¿Por qué el caso de Britney Spears tiene que verse con los ojos del feminismo?

Aquí te explicamos su caso y algunas razones para analizarlo a la luz de este movimiento.
Sábado, 26 Junio, 2021 - 01:17

Por: María Claudia Dávila

Britney ya no puede firmar con su nombre. Ni contratos ni autógrafos. Tampoco puede decidir sobre su carrera profesional, su salud y su vida social. Esto porque desde 2008, su padre, Jamie Spears ha supervisado, por decisión judicial, desde sus finanzas y proyectos, lo que puede comer y las terapias a las que se debe someter y hasta con quién puede o no salir. Parece ser que su lapsus público, que muchos recordamos por la simbólica imagen en la que la cantante decidió rapar su cabeza mientras hablaba con acento británico, le pasó una costosísima factura, pues, desde el episodio, su padre fue designado para velar por su patrimonio y bienestar físico, mientras que un abogado de Los Ángeles, Andrew Wallet, fue contratado como su “coguardián” para ayudar a administrar sus activos financieros. 

Esta semana, tras trece años de no ser dueña de sus derechos y prácticamente de su vida, la estrella del pop que no canta desde 2018, expresó toda su molestia ante la juez Brenda Penny: Señoría, mi papá y todos los involucrados en esta custodia, incluida mi manager, que tuvo un papel clave en mi castigo... deberían estar en la cárcel”. A la declaración le siguió una amenaza en la que la cantante dijo que está dispuesta a demandar a su familia si la situación no para. 

En este complejo contexto surgió #FreeBritney, una iniciativa creada por sus fans que ha buscado desenmascarar lo que consideran es una tutela violenta, que va en contra de los derechos de la artista y que también la ha hecho presa de varias formas de violencia que sufren las mujeres a diario.

“No estoy contenta. No puedo dormir. Estoy enojada y deprimida. Lloro todos los días”, dijo la princesa del pop en su juicio que se llevó a cabo a través de Zoom. El abogado de Spears, Samuel Ingham a quien ella no escogió, sino que le fue asignado por ley, declaró que el testimonio de la cantante no fue editado, filtrado ni controlado. “Lo que la corte escuchó durante 20 minutos fue a Britney en estado puro es una mujer que estuvo en la cima de la industria musical y que fue silenciada. Hoy está muy enojada. Este miércoles dijo que estaba lista para compartir su historia con el mundo”, agregó. 

La última vez que Spears estuvo en un tribunal, de manera privada, fue en mayo de 2019 cuando dijo que el acuerdo de tutela le parecía demasiado estricto. A causa de esto, explicó, su padre la había forzado a internarse en un centro de salud mental como forma de castigo después de haber protestado en un ensayo. En el juicio del miércoles la cantante dijo: “Me obligan a ir tres veces por semana a un psiquiatray afirmó que quiere reducir su tiempo con el psicólogo a una sesión por semana, ya que no cree “en la terapia”. “Siempre he pensado que puedo llevar mis problemas a Dios”. 

Y aunque todo haya partido de una decisión judicial, esto no quiere decir que la situación no sea supremamente violenta. El caso de Britney parece inverosímil pensando que en pleno siglo XXI, la vida de una mujer pueda ser manejada por un hombre a tal nivel. También es complejo entender cómo se le cobra a una persona que sufre una crisis nerviosa después de trabajar desde niña, ser hipersexualizada y vivir bajo el constante bombardeo y persecución mediática. 

Cuando Britney era adolescente le preguntaron en varias entrevistas si era virgen y ella contestaba con una sonrisa ambigua que “iba a esperar al matrimonio para perder la virginidad”. Era una respuesta entendible: era lo que se esperaba que dijera. Tal vez, en ese momento, el feminismo no había adquirido tanta fuerza como ahora, pero justo que todo esto está pasando y ya hay más conciencia sobre la gravedad de la pregunta, es difícil concebir que este tipo de intervenciones estuvieran tan normalizadas. Con esa dicotomía entre mujer puta- mujer virgen nos han calificado a las mujeres para poder encajar o no dentro de ciertos círculos sociales, para denigrar de nosotras o para excluirnos. 

¿A quién le podía interesar la sexualidad de la artista? Al marketing que se valió de la imagen de la niña buena durante años para explotar al máximo ese ícono en el que Britney se convirtió y que más tarde también la condenó como una “mala mujer” examinando su vida privada. 

En el documental “Framing Britney Spears” de The New York Times, en una entrevista que Barbara Walters le hace a Justin Timberlake, quien había sido pareja de Spears, se ve al artista cantando una canción llamada “Horrible Woman” insinuando que Britney era una “mala mujer”, aunque más tarde dijo que ninguna canción de su álbum estaba dedicada a Britney. En sus conciertos, justo cuando Britney estaba en rehabilitación, Timberlake interpertó “Cry Me A River” con una fusión de “Rehab” de Amy Winehouse. Un “chiste” que claramente se burlaba de la artista y le ponía toda la culpa a ella de la ruptura. “A veces en tu vida crees que conoces a la indicada, pero luego descubres que es tan solo una perra”, dijo en otro concierto de 2013.

Este mismo documental deja ver otra cuestión importante que se ve reflejada de manera más general en todo este caso y es la idea de la agencia que un hombre puede ejercer sobre la vida de una mujer. El largometraje evidencia que desde 2014, Spears le había pedido a su abogado eliminar a su padre como tutor porque este estaba bebiendo demasiado y el control que ejercía sobre su vida era absoluto. “Quiero casarme y tener un bebé”, afirmó. “Pero tengo un DIU para que no me embarace”, agregó, dando a entender que su tutor no quiere que tenga más hijos.  

Si el control de nuestro cuerpo no nos puede pertenecer a nosotras mismas, entonces, ¿podemos llamarnos ciudadanas realmente?. 

Es paradójico que en este mismo documental, Kim Caiman, una ejecutiva cercana a la cantante, dice que jamás vio a Jamie presente. Que solo habló con él una vez y le dijo: “Mi hija va a ser tan rica que me va a comprar un bote” y que este además no logró proveer para su familia y que pasaron por situaciones económicas muy difíciles y hasta se declaró en bancarrota.

Esto también permite poner una cuestión importante sobre la mesa y es la cuestionabilidad de los criterios que se tomaron en cuenta para asignar esta tutoría legal a Britney. Entendiendo el complejo y debatible argumento de que se quería proteger su salud mental al tomar esta decisión, pues, ella no estaba en la facultad de hacerlo, ¿cómo es posible que teniendo en cuenta la historia del poco apoyo emocional y financiero a su familia, hayan designado a Jamie para ejercer todo este control exagerado sobre la vida de la cantante?. 

“La custodia no tuvo ningún sentido desde su inicio. [Mi padre] le pagó a algunas personas para que me controlaran. He trabajado desde los 17 años y esta custodia es un abuso”, dijo la cantante, quien incluso comparó su situación con la de una víctima de trata. “Hizo que trabajara en contra de mi voluntad, quitándome mis pertenencias, mi tarjeta de crédito, mi dinero, el teléfono, mi pasaporte y poniéndome en una casa donde trabajo para las personas que viven conmigo, agregó. 

Quienes han seguido de cerca la historia de la artista dicen que un punto de quiebre de esta historia ocurrió en 2019. En enero de ese año, Britney anunció la cancelación de “Domination”, una serie de conciertos que ofrecía en Las Vegas. Dijo que el motivo era la salud de su padre, que tuvo una dolencia en el colon que lo internó 28 días en el hospital llevándolo a estar al borde de la muerte desde finales de 2018. “Tenemos una relación muy especial y quiero estar este tiempo con mi familia así como esta ha estado siempre conmigo”, escribió Britney en las redes sociales. Fue extraño, dicen algunos, porque las presentaciones de Las Vegas representaban desde 2013 la principal fuente de ingresos de la cantante, que no publica un álbum desde 2016. 

Este miércoles, la artista declaró que fue “forzada” a realizar estos conciertos con la amenaza de que si no lo hacía se enfrentaría a una demanda. Como castigo por su resistencia, dijo, su médico le quitó los medicamentos que llevaba tomando cinco años y los sustituyó por litio. “Es un medicamento muy, muy fuerte comparado a lo que tomaba antes. Te puede causar daños mentales si tomas demasiado o lo extiendes por más de cinco meses. Me lo recetó y me sentía borracha. Ni siquiera podía tener una conversación con mi mamá o papá”, afirmó. 

Jamie Spears de 68 años cobra 16.000 dólares mensuales por ser el tutor legal de Britney y se ha convertido en esa figura patriarcal de poder obsesivo y oportunista sobre la vida de su hija. "Esta tutela está pagando el sueldo de mucha gente. Estoy harta", dijo Britney este miércoles, luego de explicar que este también limitaba sus gastos a 2.000 dólares semanales, a pesar de que la fortuna de la estrella es de casi 60 millones de dólares.

La jueza calificó el testimonio de la cantante como valiente y explicó que la idea es tener una nueva sesión que todavía no tiene fecha. El equipo legal de Jamie Spears prefirió no responder al testimonio de la cantante, para "preservar su privacidad" y no revelar "detalles de su estado de salud".

Ojalá que la cantante pueda recuperar sus derechos, soberanía y ejercer su capacidad de ciudadana plena. Y al menos, que este caso nos ayude a abrir los ojos como sociedad para entender que todos podemos sufrir una crisis mental y no por esto no se nos debería cobrar tan duro. Sobre todo a esos quienes deben luchar contra sus demonios en público. Demonios que además son propios de nuestras sociedades machistas, explotadoras e injustas con quienes a través del arte en un principio solo querían aportar algo valioso.