Imagen tomada de Facebook: Björk

Björk Digital: un viaje a las entrañas del Vulnicura

Vulnicura (2015) nos mostró a una Björk en otra etapa de la vida, un álbum íntimo, oscuro, rudo, doloroso, apasionante y arriesgado, con una propuesta que rompería esquemas: Björk Digital.
Jueves, 5 Octubre, 2017 - 08:11

Por: Mariel Bejarano Vásquez

Hace seis años Björk lanzaba Biophilia (2011), un álbum interactivo de diez canciones grabado parcialmente en un iPad y con herramientas digitales a disposición del mundo entero a través de una aplicación madre que incluyó una decena de aplicaciones más, todo un universo; más que un álbum musical, un proyecto descrito por la artista como una colección multimedia integrada por música, aplicaciones, instalaciones y un espectáculo en directo que mostró al mundo las infinitas posibilidades que Internet y lo digital ponen a disposición del arte y la comunicación. Biophilia, con la colaboración de Apple, fue el primer "álbum de estudio en formato app" en el mundo, y con él, Björk demostró una vez más que lo suyo no tiene límites y que la imaginación como una aprensión falsa o juicio de algo que no hay en realidad o no tiene fundamento, es también un producto, y es evolutivo. 

Pero la exploración y la conexión de Björk con lo digital como un lenguaje cada vez más universal no paró ni murió en ese proyecto, después de Biophilia llegó un nuevo disco y más proyectos, también digitales. Vulnicura (2015) con nueve canciones y con Alejandro Ghersi, The Haxan Cloak y la misma Björk en la producción, nos mostró a una Björk en otra etapa de la vida, un álbum íntimo, oscuro, rudo, doloroso, apasionante y arriesgado, con una propuesta que rompería esquemas: Björk Digital.

Contaba Chris Milk de la productora Vrse, que la Realidad Virtual (VR) estaba viviendo su año cero, el equivalente al tren de los hermanos Lumiere en 1896 llegando a la estación de La Ciotat y aterrorizando a los asistentes en la oscura sala de un café parisino. "El cine tardó varias décadas en decidir que su manera favorita de contar historias era el largometraje. Con la VR, ahora mismo estamos más aprendiendo gramática que definiendo un lenguaje", casi dos años después de esta afirmación llegó la exposición de Björk que alberga por estos días el Centro internacional de negocios Corferias en Bogotá como evento final de Colombia 4.0 en alianza con Páramo para la cumbre de contenidos digitales del Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (MinTic).

Bjork Digital es un viaje a las entrañas de Vulnicura como el disco más oscuro de la islandesa, la materialización artística de su ruptura con el videoartista Mathew Barney después de quince años juntos, y esta no es una interpretación vaga y rebuscada del disco ni de la exposición, en realidad Björk hizo un disco sobre el desamor, sobre el dolor profundo y desgarrador que éste produce y cómo del mismo sentimiento se renace y se renueva. En esta exposición vemos a Björk morir y resucitar, y todo comienza con Black Lake.

Dirigido por Andrew Thomas Huang de Vrse, el video fue un encargo para la retrospectiva que hizo el MOMA de Björk, el video más ambicioso de la carrera de Huang, resultado no sólo de un riguroso trabajo de conceptualización que duró meses sino de una ejecución y realización en la que participaron además el estudio Wolf & Crow, la coreógrafa Erna Ómarsdóttir, el director de arte Thorgeir Odinsson y el arquitecto David Benjamin.

Soy una herida / Mi cuerpo pulsante / Un ser de sufrimiento / Mi corazón es un lago enorme /Negro de poción / Estoy ciega / Ahogándome en este océano

En la exposición, Black Lake y su tridimensionalidad nos pone como espectadores en medio de dos pantallas donde en ocasiones pasan cosas diferentes, allí estamos rodeados por círculo de altavoces que buscan sumergirnos en distinto efectos y sonidos con 50 canales de bocinas que están distribuidas en el piso, en las paredes y en el techo. Según dijo el productor mexicano a cargo del tema tecnológico en el montaje, Leonardo Lambertini, a Arcadia, “Eso se hizo así porque se está tratando de recrear el sentimiento de estar en una cueva junto a ella. Según su posición en el video, la voz va cambiando de canal. Se trata de recrear de alguna manera el eco, la acústica de ese lugar. Por eso esta mezcla, que es tan compleja que tuvo que venir a hacerla quien hizo la mezcla original. Esa persona dedicó dos o tres días a escuchar la pieza en este espacio, y a mezclarla para que se escuchara como se diseñó originalmente con Björk”.

Después de esta primera experiencia, la exposición nos traslada a otro lugar con un visor VR de Samsung y unos auriculares Bowers & Wilkins como herramientas, y allí vivimos la experiencia Stonemilker, un vídeo inmersivo 360º rodado entre el glaciar Vatnajökull y el cañón Múlagljúfur en Islandia. El lugar es sin duda el protagonista de la muestra: las texturas y el "enorme lago / negro de veneno", las arenas movedizas y todos los elementos de una naturaleza casi mágica nos envuelven y Björk y sus gestos, sus movimientos, su danza y su rostro nos impactan, es allí quizá donde el espectador tiene el primer contacto con la artista, la tiene cerca, como nunca imaginó, frente a frente, la escucha y la ve más real y natural que siempre, más humana. 

Para este corte cada instrumento fue grabado con un micrófono de solapa en el espacio y por separado por el técnico Chris Elms y el experto en sonido binaural (estereofónico) Chris Pike "para que sientas que hay 30 músicos tocando en círculo a tu alrededor".

En el mismo salón, en otra sección y con las mismas herramientas en ojos y oídos, Björk Digital nos ubica en el interior de la artista con la pieza Mouth Mantra, un viaje por la garganta de la cantante para quellos que imaginaron ver lo no visible. El video fue creado por Jesse Kanda, un artista canadiense nacido en Japón, quien filmó el video usando 12 cámaras desde el interior de un complejo modelo en 3D de la boca de Björk de metro y medio elaborado a partir de una exploración con pequeñas cámaras endoscópicas en el interior de la artista. 

Previo al final de la exposición econtramos 'la pieza más interactiva', en la que al visor y a los audifónos se suman unos mandos para "coser" la herida en el pecho de una Björk lastimada que busca renacer con la ayuda de todos. No es 100% una pieza interactiva y resulta frustrante querer cumplir la misión de coser con lazos la herida abierta en el centro del cuerpo de la artista, pero como espectador no logras finalmente ser parte de la obra y ejecutar con eficiencia la labor que te encomiendan, los controles se vuelven tus manos y las gráficas y los movimientos de las mismas sorprenden por su realidad, pero tus movimientos no logran una sincronía total con el desarollo.

La parte final y cierre de la muestra traslada a los espectadores a otro lugar donde el visor y los audifónos siguen siendo las herramientas únicas, esta parte corresponde a la transformación de Björk en una cyborg; cada vez las imágenes son más impresionantes, más inmersivas y aisladoras, son los espectadores y participantes de la obra uno solo con la artista, Björk logra el cometido de acercarnos tanto a su imagen que embriaga, enmudece, nos absorve en un mundo que le pertenece a ella, nos silencia y nos aisla del resto, algo no verificable pero que nos hace partícipes de una manifestación del individualismo extremo y nos sorprende. 

Durante todo el recorrido de la obra somos parte de las diferentes etapas del duelo, presenciamos el renacer de Björk y su liberación.

En la pieza final nuestro cuerpo y el de la artista se fusionan pero sigue siendo ella quien nos impacta, la vemos crecer paso a paso, la vemos transformarse frente a nosotros y superarnos en tamaño, nos atraviesa, se acerca, se aleja, se mueve, danza, corre, vuela y se desvanece, regresa y luego se transforma en millones de partículas de colores que se difuminan mientras suspiramos y nos enteramos de que alguien ya pensó y usó la tecnología para renacer después del desamor. 

Björk hizo su dolor universal y nos llevó con Björk Digital a un viaje visceral a través de un sentimiento que aún no logramos descifrar y que ella definió en Vulnicura (2015), un álbum que dejó de ser un compilado de canciones para convertirse en un proyecto artístico que ya no pone la tecnología al servicio de la música.