Imagen cortesía de los Black Boys

Resistir, sobrevivir y ser joven artista en el Chocó

Para salir de la espiral de la violencia que toma diversas formas en el Chocó y cambiar la narrativa de este departamento, miles de jóvenes le apuestan a las expresiones artísticas y con ello, visibilizan las denuncias de los problemas que los acechan.
Viernes, 20 Mayo, 2022 - 11:06

Por: María Claudia Dávila

Recientemente las calles de Quibdó se llenaron de velas y ataúdes. Y aunque no era un velorio, sino una manifestación social, la energía pesada de la muerte impregnada en cada uno de los símbolos allí expuestos, mostraba la situación de vida o muerte a la que hoy se enfrentan miles jóvenes en la región. Una realidad en la que los asesinatos sistemáticos son persistentes, la falta de educación, empleo y oportunidades son un caldo de cultivo para el reclutamiento forzado a bandas criminales y la entrada a actividades ilícitas y donde la pobreza extrema es una plaga que apaga los sueños de niños y jóvenes de todas las edades.

“No es justo sentir que cargo con una lápida en la frente solo por ser joven”, decía uno de los carteles que sostenía, en el mismo espacio, un hombre sobre su cabeza. “Quibdó está sangrando y nuestras madres están llorando”, alertaba otro y entre la multitud, un tercero se asomaba: “Somos noticia, pero no pararemos hasta ser historia”. 

 

Y es que justamente ese ímpetu de cambiar la realidad expuesto en esa tercera pancarta, esas ganas de hacer historia y canalizar toda la energía del horror para transformarla, es el ejemplo que están dando los jóvenes que hoy se resisten a la violencia, manifestándose en las calles pacíficamente y apostándole a la cultura y al arte. 

Por esto, conversamos con Katherine Gil, directora de la Corporación Jóvenes Creadores del Chocó y con Jonathan Martinez Quintero, también conocido como el Gran Bon Ice, líder de la Corporación Black Boys. Hablamos sobre las complejidades a las que los jóvenes se enfrentan en el departamento y cómo al tiempo estas iniciativas que le apuestan al arte como una herramienta para resistir a la barbarie y cambiar la forma en la que se narra el departamento reconstruyendo el tejido social. 

“A través del arte hemos salvado muchas vidas” 

Con esta frase, Bon Ice explica lo que han hecho desde Black Boys, una corporación enfocada en darle a los jóvenes más opciones y sacarlos de las bandas criminales, del robo y distintas actividades delictivas a través de la danza. Ya son más de 270 jóvenes que se reúnen a bailar, a hacer actividades lúdicas, integraciones y presentaciones donde despliegan todo su talento. 

Lo hacen además en uno de los barrios más vulnerables de Quibdó, el Reposo, una zona roja, explica Jonathan, “azotada por la violencia y en donde se sobrevive, como en el Juego del Calamar, a lo que venga”. Y como para puntualizar más sobre el contexto, Bon Ice dice: “uno no sabe en qué momento puede estar muerto, entonces yo me mantengo muy pendiente de los jóvenes, de que vayan al colegio y que cuando salgan no se vayan para otro lados, sino que estén en sus casas. Procuro que lleguen siempre a los ensayos”. 

Según él, que también vivió una infancia compleja atravesada por la violencia del departamento, lo cual lo motiva a hacer lo que hace, el mayor obstáculo de la región es el reclutamiento forzado. “Para nadie es un secreto que sí hay corporaciones de danza, artísticas, pero no hay apoyo, no hay oportunidad de empleo. Los jóvenes, día a día, salen de su casa a bailar o hacer algo para ganarse el pan, pero eso no es suficiente siempre. Y entonces ahí es que ellos empiezan a ser objetivo de reclutamiento: como hay dinero de por medio, ellos muchas veces no van a decir que no a un grupo armado”, explica. 

Katherine, quien además de ser abogada, es magíster en gobierno y políticas públicas y directora de Jóvenes Creadores del Chocó, una organización enfocada en empoderar a la comunidad a través del arte, lo explica así: “ya son tres años en los que Quibdó se posiciona como la ciudad con más altos índices de desempleabilidad y ahora como la ciudad con mayor índice de pobreza monetaria en Colombia. Estamos en una situación de pobreza extrema y aquí no hay quién contrate a un joven, no hay posibilidades y hay un punto en donde no se puede aguantar más y ahí es cuando el cerebro empieza a tomar malas decisiones”. 

Este caos social provocado también por problemas estructurales, que ellos también explican con preocupación, como la falta de acceso a la educación, el poco accionar de la alcaldía y el Estado, la represión policial, las líneas invisibles de violencia entre barrios, el racismo y los estigmas sobre los territorios son justamente lo que hacen del trabajo tanto de Black Boys como de Jóvenes Creadores del Chocó algo tan poderoso. Son iniciativas que, como dice Jonathan, “salvan vidas”. 

“Ya llevamos 13 años. Nos definimos como poder colectivo, artístico y cultural que parte de la creación de conciencia a través de la práctica artística del teatro, de la danza urbana y folclórica para transformar contextos violentos y generar entornos protectores en la vida de niños, niñas y adolescentes. Como organización reconocemos la carencias que hay en el territorio, pero decidimos quedarnos con la abundancia de capacidades, de capital social para poder transformar, inspirar, crear y abrir estos espacios que históricamente han estado cerrados para las comunidades y también para reivindicar derechos, dice Katherin sobre la iniciativa que lidera. 

Y es que justamente la idea de reconocer la abundancia tiene que ver con cambiar la narrativa del departamento, por una de resistencia y empoderamiento. “Desde la organización siempre estamos insistiendo que es importante que nos narren, pero es más importante nosotras darle el tono a esas narraciones y poder contar desde la práctica artística, no solamente estos escenarios de horror, sino los de resistencia y de estas personas tan valiosas que todos los días están desafiando el contexto y diciendo ‘sí se puede'''. 

Seguir con el Ubuntu y la juntanza

Para reconocer estos cantos a los cuatro vientos que están generando las comunidades en sus territorios, dice Katherine, y para transformar todo ese dolor que se vive en arte, surgió “Develaciones”, una obra de teatro de la Comisión de la Verdad con más de 100 artistas de todo el país y en donde también participó la organización de Jóvenes Creadores del Chocó. 

Aquí la reflexión se centró en la palabra “paz”, en el conflicto armado y el fragmento en el que participó la organización giró en torno al desplazamiento forzado y al reclutamiento de menores a quienes, de acuerdo a Gil, les toca aprender rápidamente a incorporarse a las filas para ser sujetos de guerra. Una realidad compleja, un trago difícil de pasar, pero que justamente con esta obra demuestra toda esa resiliencia que se da a través de procesos sociales poderosos como el teatro. 

Otra de sus obras fue “Revolución Pacífica”, que se presentó hace pocos días en el Teatro Mayor en Bogotá. Codirigida por Rafael Palacios, esta pone sobre la mesa “las vicisitudes que viven los jóvenes del municipio de Quibdó que está marcado, no solamente por la violencia, sino por la seguridad alimentaria y la pobreza”, tres aspectos que, de acuerdo a Katherine, hoy también son los grandes detonantes para estar observando ese estallido social que ebullició con fuerza en las calles del municipio. 

“La obra trae al presente todos estos desafíos, pero también deja ver que hay jóvenes que están resistiendo, están haciendo su revolución, están manifestándose a través de bailes afrourbanos que están siendo el vehículo para narrar y para canalizar energías negativas, para renovarlas y sobreponerse a estos escenarios de profundo dolor, desarraigo y deshumanización que intentan perpetuarse al interior de las comunidades”, explica. 

Y menciona una tercera obra que lleva el nombre de "Cuestión de Dignidad" y surgió de una reflexión profunda nacida en la pandemia. “Mucha gente en nuestras comunidades no tenía ni siquiera qué comer. La violencia tomó muchísima más fuerza y por eso nosotros insistimos tanto en la práctica artística, porque claro, nuestra salud mental estaba muy afectada”, dice Katherine, recalcando que justamente lo complejo de demandar una vida digna es que muchos se incomodan, los tachan de lastimeros. Sentencia que es impensable que en pleno siglo XXI, sobre todo en el Pacífico colombiano, no se materialice un Estado social de derecho.

Y es que quizá uno de los aspectos más complejos es que ante el difícil contexto, los jóvenes muchas veces entran a ser partícipes de una espiral de violencia que prácticamente se los traga. Cuando le preguntamos a Jonathan por qué cree que los jóvenes son los que más mueren en el departamento respondió: “esto ocurre porque no hay oportunidades, porque los jóvenes tienen hermanos menores y mayores que han sido asesinados injustamente y ese rencor y sed de venganza los hace coger también ese camino de la violencia, no ateniendo las consecuencias de lo que les puede pasar”. Y puntualiza con un tono lleno de angustia y perplejo: “aquí en el departamento del Chocó, en la ciudad de Quibdó y en los diferentes barrios y las diferentes comunas, son los mismos jóvenes los que matan a otros jóvenes”.

Con esta reflexión reafirma que el arte en ese sentido es como un gran tejido, que se crea también uno a uno, que sana y al tiempo, permite salir de ese entramado complejo de violencias. Nosotros lo que necesitamos es que un joven empodere a otro joven, que un joven le brinde consejo, aliento y empoderamiento a otros jóvenes, no que un joven esté asesinando a otros jóvenes. Nosotros como líderes sociales estamos haciendo el trabajo del alcalde, el gobernador y el Estado. Nosotros no podemos dar una entrevista, señalar o decir que fue esto lo que este hizo o hablar de las bandas, porque nos ponemos como objetivo militar, pero es muy grave lo que está pasando en el departamento del Chocó”. 

Lo difícil es que estas soluciones a través del arte no reciben suficiente apoyo a nivel institucional para seguir ofreciendo caminos distintos a los jóvenes. Justamente la falta de recursos, de escenarios para ensayar y hacer presentaciones evidencian carencias que a veces truncan el trabajo en corporaciones como las de los Black Boys. Jonathan lo explica así: “aquí en el Chocó solo está el malecón en Quibdó, de resto no hay nada. A veces en el Teatro Nacional de la ciudad de Quibdó hacemos actividades y recogemos incentivos, pero no hay nada más. Acá vivimos de lo que nos dejen bailando”. 

Y sin embargo, en el presente, los Black Boys siguen demostrando que hacen mucho más que incluso la alcaldía. Por eso Jonathan es insistente cuando dice que los funcionarios públicos se relajan al hacer su trabajo porque saben que estas iniciativas que se enfocan en contener esa vórtice de caos social y violencia que a veces se traga a las niñas, niños y a los jóvenes y de la cual es muy difícil salir, van a seguir haciendo miles de esfuerzos por crear nuevas realidades. 

Pero el ubuntu, ese “soy porque nosotros somos”, ese pensamiento que escribe que lo humano solo puede crecer en red, tejiendo en conjunto, en comunidad, es justamente el poder de iniciativas como las de los Black Boys y Jóvenes Creadores del Chocó. Porque como bien dice Katherine, la narrativa con la que se ha contado el departamento ya ha hecho mucho daño, pero parte del ejercicio de ser resiliente y poder avanzar es seguir transformando los desafíos en arte y seguir apostando por un lugar donde el buen vivir sea una realidad y el “vivir sabroso” deje de ser una utopía para unos pocos.