La experiencia del DJ y productor CRDRR en Berlín y su gesto de solidaridad con Palestina
En los últimos meses la escena electrónica europea, y especialmente la de Berlín, ha sido atravesada por una discusión que va mucho más allá de la música. La fiesta, los clubes y los festivales se han convertido en espacios de disputa política frente al genocidio del pueblo palestino, en medio censura y llamados al boicot cultural. En ese contexto, varios artistas del sur global han comenzado a preguntarse no solo dónde tocan, sino qué representan esos escenarios y a qué lógicas responden.
En Radiónica conversamos con CRDRR (Corredor), DJ y productor colombiano radicado en Berlín. La conversación surge a partir de su decisión de bajarse de un festival vinculado al club Berghain, luego de sumarse al llamado de Ravers for Palestine, una plataforma que impulsa el boicot a espacios que censuran la causa palestina o que hacen parte de fondos de inversión relacionados con Israel. Desde su experiencia como artista migrante, Corredor reflexiona sobre colonialismo cultural, capital simbólico, precarización y el rol político de la música y la fiesta.
Radiónica: Quisiera arrancar por el origen de todo esto. ¿Cómo llega a ti el llamado de Ravers for Palestine y cómo se da ese primer contacto?
Corredor: Ellos habían publicado un post sobre el boicot a Berghain específicamente. Ahí hay que separar dos cosas. Una es el club y otra es el festival CTM, que lleva más o menos 26 años y está enfocado en el underground, en la cultura, en la música experimental, en la música club global. El festival me había invitado desde antes y yo había aceptado.
Para mí también era una oportunidad. Tocar ahí, tocar en Berghain, desde afuera representa una gran oportunidad que obviamente te puede traer bookings en Latinoamérica o en otros lugares. Yo mismo lo digo en el video. Pensé primero en la oportunidad que me abría puertas, en ese ideal que existe alrededor de tocar en ese lugar, que es mítico, icónico, con toda esta cultura alrededor de quién entra y quién no entra.
Radiónica: ¿En qué momento empieza a cambiar esa percepción?
Corredor: Pasan unos días y empiezo a pensar más en el contexto político de Berlín. Aquí hay una cultura política muy fuerte y muy marcada, sobre todo con lo que está pasando en Palestina. El gobierno alemán envía dinero y armas a Israel por esa deuda histórica que existe por el Holocausto. Al mismo tiempo, hablar a favor de Palestina se considera antisemitismo. Hay gente que se manifiesta y termina arrestada o deportada.
Además, está el tema de la financiación pública. El Estado corta fondos a espacios privados cuando se pronuncian a favor de Palestina. Eso pasó con clubes y con artistas que fueron bajados de la programación. El problema es que esos lugares nunca hicieron una disculpa pública. Las declaraciones siempre fueron ambiguas, hablando de ambos lados, mencionando a Hamas, pero sin reconocer que hay un genocidio y una ocupación histórica del territorio palestino.
Radiónica: Y aun así los eventos siguen ocurriendo en esos espacios.
Corredor: Sí. El festival sigue haciendo eventos ahí a pesar de que el año pasado ya hubo artistas que se bajaron. No fueron muchos, pero pasó. El tema es que no se volvió una discusión pública. Mucha gente dice que por qué enfocarse en el club si el problema real es la guerra. Pero hay una correlación entre el dinero que entra, el mensaje que se transmite y lo que esos espacios representan.
Cuando Ravers for Palestine hace el llamado al boicot, eso me resuena. También empiezo a ver los lazos que esos espacios tienen con eventos en Tel Aviv, a quiénes siguen bookeando, quiénes se pronuncian y quiénes no. Hay una preferencia clara y un silencio muy fuerte frente a lo que está pasando.
Radiónica: En el video hablas desde muchos lugares. Como migrante, como latino, como artista. ¿Cómo se cruza todo eso?
Corredor: Yo soy migrante. Tengo muchos amigos latinos, migrantes, también conozco personas palestinas. Vengo de Colombia y entiendo el colonialismo y la violencia desde mi propia historia. La guerra en Colombia es financiada por Estados Unidos. Las armas no aparecen solas. Las bases militares tampoco.
Eso es muy similar a lo que pasa en Palestina. También pasa en México con la migración gringa y la gentrificación. Son distintos tipos de colonialismo que se replican de diferentes maneras. No siempre entendemos la magnitud porque no vivimos la guerra de primera mano, pero las lógicas son muy parecidas.
Por eso también me costó cómo pronunciarme. No quería hacer activismo performativo. Subir historias en Instagram sin una acción concreta no me hacía sentido. Además, las redes censuran, seleccionan lo que se ve y lo que no. No quería saturar ni perder el mensaje.
Radiónica: Ahí aparece también la música y la fiesta como espacios políticos.
Corredor: Claro. El techno históricamente ha sido un espacio de resistencia. Personas negras, personas queer, personas migrantes. La música electrónica nunca fue neutral. Lo mismo pasa con la guaracha y con muchas escenas del sur global. Son espacios creados por personas que han sido reprimidas históricamente.
Hoy yo habito la fiesta como DJ, como organizador y como migrante. No puedo separar eso de la política. La música también es un espacio para comunicar un mensaje. La fiesta también toma postura, incluso cuando decide callar.
Radiónica: También hablas de una contradicción fuerte en hacer música identificada como “latina” para el norte global.
Corredor: Sí. Incluso el término latin core ya es colonialista. Lo latino como algo exótico, como algo que viene del sur. Yo estudié negocios y marketing, y la industria te obliga a vender tu proyecto, a empacar tu identidad.
Estos sonidos se leen afuera como exóticos. Eso abre puertas, pero también reproduce colonización. Muchos festivales programan artistas de África o Latinoamérica, pero las dinámicas de poder siguen siendo europeas. Uno acepta porque necesita el dinero, porque necesita visibilidad. El sistema sabe eso y se aprovecha.
Radiónica: Frente a todo eso, ¿qué alternativas ves?
Corredor: Lo primero es descolonizar la cabeza. Dejar de creer que lo de afuera vale más solo por ser de afuera. Crecimos con esa idea. México ahorita es un ejemplo muy fuerte de consumo de lo local. En Colombia ha pasado, pero todavía falta.
También dejar de ir a fiestas solo por el hype o por el miedo a perderse algo. Preguntarse si uno va por la música o por el estatus. Hay DJs muy famosos con seguidores comprados, con sets pregrabados, y aun así la gente paga solo porque vienen de Europa.
Buscar colectivos locales, colectivos migrantes, escenas del sur global. Crear criterio propio y no dejarse llevar solo por lo que muestran las redes sociales. Resistir también es hablar, incomodar y bajarse de un escenario cuando ese escenario censura. No es la solución total, pero es una grieta. Y a veces eso es lo único que tenemos.