermanos Pedro David y Juan Santiago Gallón Henao, conocidos narcotraficantes vinculados al paramilitarismo.
Tras una acalorada discusión sobre su participación en el Mundial, su escolta, Humberto Muñoz Castro, disparó seis veces al futbolista. Andrés murió 45 minutos después en un hospital cercano a sus 27 años.
El país entero lloró su muerte, más de 120 mil personas asistieron a su sepelio. Con un dolor inmenso y la vergüenza insoportable, el crimen se convirtió en símbolo de lo peor del país: la violencia absurda, la intolerancia, la incapacidad de distinguir entre el error humano y el acto criminal.
Muñoz Castro fue condenado a 43 años de prisión, pero solo cumplió 11 por buen comportamiento. A su salida en 2005, muchos sintieron que la justicia también le había fallado a Andrés.
Andrés Escobar había nacido el 13 de marzo de 1967 en Medellín, hijo de don Darío y doña Beatriz. Debutó en Atlético Nacional en 1986, donde se convirtió en referente indiscutible de la defensa. Con la selección disputó dos Mundiales: Italia 1990 y Estados Unidos 1994. Su único gol con la tricolor lo marcó en Wembley, ante Inglaterra. Aquel junio de 1994 estaba a punto de firmar con el AC Milan, uno de los clubes más grandes del mundo en ese entonces.

Hoy, tres décadas después, su memoria sigue viva. No solo como jugador, sino como símbolo de lo que no debe repetirse. El fútbol remueve pasiones, enciende emociones, despierta alegrías y tristezas, pero nunca, nunca, debe cruzar la línea del odio.
Andrés Escobar murió por un gol, pero su legado nos exige que aprendamos de ese suceso. Que el respeto, la tolerancia y la humanidad estén siempre por encima del resultado.
Porque la vida, como él dijo, no termina aquí.