[Reseña] Misión Imposible 6: Fallout

La sexta entrega de la franquicia tiene claro de dónde viene y para dónde va.
Martes, 24 Julio, 2018 - 07:33

Por: Diego Bolaños Estrada

Misión Imposible, desde su estreno en 1996 se ha convertido en un verdadero referente para el género de acción, nos guste o no.

Tom Cruise y su equipo han sido responsables de traernos escenas que han hecho historia en el cine de acción como el ingreso a la bóveda de la CIA -la que resulta con su personaje suspendido a centímetros del suelo-, la escalada sin cuerda en lo alto de un cañón o el salto entre dos rascacielos.

Sus realizadores son conscientes de esto y nunca dejan de esforzarse por ir más lejos. El director de Misión Imposible: Nación Secreta (2015), Christopher McQuarrie, además de dirigir esta nueva entrega de la saga, escribe la película y se convierte así en el primer cineasta en hacerlo dos veces consecutivas.

En Misión Imposible: Repercusión (2018) vemos al ya clásico equipo de Ethan Hunt enfrentando lo que a todas luces es imposible mientras es resuelto de la manera más absurda y espectacular posible. Los seguidores de la saga deben saber que encontrarán más de lo que ha hecho a la franquicia un éxito de más de 2.700 millones de dólares en taquilla.

Y no es para menos, la producción cuenta con un reparto principal encabezado por Tom Cruise quién protagoniza y produce junto a Rebecca Ferguson, Vanessa Kirby, Henry Cavill, Simon Pegg, Ving Rhames y Alec Baldwin, entre otros, lo que asegura una buena cantidad de engaños, dobles engaños y hasta triples engaños en un guión que por momentos se excede pero que entiende muy bien que todo y todos están al servicio de la acción.

La dupla Cruise-Cavill tiene momentos increíbles en pantalla, dándonos una cara más agresiva y emocionante del Hombre de Acero. Recordemos que el actor Henry Cavill tuvo que dejarse bigote para esta película, un detalle que le aporta mucho a su personaje en la película y que se convirtió en un problema para su papel como Superman en Liga de la Justicia (2017), donde tuvieron que eliminar mediante CGI su vello facial, pues ambos rodajes coincidieron.

Escenas espectaculares, un reparto de lujo y toda la parafernalia que Hollywood puede aportar, se reúnen en lo que ya es un clásico hit de cartelera de verano pero, que a diferencia de muchas otras nuevas franquicias, tiene muy claro que lo es y se propone serlo de la mejor forma posible, acelerando el corazón y poniendo al espectador al borde del asiento, independientemente de lo posible o imposible que sea.

Puede ser algo de lo que los realizadores de las más recientes entregas de James Bond puedan aprender algo. El resultado es una película que complace a los amantes del género y que no dejará indiferentes a los que no lo son.