"Pulgarasi", el Godzilla norcoreano y la historia de un secuestro

Un repaso a una de las pocas películas norcoreanas que se puede ver en occidente.
Sábado, 27 Marzo, 2021 - 12:02

Por: Juan Sebastián Barriga Ossa

Imaginen un reptil gigante, con cuernos y colmillos extremadamente filosos que se acerca furioso a una ciudad amurallada. Sus ojos están llenos de ira y su rugido es tan terrible que congela los corazones de quienes lo escuchan.

Esta bestia tiene sed de sangre y está dispuesta a destruir todo lo que se cruce en su camino. Suena como una clásica historia de monstruos ¿no? Pero ahora imaginen que esta bestia no está atacando  a una ciudad llena de gente asustada, sino a una fortaleza militar. Y junto a él marcha un ejército de campesinos oprimidos que se alzaron contra un gobernante déspota y codicioso. 

Este fue el giro que el gobierno de Corea del Norte le dio al género del cine Kaiju, el cual trata de monstruos gigantes que atacan a los humanos, pero en este país, la bestia reptiliana es un héroe del pueblo conocido como Pulgasari

Para la mayoría, Corea del Norte es un misterio casi que indescifrable. Muchos mitos y varias horribles realidades envuelven a este aislado país que desde 1948 vive en una dictadura comunista controlada por la dinastía Kim.

Lo poco que conocemos de la vida cotidiana norcoreana parte de los testimonios de quienes han logrado huir del país y de los pocos extranjeros que lo han visitado. Y entre lo que han contado llama mucho la atención que el cine constituye una parte central de la vida diaria. 

De hecho, el confort de una oscura sala de cine significa para muchas personas la única fuente de entretenimiento y escape de la dura vida bajo el régimen. Esto se debe a que el dictador Kim Jong-il, quien heredó el poder de su padre Kim Il-sung y a su vez se lo pasó al actual dictador Kim Jong-un, era un fanático muy apasionado del cine. 

Se sabe que a través de sus embajadas reunió una colección de miles de películas de todo el mundo y aparentemente entre sus favoritas estaban las sagas de James Bond, Rambo y Viernes 13.

Pero más allá del entretenimiento, a Kim Jong-il le interesa el potencial político del cine. Desde los inicios del séptimo arte, la capacidad de llegar a tantas personas ha sido aprovechada para el adoctrinamiento. Desde El Nacimiento de Una Nación (1915), que se usó para difundir los discursos racistas y segregacionistas en Estados Unidos, pasando por El Triunfo de la Voluntad (1935), creada por el departamento de propaganda Nazi, hasta las películas propagandisticas sovieticas, existe a lo largo de la historia inumerables ejemplos de esto. 

Por eso Kim Jong-il no solo creó una universidad de cine en Pyongyang sino que escribió varios tratados respecto a este arte y el servicio que podía dar a la causa norcoreana e instaló pantallas en las fábricas y las granjas del país para que las personas pudieran entretenerse en sus descansos.

En la década de los setenta invirtió mucho dinero en potenciar el cine del país e incluso dirigió varias películas, la más famosa es La Chica de las Flores (1972), que trata de una vendedora de flores que vivía en la época en la que Japón ocupó la Península coreana, y tras perder a sus familiares se alza en armas contra los invasores. 

Pero a pesar de los esfuerzos del denominado “Querido Líder”, se sabe que estaba frustrado con la calidad del cine de su país, por lo cual decidió que la mejor solución a ese problema era secuestrar a uno de los directores más famosos de Corea del Sur y a su esposa, que era una de las actrices más queridas del país. 

Shin Sang-ok y Choi Eun-hee eran dos grandes estrellas en Corea del Sur por sus producciones, pero en los 70 estaban en problemas porque el gobierno dictatorial de la época les quitó los permisos de producción. Divorciada, en la ruina y desesperada, en 1978 Choi Eun-hee recibió una invitación para participar en un película que se iba a grabar en Hong Kong. Ella fue ilusionada por la posibilidad de reactivar su carrera, pero al llegar fue sedada y trasladada a Pyongyang. 

Shin Sang-ok al enterarse de la desaparición de su ex-esposa, empezó a buscarla y siguiendo las pistas llegó a Hong Kong, donde los norcoreanos lo esperaban para también llevarlo a la fuerza a su país. Todo había sido un plan muy bien pensado y ejecutado para sacar al cine norcoreano de la monotonía y el aburrimiento. 

¿Pero qué tiene que ver todo esto con un Godzilla comunista que lucha por el pueblo? Pues la mejor producción que Shin Sang-ok dirigió en Corea del Norte fue Pulgasari (1985). Para la realización de película de hora y media el gobierno usó todo los recursos que tenía, incluso contrataron a Kenpachira Satsuma, el actor que usó el disfraz de Godzilla, para interpretar a Pulgasari. 

La historia sucede en la Corea antigua en donde un cruel emperador tiene sometidos a los campesinos del reino. Esto ha producido una serie de revueltas y para combatir a los rebeldes, el gobernador de una de las regiones más pobres, ordenó al herrero del pueblo forjar armas. El problema es que hay escasez de hierro por lo que el ejército empezó a decomisar las herramientas de labranza y cocina de las personas. 

El herrero indignado devuelve las herramientas a su pueblo y por eso es torturado y encarcelado. Antes de morir, con su último aliento hace un pequeño monstruo con arroz y barro en el cual deposita sus esperanzas de un mejor futuro. Ami, la hija del herrero, atesora el muñequito y un día mientras cose, una gota de su sangre cae sobre la figurita y esta cobra vida. 

Al principio Pulgasari es un tierno monstruo que se alimenta de metal y va por ahí asustando a los aldeanos. Pero a medida que come más, va creciendo y volviéndose más fuerte. Ami tiene el poder de controlarlo y juntos se unen a los rebeldes que luchan por su libertad. 

Al ver esto, el emperador desesperado y sus generales hacen de todo para detener a Pulgasari y las tropas que lo acompañan. Desde secuestrar sin éxito a Ami, hasta pedirle a brujas que lancen un hechizo sobre la bestia. Pero nada detiene el impulso rebelde de Pulgasari y Ami. 

Finalmente al verse acorralado, el emperador invierte muchos recursos en la construcción de dos mega cañones de hierro, pero de nuevo, todo esfuerzo es inutil. Las tropas imperiales son derrotadas y el malvado emperador muere aplastado por las garras de este gigantesco héroe. 

Finalmente la paz llegó a la región y es hora de celebrar, pero hay un problema. El voraz apetito de Pulgasari es insaciable y no para de comer el preciado metal del país. Amy teme que el hambre de la bestia lleve a todo el mundo a la guerra por lo que decide sacrificarse por el bien de la humanidad. 

Esta película no solo fue un éxito en Corea del Norte, también significó la carta de escape de Shin Sang-ok y Choi Eun-hee quienes aprovecharon una visita a Viena, en la que debían exhibir el filme, para escabullirse y pedir refugio en la embajada de Estados Unidos. 

Esta es probablemente la única película norcoreana completa que se puede ver en occidente y es bastante interesante porque por un lado se puede decir que es una exaltación a los valores del régimen norcoreano, pero también se puede interpretar como una crítica muy sutil a la dinastía Kim. 

Ya que vemos varios elementos muy relacionados con la forma en la que gobiernan el país. Un líder supremo, arrogante y lleno de poder y un pueblo oprimido que se levanta.

Además es curioso que el emperador use cañones, a los cuales se refiere como una nueva arma invisible, lo cual puede ser una referencia a la campaña armamentística del régimen y su obsesión con crear armas de destrucción masiva. Finalmente llama la atención que precisamente Shin Sang-ok usara a Godzilla, que es uno de los principales símbolos de Japón, paìs que es uno de los mayores enemigos de Corea del Norte. 

Esto nunca se sabrá del todo, pero lo que sí es un hecho, es el gusto que tiene el pueblo norcoreano por el cine. Incluso cada dos años se realiza un festival internacional de cine en Pyongyang, donde se proyectan las pocas películas extranjeras que logran pasar los estrictos filtros de censura. Mr. Bean y Quiero ser como Beckham (2002) son muy populares y se tiene información que la única película estadounidense que se ha mostrado al público es Evita (1996), en la que actúan Antonio Banderas y Madonna. 

También se cree que el país tiene animadores muy buenos que producen contenido enfocado en el adoctrinamiento de la niñez. Pero como todo todo es tan borroso y emético, no se sabe con exactitud qué tanto ha evolucionado el cine del país y qué tan bueno o qué tan malo es.

Lo que se sabe es que es muy dramático y en su mayoría las películas exaltan el patriotismo y las proesas bélicas del país. Además, las mujeres suelen llevar los papeles protagónicos y suelen ser retratadas como personajes fuertes. Se cree que esto no tiene nada que ver con un tema de igualdad de género, sino que el gobierno no permite que ningún hombre se vea más fuerte que los Kim, quienes siempre deben encarnar la perfección. 

Lo interesante de esto es que es una muestra del poder que tiene el cine, y de cómo este es una ventana a mundos imposibles, que tiene un poder y alcance tan grande, que incluso en las dictaduras más complejas permite un pequeño escape. Así sea pura doctrina, al ver Pulgasari uno puede imaginar otra vida, otro tiempo y de alguna forma un mundo mejor.