El último FICCALI de Luis Ospina, una entrevista con Gerylee Polanco

No se puede hablar del FICCALI sin hablar de Luis Ospina, esta es una conversación con la Asistente de Dirección Artística del festival, Gerylee Polanco.
Jueves, 7 Noviembre, 2019 - 03:35

Por: Mariel Bejarano Vásquez

Gerylee Polanco Uribe es productora, investigadora y docente. Y ahora, la cabeza visible del Festival Internacional de Cine de Cali - FICCALI, a donde se vinculó -después de haber sido parte del público, curadora y jurado- por Sofía Suárez, quien asistió a Luis Ospina en la dirección del festival durante 9 años, y a quien Gerylee conocía desde su época universitaria.

“Un día me llamó y me dijo: ‘Gerylee, voy a renunciar al festival y la única persona que creo puede ayudar a Luis sos vos’. Yo le dije: ‘¿Y Luis qué dijo?’. ‘Que si eras vos, sí me aceptaba la renuncia’” 

A Luis Ospina, Gerylee lo conocía como todos los demás, por su obra, sus películas, por su puesto. “Desde Agarrando Pueblo (1977). También recuerdo mucho Soplo de vida (1999) y Rostros y Rastros, un programa fundacional que estuvo al aire doce años (1988-2000) y que luego se dejó de producir hasta hace unos pocos años que la Universidad del Valle lo reactivó nuevamente con un programa semanal de producción documental.”

Fue ahí donde Luis Ospina hizo Cali: ayer, hoy y mañana (1995), una serie documental con diez capítulos monográficos sobre la historia de Cali. Un documento histórico pero con la mirada personal que Ospina tuvo de su ciudad. 

De aquella etapa Gerylee recuerda y destaca películas como Ojo y vista: Peligra la vida del artista (1988), “que fue como el piloto de Rostros y Rastros. Un documental muy importante para la ciudad por la mirada de aquel personaje del faquir”. Adiós a cali (1990) “un retrato de la ciudad que estaban modernizando, y la reflexión de Luis en torno a las ruinas, los retratos de artistas.  Todo ello aportó a la construcción de una obra muy robusta que tenía a la ciudad como protagonista”.

Rostros y Rastros, cuenta Gerylee “fundó una manera de hacer y de pensar el cine desde la universidad, con estudiantes, docentes y directores como Luis. Yo sabía quién era Luis, luego lo conocí personalmente por medio de mi trabajo como productora, él conocía mi trabajo". 

Gerylee fundó Contravía Films en 2006, productora cuyo primer largometraje fue El vuelco del Cangrejo (2009) de Oscar Ruiz Navia, también miembro fundador junto a William Vega (Sal - 2018) y Marcela Gómez (Directora de arte). 

La obra de Contravía también fue, según cuenta Gerylee, bastante valorada por Ospina, un conjunto de películas en las que destacan títulos como La Sirga (2012), Los hongos (2014), Siembra (2016), Epifanía (2017) y Sal (2018).

“A Luis le encantaba una escena de un corto que hizo Marcela (Escondite) donde se comía manjar blanco con el dedo, decía que le recordaba mucho a Cali.”


Gerylee estudió en la Universidad del Valle, Comunicación Social - Periodismo, fue productora desde pequeña, desde que organizaba las fiestas, los encuentros y eventos con sus familiares y amigos porque de no haberlo hecho no se hubieran realizado. Su relación con la imagen la recuerda de siempre; con su padre (fotógrafo y cineasta amateur, abogado de profesión) iba a cine y veía mucha televisión. 

Como productora, desde la Univalle con eventos y cortometrajes, luego en Contravía Films, su empresa, trabajo que en los primeros años fusionó con otros para la escuela, desde donde produjo los primeros documentales para Señal Colombia por invitación directa de la Universidad. 

Paralelo al trabajo como productora Gerylee trabaja como docente, de la academia nunca de ha desligado, de hecho tiene un trabajo de investigación sobre el programa Rostros y Rastros de Ospina: “Se llamaba Rostros sin rastros, un proyecto de investigación sobre el programa Rostros y Rastros, ganamos becas, queríamos investigar ese conjunto de obras, unas 50 piezas audiovisuales, pero nos encontramos con que estaban en formatos que ya no se podían reproducir y que el patrimonio se estaba quedando ahí guardado.” Así que mas que monográfico, ese proyecto se convirtió -por las mismas condiciones del material a analizar-, en un un proyecto de gestión de archivo del que quedaron un libro y una colección de 70 DVDs organizados temáticamente. (Ver sitio)

En todo ese proceso Contravía iba cogiendo forma, salió El vuelco del cangrejo (2009) y a medida que crecía surgió la necesidad de emplear a sus fundadores, Gerylee se metió de lleno en la empresa ocupando diversos cargos hasta su salida, hecho que finalmente terminó llevándola a trabajar hoy en el FICCALI. 

Previo a la XI edición del Festival Internacional de Cine de Cali, la primera edición del festival sin Luis Ospina, que se desempeñó como director artístico desde su creación en 2009, hablamos con Gerylee Polanco Uribe sobre el presente del festival y la inmediatez de la presente edición, los retos y el futuro del mismo. 


¿Sobre tu relación laboral con el festival?

Lo primero fue básico, el año pasado se cumplió la primera década del festival y entré a revisar la memoria del evento y lo único que quedaba eran los catálogos. Yo quería hacer una revisión sobre lo que había pasado en esos diez años. También me vi obligada a entender el festival, todo estaba claro en la cabeza de quienes lo hacían, pero como es de una entidad pública puede cambiar con cada administración. Entendí sobre la marcha, pero llega un punto en el que este festival coge un ritmo en el que solo queda resolver y preguntar. En la separata del año pasado quedó ese trabajo de memoria que realicé inicialmente. 

 

¿Qué cargo tenías?

Funciona un poco como la asistencia de dirección en el cine. Una persona que engrana la parte artística con la parte operativa. El engranaje es muy importante, conocer muy bien la visión de Luis y cómo eso se traduce en términos operativos. Hay que hacer ese engranaje, cohesionar, exigir, coordinar, verificar, hacer seguimiento. 

Yo siempre me sentí muy acogida por Luis, no es que hayamos sido amigos; él sabía quién era yo, pero yo no iba a su casa ni teníamos una relación como la que tiene con mucha gente cercana a mí, Rubén Mendoza, por ejemplo, amigo de Luis. 


Es esta la primera edición de una nueva década, ¿qué representa eso para el festival, como evento? 

Yo creo que el festival tiene algo a favor que también juega en su contra: el hecho de que sea un festival estatal. Está supeditado a los métodos, las formas, los tiempos, los dineros, el diseño de presupuesto… Pero a la vez es una acierto que una alcaldía financie un festival, que una alcaldía se ocupe de una temporada de festivales que no solo tiene cine, sino danza, teatro, música; eso es un gran acierto, Cali es una ciudad muy dinámica y todo esto da cuenta de su diversidad. 

Es un acierto que la alcaldía mantenga presupuestalmente el evento y lo vea como un escenario de encuentro del sector, como una posibilidad para visibilizar la ciudad y entregar una oferta cinematográfica a la ciudad conocida como salsera, un estereotipo que hace bien y hace mal. 

Hablar de cine en Cali es necesario por la historia que tiene la ciudad, entonces el Festival Internacional de Cine de Cali llega tarde, hace apenas 11 años, y es importante que a nivel de gobierno y de políticas, el evento exista y se mantenga. Muchas ciudades tienen su festival de cine, Cali no puede estar por fuera, llega tarde el festival, pero llega, y a través de la figura de Luis logra consolidar una línea curatorial bastante genuina, auténtica en relación a lo que él siempre ha presentado. 

 

¿Cuáles son esas particularidades? 

No hay diferencias entre el documental y la ficción, Luis los puso al mismo nivel, la mayoría de los festivales ponen esa distinción entre géneros, acá compite una ficción y un documental en la misma categoría. 

También se le ha dado mucha importancia, a través del comité conceptual, al hecho de pensar los cruces de géneros, se habla de cine experimental, se piensa el cine con el encuentro de investigadores que lleva ocho ediciones… El festival se diferencia por ese componente que tiene que ver con la investigación, el cine experimental, y una línea curatorial que pone en el mismo lugar al documental y la ficción; a Luis le interesaban esas mezclas, ese no lugar a las estructuras. 


¿Quién integra el comité curatorial? 

Es un Petit comité que seleccionaba los cortometrajes y dos o tres películas de las demás sesiones, Internacional y Panoramas. Es un petit comité en relación al volumen de películas que escogía Luis, que eran más o menos unas 40 o 50 películas.


Y que al alcanzó a seleccionar para la edición de este año…

Alcanzó a curarla, claro que sí. 


¿Quiénes fueron los curadores de esta edición? 

Sasha Quintero, Juan David Velasquez, Jhon Narváez, Orlando Culzat, Isabel Torres y Carolina Navas.

 

¿Qué pasó contigo este año? 

A mí lo que me parece interesante con Luis era lo dialógico de nuestro trabajo. Había también mucha complicidad, receptividad en torno a lo que nos preocupaba mutuamente en temas presupuestales, operativos y hasta artísticos cuando había asuntos puntuales con algunas películas. 

Luis estaba enfermo en el proceso de producción de esta edición, pero yo en realidad nunca pensé que se fuera a ir, y él nunca me transmitió esa sensación, hasta un día antes de morir que me dijo: ‘Gerylee estoy regular. Yo no puedo concentrarme ahora, confío en tu criterio’, pero eso fue un día antes de morir. Ese día yo asumí la realidad y entré un poco en crisis. Yo sabía que Luis estaba enfermo, pero él contestaba todos los correos, yo lo llamaba, le escribía y él todo lo respondía, ese día dije: ‘¡Ay, hijueputa!’, realmente me asusté. 

 

¿En qué fase estaba el festival en ese momento? 

Él se murió el 27 de septiembre, a un mes y medio del festival, ya lo que faltaba era operativo, la curaduría ya estaba. Pero sin duda hay que tomar muchas decisiones en el día a día, hay que pelear cosas, defender cosas o declinar, hay que asumir que no se pueden otras y toca hacerlas distinto. Para esas cosas siempre estaba Luis. Tras su muerte todo fue como ostracismo inicial, como que nadie lo creía y yo decía: 'Ya no está Luis. Ya no le puedo preguntar a Luis. Ya no contengo a Luis con las preguntas’. Antes me llegaban las preguntas a mí y yo se las pasaba a Luis tras un filtro: 'La situación es esta, opino esto, ¿qué opinas tú?', ahora es; 'La situación es esta, ¿qué hago?'.

 

¿Qué pasó entonces? 

Ha sido muy bonito encontrar en el equipo, de tráfico, diseño, comunicaciones... el equipo de la secretaría, cómo apoyarnos en esa toma de decisiones que no me corresponde tomar sola, aunque mi opinión es muy tenida en cuenta, muy valorada, muy respetada, y eso ha sido muy valioso, me han dado un nivel de confianza que agradezco, pero por supuesto que ha sido muy difícil no tener a Luis. Lo extraño mucho. La rueda de prensa fue súper triste. Y apenas comience el festival la ausencia será más fuerte. Hemos estado en ese tren de resolver el festival, planear el homenaje, esperar que sea digno de su labor en el festival. 
 

Planear un homenaje en menos de cuatro semanas…

Fue una reacción inmediata, a la semana siguiente de su muerte había comité conceptual, y fue un comité sin Luis. Armé un altar con un afiche de Luis, una vela, necesitaba su presencia. Lo dije en la rueda de prensa, 'es un festival sin Luis pero es gracias a él que el festival está y ha existido durante 11 años'. Es natural que en este festival haya un homenaje para él como director artístico. Desde el primer momento se pensó el homenaje, apareció mucha gente que lo quería con mil ideas para homenajearlo. Aparecieron así un montón de cosas que no tenían lugar en el festival pero que estaban asociadas a la vida de Luis. Entendimos que todo se volcaba a Luis, y hay un video homenaje que hizo Rubén Mendoza de 17 minutos, además de las exposiciones, las muestras y La Ospinacoteca
 

¿Quedaste a la cabeza de la dirección artística? 

No, mi labor sigue siendo de engranaje, pero se incrementa mi responsabilidad en la toma de decisiones sobre la pieza gráfica o el proyector, es de ese nivel, pero también tiene que ver con los invitados, con los viáticos, con la programación, con los impresos… Y ahora que comienza el festival pues será algo más de ser anfitrión, de acompañar a los invitados, acompañar la agenda académica que tuve que diseñar en un 100 % yo porque Luis no alcanzó, y donde hay unos paneles conmemorativos para él, uno muy de Caliwood y otro que se llama ‘Unos pocos buenos amigos’, esa frase de Andrés Caicedo que reunirá a muchos amigos de Luis que van a venir. 

 

¿Qué crees que representa la partida de Luis para el cine, y para el circuito cinematográfico caleño? 

El día que hice el primer comité conceptual del festival sin Luis saqué una imagen en la que estaba Andrés joven, Mayolo es sus 60 y Luis en sus 70, en ese momento, al encender la vela fui consciente de que ya los tres habían muerto, ya no está ninguno. Eso que sentí fue muy fuerte, pero también pensé en que quedan algunos, queda La rata, queda Ramiro Arbeláez, Sandro es más joven que ellos pero sin duda amigo del parche… Todo eso fue movilizador emocionalmente. Andrés desde su lugar en la literatura y desde su cinefilia, como crítico de cine. Mayolo y Luis con su obra, con su modo de hacer cine en otras épocas, dejaron una huella muy importante. Es movilizador emocionalmente saber que los vimos morir. No sé, uno siempre, casi siempre, solo puede dimensionar lo que pasa hoy con el paso del tiempo, años después. Eso nos pasó con El vuelco del cangrejo (2009), nosotros estábamos haciendo nuestra película, muy chiquita, aguerrida, muy amorosa, y hoy en día podemos ver que fundamos un método de trabajo, un tipo de cine, formamos una productora. Solo con el tiempo sabremos qué fue lo que pasó aquí. Yo todavía no sé si lo que estoy haciendo lo estoy haciendo bien, si va a ser digno, si la gente lo va a valorar, si la gente se va a conectar, que son los miedos de los productores, conectarse con el público. Pero creo que uno entrega su visión del mundo con lo que hace. 

 

¿Cuáles son para ti lo retos del festival en este momento? 

Luis fue muy visionario, cuando él decidió ‘¡Vamos al cine!’ como eslogan del festival, lo hizo en un momento en que las plataformas digitales son el modo más alto de consumo, más que ir a cine, sin decir que el cine esté en quiebra como negocio, ¡para nada!

Luis se formó en una época que no es la mía pero donde la relación con el cine era distinta a la de hoy y esa distancia le permitía decir y sentir respecto al presente del cine. Y Luis allí, sin teorizar, lo decía de nuevo: ¡Vamos al cine! porque ir al cine es como ir a un templo, y creo que esta versión pensada desde allí es bastante bonita. 

También cuando pensó el afiche de esta edición pensó en la fachada de un teatro antiguo, con el que él también tenía una historia (daban los Diez mandamientos). Él era ateo pero tenía una relación muy mística con el cine: “Fe es creer en lo que no se ha revelado” ... ¿qué puede ser más místico que eso? El afiche del festival también va por ese espíritu de volver al origen. La gráfica del festival siempre fue en blanco y negro, con pocos colores, muy clásico, hubo dos afiches distintos, pero este es el primer afiche a full color; se siguió conservando la idea de que fueran artistas de la región los que diseñaran el afiche, pero este año estuvo lleno de color. Luis en todo esto dejó muy sembrado el horizonte del festival.